México enfila la recta final de su campaña a la presidencia con la sucesora del presidente como favorita
La oposición, también encabezada por una candidata, no pierde la esperanza de recortar distancias en una elección de resultado predecible y golpeada por la violencia criminal
La campaña electoral mexicana enfila su recta final hacia el 2 de junio con dos candidatas, ambas de 61 años, con posibilidades, pero una de ellas, a decir de las encuestas, con una sobrada ventaja: la aspirante del partido en el Gobierno, Claudia Sheinbaum, sucesora del presidente Andrés Manuel López Obrador, de quien recibió el mando para llevar las riendas del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena). Sheinbaum dejó la jefatura de la capital para ser la abanderada de su partido a la presidencia. El último sondeo publicado por este periódico le concede 20 puntos sobre su contrincante, Xóchitl Gálvez, la designada por la coalición opositora que reúne al derechista Partido Acción Nacional (PAN), al sobreviviente Partido Revolucionario Institucional (PRI) y a un minoritario Partido de la Revolución Democrática (PRD), una antigua escisión del PRI de tendencia progresista.
A pesar de la distancia entre las dos candidatas, por ahora solo hay un par de certezas: una mujer será elegida por primera vez para la presidencia de México en un contexto donde la violencia no da tregua.
La popularidad del presidente López Obrador se ha mantenido prácticamente todo el sexenio por encima del 60%, uno de los mandatarios mundiales con mayor apoyo entre la ciudadanía, y la fuerza del líder empuja a su sucesora hacia la victoria, aupada por las ayudas sociales que se han concedido en este periodo que toca a su fin. Cerca de un 70% de la población recibe algún apoyo económico, ya sean becas de estudio o mayores pensiones para los jubilados. Se ha elevado como nunca el salario mínimo de los trabajadores, la moneda mantiene su fortaleza y la inflación está contenida; las remesas que envían los emigrantes marcan un récord tras otro, lo mismo que la inversión extranjera, con 36.000 millones de dólares en 2023.
Todo ello vaticina un futuro económico prometedor para el país, que ha superado por primera vez a China en exportaciones a Estados Unidos, con quien se ha renovado el tratado de libre comercio. La relocalización de empresas estadounidenses también tiene en la mira a México, de modo que se abrigan esperanzas de futuros empleos. Son puestos de trabajo que cerca de un 36% de la población en pobreza, o pobreza extrema, recibiría con gusto.
Un plebiscito al sexenio de López Obrador
La oposición ha pasado todo el sexenio sin un líder que pudiera hacer frente al empuje del partido gobernante, razón por la que han tenido que unirse en una coalición que marida a dos partidos históricamente enemistados, el PAN y el PRI, y que muchos ciudadanos no acaban de ver con buenos ojos, ni juntos ni separados. Al primero lo rechaza el 19% del electorado y al segundo, el 49%. Sin embargo, no hay otras opciones que puedan recoger el descontento generado en estos seis años, salvo Movimiento Ciudadano, el tercer partido en liza. Pero esta formación va muy rezagada en intención de voto, a pesar de su constante crecimiento, con una preferencia del 7% para Jorge Álvarez Máynez respecto al 36% de Gálvez y el 56% de Sheinbaum, según las encuestas publicadas por este periódico, que otorgan a la candidata oficialista un 86% de probabilidad de triunfo. El país está muy polarizado entre quienes defienden la labor del presidente y su partido y quienes tienen como objetivo primordial acabar con todo eso. Las elecciones se plantean como un plebiscito al sexenio de López Obrador.
Con una ganadora casi indiscutible a la presidencia, el segundo puesto se revela jugoso para la oposición porque el arrastre de votos del candidato o candidata serviría para lograr un buen resultado en las Cámaras legislativas, así como en las alcaldías de todo el país y en el puñado de gubernaturas Estatales que también se deciden en estas elecciones. Una de ellas, la más relevante, es la de la Ciudad de México, durante décadas en manos de la izquierda y posiblemente la plaza que tiene más preocupado al partido gobernante, donde ya perdió su hegemonía en las elecciones intermedias de 2021. La capital podría quedar en manos de la derecha y obligar a una difícil cohabitación con la presidencia del país. Pero los resultados en la ciudad están todavía muy abiertos.
La coalición opositora no pierde, sin embargo, las esperanzas de superar a Sheinbaum y enarbola encuestas que sitúan a las candidatas casi empatadas. Pero la continuidad que vende la candidata favorita respecto a las políticas desarrolladas estos años por el presidente plantean un difícil combate, con las mencionadas ayudas sociales como la mayor fortaleza para mantener el voto del lado de la izquierda.
Xóchitl Gálvez, una ingeniera y empresaria de personalidad extrovertida e irreverente en ocasiones, llegó a pincharse un dedo de la mano en un mitin para sellar con sangre el compromiso de mantener esas ayudas a la población más necesitada en caso de ganar la presidencia. Con todo, la campaña ha sido tristona en su equipo y el primer debate electoral presentó a una aspirante sin la garra que se le presuponía, de modo que prometió cambiar de rumbo.
Gálvez está en una situación difícil: por un lado, representa a partidos muy desgastados de anteriores gobiernos sumidos en la corrupción y la violencia que, todavía hoy, arrasa el país. Ella se presenta como independiente, pero se ha visto obligada a refugiarse en la fuerza de voto que solo los partidos políticos pueden manejar barrio a barrio, en las ciudades y en los Estados. Los choques con los líderes de los partidos que representa no han escaseado y tras el fracaso en el primer debate prometió continuar el viaje sin esos lastres: “Voy a mandar al carajo muchas cosas, voy a ser yo y si me quieren como soy, adelante”. En el segundo debate presidencial, celebrado el pasado 28 de abril, las candidatas ofrecieron todo un concierto de insultos, pero Gálvez reactivó la cohesión entre los suyos.
Claudia Sheinbaum, doctora en Física de 61 años, está protagonizando una campaña acorde con su personalidad, austera y sin sobresaltos, al socaire de unas encuestas favorables que no la empujan a virajes excesivos, sino todo lo contrario. Se apoya tanto en su experiencia de gobierno en la capital como en los logros de la Administración federal. Esto a veces constituye un arma de doble filo que la presenta vulnerable ante los más sonados fracasos del actual gobierno federal, como es el caso de la violencia desatada en el país, que se cobra más de 30.000 víctimas al año como promedio.
La elección más sangrienta
También los candidatos están sufriendo la violencia. Más de 30 aspirantes, según la consultora Laboratorio Electoral, han muerto ya a balazos o puñaladas, en plena calle y a pleno sol, muchos de ellos, lo que vaticina la elección más sangrienta de la historia mexicana, en la que también se cuentan por decenas las amenazas y los secuestros. La criminalidad que devora al país es una de las máculas más señaladas en tiempos de campaña electoral, cuando las bandas armadas o los partidos, o ambos, tratan de situar a los suyos, sobre todo en las alcaldías, a golpe de pistola. Con todo, las elecciones se desenvuelven con la normalidad esperada, entre ataques de unos contra otros y las críticas hacia un presidente del Gobierno que tiene prohibido por ley inmiscuirse en la campaña, pero cuyas conferencias diarias sobrepasan a veces la línea establecida, para enojo de la oposición.
Estas últimas semanas se espera toda una artillería de propuestas y encontronazos, de viajes y mítines por todo el país para recabar el apoyo de los indecisos, un 9% que aún no sabe por quién votar o no responde, así como para sacar de casa al 11% que no se plantea todavía acudir a las urnas. Falta un último debate presidencial, convocado para el 19 de mayo, la última vez que los candidatos se verán las caras antes de que las encuestas dejen paso a la realidad de las urnas.
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