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Catarino Garza, el revolucionario que no fue

El presidente de México intenta reivindicar al rebelde levantado en armas contra la dictadura de Porfirio Díaz, cuyos restos ha pedido buscar y repatriar desde Panamá. Su historia está colmada de fracasos en sus empresas libertarias

El general mexicano Catarino Erasmo Garza Rodríguez.
El general mexicano Catarino Erasmo Garza Rodríguez.Wikicommons
Carlos S. Maldonado

Quería hacer la revolución, pero el éxito siempre le dio la espalda a sus aspiraciones insurrectas. La vida del general Catarino Erasmo Garza Rodríguez ha generado interés después de que el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, pidiera al Senado que aprobara una iniciativa para enviar a Panamá a decenas de militares para buscar y repatriar los restos del militar, quien en 1891, con un grupo de unos 60 hombres, incursionó en territorio mexicano desde Texas para destronar a Porfirio Díaz y acabar con su régimen dictatorial. Le fue mal, pero desde el Palacio presidencial se ve a Garza como el precursor de la que sería la revolución de 1910. “El impacto real que pudo haber tenido es nulo”, dice Alfredo Ávila, historiador y profesor investigador de la UNAM. “El valor que se le da a los héroes depende más de cómo los ve la sociedad que de sus propios logros”, afirma el académico. Nuestro héroe tiene una historia llena de fracasos.

Garza nació en Tamaulipas, al norte de México, el 24 de noviembre de 1859. Se conoce muy poco de la vida de sus padres, Encarnación y María Garza, pero se sabe, según el historiador Gilbert M. Cuthbertson, autor de una biografía sobre el general, que recibió una buena educación en un colegio religioso de Matamoros. Muy joven partió hacia Texas, en Estados Unidos, en lo que era un traslado habitual de vivienda entre los vecinos del norte de México. Su vida profesional estuvo relacionada con la tipografía y la publicación de periódicos y panfletos. Fue de esta manera que desarrolló una vocación periodística muy comprometida. Fue cofundador de periódicos de tendencia libertaria como El Comercio Mexicano y El Libre Pensador, tribunas desde las que denunciaba los abusos de las autoridades estadounidenses contra los braceros y trabajadores mexicanos y los desmanes del régimen de Díaz, en México. Esas denuncias, cuenta Cuthbertson, levantaron ampollas en Texas y el Gobierno local ordenó confiscar las impresoras y detener a Garza, que estuvo preso más de un mes. “Gran parte de su trabajo lo dedicó a escribir para periódicos en español y tenía como objetivo defender los intereses de los mexicanos en Texas”, ha escrito el historiador.

El joven periodista también participó en organizaciones que daban apoyo a los jornaleros mexicanos, en clubes políticos formados por hombres con un pensamiento liberal y en logias masónicas. “No era una cosa excepcional, porque en muchos lugares del norte de México eran frecuentes estos clubes políticos, porque eran una forma en que estos hombres participaban de la política, así como a través de la prensa”, explica el historiador Ávila. El investigador de la UNAM afirma que Garza tenía una “relación ambigua” con el régimen de Díaz, como muchos hombres y militares de la época. Él apoyó a Díaz en un inicio, como todos los liberales de la época, pero poco a poco se fue decepcionando del político.

Ávila dice que una figura importante para Garza fue el doctor Ignacio Martínez, quien participó en la guerra contra los franceses, desatada en 1862 después de que el Gobierno de Benito Juárez decidiera suspender los pagos de la deuda externa. Martínez también había apoyado en un inicio a Díaz, pero más tarde se distanció de él y se convirtió en una voz crítica. “Martínez fue asesinado en 1891 y eso es lo que radicaliza a Garza, lo impulsa a tomar medidas muy drásticas y de cara a la rebelión, porque él pensó que fue asesinado por órdenes del Gobierno de Díaz, y probablemente fue así”, dice Ávila. “En septiembre de 1891 se lanza a la rebelión con un plan revolucionario que es básicamente un plan político, en el que se acusa a Díaz de organizar esos atentados, por la represión y de perpetuarse en el poder. Se trata de un plan que exige nuevas elecciones y que se permita a la ciudadanía elegir a sus representantes”, agrega el catedrático.

Fue entonces cuando Garza decidió organizarse junto con más de 60 hombres para formar un pequeño ejército rebelde, incursionar en territorio mexicano y tratar de avanzar hasta la capital para derribar la dictadura. En los territorios fronterizos era normal el tráfico de armas y hallar hombres dispuestos a esta ambiciosa empresa. “Díaz no se sintió amenazado, pero se lo tomó en serio”, asegura Ávila. El dictador entró de inmediato en correspondencia con su embajador en Estados Unidos, Matías Romero, y ordenó que se acusara al norteño vecino y en particular a las autoridades de Texas de permitir que grupos armados y forajidos se organizaran en ese país y amenazaran al Gobierno mexicano. “Garza ya no era bien visto en Texas, porque había culpado desde la prensa a varios propietarios por explotación y a los rangers [agentes especiales de la seguridad pública tejana] por maltrato a mexicanos”, agrega el investigador. La gran apuesta rebelde de Garza queda escritora en la historia mexicana como un auténtico fracaso. No hubo ni siquiera un enfrentamiento directo con el Ejército del dictador y, según las notas diplomáticas del embajador Romero citadas por Ávila, la incursión revolucionaria duró apenas nueve días. “Garza se regresó a Estados Unidos, perseguido por las fuerzas mexicanas”.

El historiador de la UNAM afirma que luego de su frustrado intento revolucionario, el periodista convertido en general rebelde “anduvo a salto de mata”, ya no como valiente insurrecto, sino como fugitivo, aunque Ávila afirma que tuvo la protección, o al menos contó con la simpatía, de algún militar mexicano, que hizo la vista gorda y no capturó al huido. Garza vagó por el interior de Texas, luego Luisiana y más tarde viajó hasta Florida, donde algunos historiadores afirman que conoció al poeta cubano José Martí, quien anhelaba hacer su propia revolución en Cuba. De Florida viajó a Costa Rica, lugar donde vivían varios exiliados de los regímenes latinoamericanos y por donde pasó también en su momento Benito Juárez para viajar a México en plena guerra de Reformas. En Panamá, que formaba entonces parte de Colombia, Garza se unió a un grupo de hombres vinculados al Partido Liberal y desde ahí quiso participar en la guerra civil de ese país. Esta empresa tampoco duró mucho, porque los insurrectos fueron atacados por las tropas gubernamentales en Bocas del Turo y Garza murió en esa escaramuza. Los historiadores aseguran que fue enterrado en alguna de las fosas comunes donde descansan los restos de varios revolucionarios.

El Senado de México votó el pasado miércoles una solicitud del presidente López Obrador para enviar una misión militar a Panamá para buscar y repatriar los restos de Garza. Los legisladores aprobaron que 80 militares partan hacia el país centroamericano junto a personal de la Comisión Nacional de Búsqueda de la Secretaría de Gobernación. Los uniformados zarparán de Veracruz, al sureste del país, el 19 de febrero y regresarán a México el 16 de abril. El presidente anhela que la expedición de la soldadesca tenga éxito.

López Obrador, quien ha escrito una biografía sobre el general rebelde, ha dicho de Garza que “es un revolucionario excepcional”. Ávila, el historiador de la UNAM, asegura que el interés del mandatario por rescatar la figura e historia de Garza radica en que lo ve como un precursor de la revolución mexicana y porque compara a los últimos gobiernos mexicanos con el porfiriato. “Así es que un movimiento como el de Garza, opositor al régimen, despierta simpatías por parte del presidente”. Otra historia es la influencia que haya tenido el insurgente. “Quienes estudian la revolución no lo ven como un antecedente”, dice Ávila. Es la historia de fracasos del periodista que algún día soñó con destronar al dictador Porfirio Díaz.

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Sobre la firma

Carlos S. Maldonado
Redactor de la edición América del diario EL PAÍS. Durante once años se encargó de la cobertura de Nicaragua, desde Managua. Ahora, en la redacción de Ciudad de México, cubre la actualidad de Centroamérica y temas de educación y medio ambiente.
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