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Sheinbaum y Gálvez se echan al barro: “Corrupta”. Pues tú, “narcocandidata”

El debate perdió fuelle al pasar la hora y media y Máynez aprovechó la ausencia de respuestas de sus adversarias ante las preguntas del moderador

Xóchitl Gálvez y Claudia Sheinbaum en el segundo debate presidencial
Xóchitl Gálvez y Claudia Sheinbaum muestran cartulinas durante su participación en el segundo debate electoral de este domingo.INE
Carmen Morán Breña

Tiene razón el candidato de Movimiento Ciudadano en que las jornadas laborales necesitan descansos. El debate electoral de dos horas perdió fuelle cuando ya pasaba una y media. Hubo un momento en que las candidatas parecían agotadas, como los jugadores cuando miran al árbitro para que pite el final, y se limitaban a lanzarse insultos: “La señora de las mentiras”, repetía y repetía la aspirante de Fuerza y Corazón por México, Xóchitl Gálvez, contra la morenista Claudia Sheinbaum, quien acabó por entrar al barro y llamarla corrupta en varias ocasiones, “la corrupta”. Pues tú, “narcocandidata”, atacaba Gálvez. Parecía que el guion lo había escrito Paquita la del Barrio. Solo faltó un “rata de dos patas, te estoy hablando a ti”. Por más que uno de los moderadores se esforzaba en lanzarles preguntas sobre energías renovables y medioambiente -¿alguien quiere decir algo?- el silencio de segundos se hacía espeso. Solo el emecista Jorge Álvarez Máynez se echaba al ruedo. El debate se había convertido en una entrevista. El primer tiempo fue más vivo.

Como había anunciado, Gálvez lanzó toda una batería de preguntas sobre la supuesta corrupción a su adversaria: le preguntó por sus “cuatro casas”, si pensaba investigar a los hijos del presidente López Obrador, si era verdad que su familia tenía dinero en paraísos fiscales. “No, no, no, no y no”, respondió Sheinbaum. “Mi familia es proba. No vale la pena responder a las mentiras de la corrupta, que presente una denuncia”. Gálvez insistía: “Conteste”. Los moderadores le hicieron ver que Sheinbaum ya no tenía tiempo en su cronómetro. “Le regalo el mío”, ofreció Gálvez. Pero no se podía.

El encuentro, sobre crecimiento económico, empleo, infraestructura y desarrollo, desigualdad y cambio climático tuvo lugar para las propuestas, pero dichas a toda prisa y sin explicar cómo llevarlas a cabo, tal es el formato acelerado que impone el diseño del debate. Gálvez recuperó algunas de las ideas que ha ido dejando en la campaña, como el miedo que vive el país y la violencia que lo atraviesa, sin olvidar la falta de medicamentos o la recuperación de las escuelas a tiempo completo. Pero subrayó otras medidas contemporizadoras que marcaron el inicio de su campaña: “No estoy en contra del Tren Maya, pero sí de que no se hiciera con un informe de impacto ambiental”, dijo. Y repitió uno de los eslóganes de hace semanas: “Lo que está bien, se queda, lo que va peor, se mejora, y lo que está mal se quita”. Insistió también en una de las promesas que ha repetido a lo largo y ancho del país: “No voy a quitar los programas sociales, siempre trabajaré por los que menos tienen. Primero los pobres, porque yo sí sé lo que duele la pobreza”. La panista, que se jugaba mucho en este segundo debate, sacó a relucir de nuevo su pasado de familia humilde y su condición de ingeniera. “Aquí, la científica”, dijo con desdén aludiendo a Sheinbaum, “da agua con heces fecales, orines y contaminantes a la población”. Pero la morenista sacó provecho de su pasado académico y sus conocimientos sobre el cambio climático y la movilidad.

Esta vez sí, una Gálvez más resuelta se presentó sin ambages como representante de los tres partidos, PRI, PAN y PRD, y a todos los que comulgan con ellos les pidió el voto. Sheinbaum se refirió a ella en varias ocasiones como la candidata del PRIAN y aludió a la “Priandilla inmobiliaria”, para recordar la trama corrupta en la Ciudad de México que tiene en la cárcel a tres colaboradores del candidato panista Santiago Taboada. El INE prohibió mencionar “cartel inmobiliario”.

Sheinbaum tenía a su favor en este debate las favorables condiciones económicas que vive el país en este momento, se esforzó por destacar sus logros en el gobierno de Ciudad de México y los del presidente López Obrador. Mencionó el salario mínimo, la fortaleza de las inversiones extranjeras y de la moneda, las pensiones. Sacó a relucir el “bienestar” conseguido, dijo, en este sexenio: “Puede hablarse de números, pero la realidad es que se ha transformado la vida de millones y millones de mexicanos”.

Gálvez atacó por Chiapas, el Estado que está viviendo en estos días una violencia inédita y donde en días pasados recibieron a Sheinbaum unos encapuchados y los ciudadanos le reclamaron en sus mítines mejores condiciones para los centros de salud. “¿Pensabas que Chiapas era Dinamarca? No, Claudia, la gente se muere en la pobreza con un sistema de salud que no es impecable”, le asestó.

Las pensiones, el asunto más candente de la semana, salió a relucir. Gálvez alarmó a la ciudadanía: “Se quieren robar las afores, que tienen nombre y apellidos, son unos bandidos”. Y Sheinbaum ofreció su versión: “Estamos recuperando las pensiones para los trabajadores, no como aquellas de miseria de los gobiernos anteriores”.

Cuando el asunto saltó a los pueblos indígenas, donde Gálvez tiene ejemplos que explotar por su antiguo cometido en este terreno en tiempos de Fox, Sheinbaum también sacó garra: la acusó de complicidad por haber tratado de “reprimir” al poblado de San Salvador Atenco para abaratar el precio del metro cuadrado cuando se construía el abortado aeropuerto de Texcoco. Gálvez no contestó, pero harta de los señalamientos de Máynez sobre sus tiempos en el gobierno de Vicente Fox, replicó: “Yo soy Xóchitl Gálvez, no Fox, él está en su rancho, yo me mando sola”. De nuevo aparecía la Gálvez de hace tiempo, la que ha prometido recuperar para lo que resta hasta las elecciones del 2 de junio, ante el estancamiento que muestra su campaña y los tóxicos vínculos que en ocasiones representan los partidos que la sostienen en su carrera a la presidencia.

Resultaron refrescantes las preguntas grabadas que plantearon los ciudadanos y esta vez sí las contestaron dirigiéndose a ellos por sus nombres, pero siempre con el atropello propio de la falta de tiempo. Máynez sacó partido de sus intervenciones, se apoyó constantemente en los mejores resultados que pueden ofrecer Jalisco y Nuevo León, gobernados por Movimiento Ciudadano, y atacó a Gálvez, consciente de que ese terreno puede ser propicio para arañar votos. Planteó propuestas y respondió ágil y con seriedad a quienes le preguntaban. Incluso fue él quien lanzó algunos cuestionamientos a Gálvez, por ejemplo cuando la candidata propuso condonar impuestos a todos aquellos que ganen menos de 15.000 pesos, unos 20 millones de mexicanos. “¿Y eso de ir condonando impuestos a discreción cómo se va a financiar?”, le preguntó el emecista, quien reprochó a las dos que “no se han atrevido a plantear una reforma fiscal”.

Más ingenuo resultó, sin embargo, el alegato final del emecista, cuando presentó el país que quiere a través de la mirada de su hijo, con frases que parecieron una canción de Joaquín Sabina: “que las ovejas y los conejos sean libres”, dijo, por ejemplo. También en este bloque último, Gálvez recurrió a lemas de mítines pasados, con su reivindicación de la libertad, la verdad y la vida. Aludiendo al colapso de la Línea 12 del metro en la capital, sacudió un derechazo a Sheinbaum: “No vas a ser presidenta, se te caería el país”.

Pero ya la morenista se dio por ganadora antes de concluir el debate y apeló con fuerza a la participación el 2 de junio. “México es grandioso y lo va a seguir siendo. Vamos a ganar”.

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Sobre la firma

Carmen Morán Breña
Trabaja en EL PAÍS desde 1997 donde ha sido jefa de sección en Sociedad, Nacional y Cultura. Ha tratado a fondo temas de educación, asuntos sociales e igualdad. Ahora se desempeña como reportera en México.
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