El Cártel de Sinaloa impone una nueva noche de violencia y pánico en Culiacán
Al menos siete personas han sido asesinadas y otras dos desaparecidas durante la madrugada del domingo al lunes, una casa fue incendiada y 80 cámaras de seguridad rotas
Culiacán vive en una noche que no aclara desde que la detención en Estados Unidos de Ismael El Mayo Zambada desató una guerra por el poder en las entrañas del Cártel de Sinaloa, hace ya más de dos meses. Durante la madrugada del domingo al lunes, la capital del Estado ha vuelto a ser el escenario del terror social que ha impuesto la organización criminal sobre la población civil. Al menos siete personas han sido asesinadas en diferentes enfrentamientos armados a lo largo de toda la ciudad, otras dos se encuentran desaparecidas, una vivienda fue incendiada y unas 80 cámaras de seguridad dañadas, el saldo de la enésima jornada de violencia.
El gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha Moya, ha minimizado la situación, la estrategia que sigue desde el inicio de los enfrentamientos: “No estamos exentos de que se generen de manera aislada”. El morenista se encuentra este lunes a 1.200 kilómetros de Culiacán, en Ciudad de México, donde ha asistido a la firma del Acuerdo Nacional por el Derecho Humano al Agua y la Sustentabilidad con la presidenta Claudia Sheinbaum, que no ha hablado sobre los homicidios múltiples de esta noche. Rocha Moya ha reconocido en una breve entrevista ante las cámaras de El Universal que “ha habido encuentros entre grupos criminales directamente con la autoridad”. “Esos se han reducido un poco, pero están”, ha indicado sin precisar más. “Ahí va la seguridad”, “con altibajos”, ha añadido.
El Cártel de Sinaloa, uno de los más poderosos del país —y el continente— junto al Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), ha convertido Culiacán en el frente de su batalla. La guerra civil en el interior de la organización de narcotráfico ha dejado medio centenar de muertos en la ciudad desde la detención de El Mayo a finales de julio, aunque durante el mes que siguió una extraña calma tensa se instaló en las calles, todavía confusas sobre los detalles del turbio arresto. Lo peor de la violencia no estalló hasta el 9 de septiembre. Desde entonces, Sinaloa ha superado también los 500 desaparecidos —de acuerdo con datos de la Comisión Estatal de Búsqueda, la Fiscalía General y colectivos de búsqueda agrupados por la revista Espejo— y, en la práctica, un toque de queda impuesto por los criminales reina en Culiacán.
Los enfrentamientos comenzaron esta vez tras la caída del sol, a las 20.00 del domingo. Tres hombres que viajaban en una camioneta fueron asesinados a tiros en la colonia La Amistad. Una hora después, un repartidor de comida se convirtió en la cuarta víctima de las balas, en la colonia El Barrio. A poca distancia de allí y con solo unos minutos de diferencia, otro hombre fue acribillado mientras conducía a casa. A las 22.00, otro hombre herido irrumpía pidiendo ayuda en una farmacia frente a un cuartel del Ejército, la Novena Zona Militar. Murió allí. Horas después, la séptima víctima apareció en la colonia Adolfo López Mateos. Había sido golpeada en la cabeza.
La noche no acabó en los asesinatos. Los sicarios del cártel atacaron a balazos tiendas de licores, restaurantes, viviendas particulares. No se conoce con exactitud el número de heridos. Dos facciones pelean por el control de la organización: los Chapitos, los hijos del antiguo capo Joaquín El Chapo Guzmán Loera, condenado a perpetua en Estados Unidos, y los fieles a El Mayo. La batalla, además de cobrarse centenares de vidas, ha impuesto también el terror psicológico absoluto en una población que malvive a merced de la voluntad de la mafia, que se esconde cada día con la caída del sol y espera que las balas no suenen cerca.
Las autoridades no han sido capaces de atajar la violencia ni garantizar la seguridad de la población de Culiacán, a pesar de que el Ejército está desplegado en la ciudad y unos pocos narcos han sido arrestados. La sensación general es que los asesinatos pararán cuando el cártel quiera, sentimiento resumido en las palabras del general Francisco Jesús Leana Ojeda, quien, en octubre, mientras era la máxima autoridad militar en Sinaloa, declaró en una rueda de prensa que el fin de la inseguridad no dependía de ellos, sino “de los grupos antagónicos”. Fue relevado poco después, pero sus palabras se convirtieron en símbolo de una realidad que el Gobierno no quiere aceptar públicamente.
Sheinbaum apenas ha hablado sobre Culiacán desde que tomó posesión del cargo, el 1 de octubre. La versión oficial de Morena, su partido, es que las cosas no están tan mal y que todo se trata de mala prensa dirigida a minar su proyecto político. La presidenta del partido, Luisa María Alcalde, respaldó a Rocha Moya en una visita a Culiacán este domingo, lo calificó de “hombre fuerte” y aseguró que “ha habido toda una campaña alrededor de esta circunstancia”. Horas después se cometieron los siete asesinatos. En una carta que El Mayo envió desde la cárcel afirmaba que, antes de ser trasladado a la fuerza a Estados Unidos, fue secuestrado en las afueras de Culiacán, donde iba a reunirse con Rocha Moya y Héctor Melesio Cuén, exalcalde de la ciudad, asesinado ese mismo día en la finca donde fue capturado El Mayo. El gobernador ha insistido en que no se encontraba en el Estado. Y entre la guerra de versiones, Culiacán se desangra.
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