La depredación del pulpo bebé: ¿el fin de la pesca de la esperanza en el sur de México?
El pulpo maya da sustento a unos 20.000 pescadores en la Península de Yucatán. Se exporta principalmente a Europa. Pero su captura ilegal y la sobreexplotación ponen en riesgo la salud de los pescadores y los ecosistemas
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De una hielera que abarca de lado a lado un pequeño bote de cinco metros de largo, tres pescadores de entre 20 y 35 años sacan un artefacto que a primera vista parecen solo fierros oxidados sobre una tabla de madera. Están conectados a un tanque de cerveza de 30 litros que usan para meter oxígeno por una maraña de mangueras de plástico que parecen no tener fin. El depredador más grande de los pueblos pesqueros de la Península de Yucatán, en el sureste de México, no es un animal mitológico, sino ese tanque de aire casero. Se conoce simplemente como “la compresora” y con ella, los pescadores bucean entre tres y cuatro horas seguidas porque es más barata que un tanque de oxígeno normal. Pero su actividad es ilegal.
En 2018, cuando se popularizó la compresora para la pesca ilegal del pepino de mar en el norte de Yucatán, pescadores de toda la Península fueron allí para aprender a utilizarla, y comenzaron a sacar pepino en otras comunidades. Aunque muchos pescadores y empresarios se enriquecieron, un año después, la captura de esa especie colapsó. Entonces la compresora se siguió utilizando para sacar pulpo.
Jaziel es un pescador que prefiere usar un nombre falso para proteger su identidad. Es alto, robusto y de risa estruendosa. Trabaja como buzo desde hace once años en Lerma, una comunidad de Campeche que aún mantiene una fuerte tradición de pesca con garete. Esta modalidad es la única permitida porque asegura la sostenibilidad de la especie, pero debido al uso desmedido de la compresora, los pescadores legales ya no sacan más de cinco kilos de pulpo al día.
Él, sin embargo, puede sacar más de treinta kilos en un viaje. Un mes antes del inicio de la temporada de pesca (del 1 de agosto al 15 de diciembre de cada año) Jaziel, como muchos otros pescadores irregulares, salió a trabajar con otras tres personas a 20 kilómetros de la costa de Campeche. Ese día, la compresora no encendió y el motor de la lancha se descompuso. El desgaste por el contacto con la sal del mar era visible.
Otro pescador, La Barbie, apodado así por su cabello teñido de rubio, decidió aventarse a pescar a pulmón, como lo hacían antes los buzos. Se colocó un visor, un tubo de esnórquel y se amarró una pinza en el cinturón a modo de pesa y bajó cada uno o dos minutos esperando encontrar algo entre la arena y las bovedillas de construcción que es lo único que se ve en el fondo marino de esta zona.
Luego de cuatro horas de bucear, La Barbie sacó tres kilos de caracol, pepino y un producto que se está popularizando pese a que su captura es ilegal: el pulpo bebé. La cabeza de un pulpo debe medir 11 centímetros para dar la talla mínima legal para pescar, pero estos apenas medían 5. Con la venta no alcanzará para pagar el tanque de 50 litros de gasolina que se desperdició en el viaje, ya que cada kilo de pulpo se vende entre 100 y 150 pesos (entre 5,80 y 8,70 dólares).
Sustento económico
Al pulpo se le conoce como “la pesca de la esperanza” porque con ella alrededor de 20.000 pescadores y sus familias de la Península de Yucatán recuperan todo lo invertido anualmente para reparar sus barcos, cubrir los gastos de sus casas y solicitar préstamos. Pero el animal está en riesgo de sobreexplotación, mientras que los métodos que se usan para su captura ilegal ponen en problemas la salud de los pescadores y de los ecosistemas en los que operan.
La especie que más se pesca es el octopus maya (pulpo rojo), endémica de las aguas del Banco de Campeche. Para su captura se emplea flota menor: embarcaciones pequeñas como la de Jaziel. La otra especie, octopus americanus, que hasta hace poco se conocía como octopus vulgaris (pulpo común), se pesca a lo largo del Golfo de México y la Península de Yucatán con flotas de mediana y mayor altura, que operan casi exclusivamente en el puerto de Progreso.
El pulpo rojo vive poco, entre 12 y 18 meses, lo que significa que es una especie resiliente, que se recupera rápido. “Las hembras desovan menos huevos que otras especies, entre 1.500 y 2.000, pero el bebé desde que eclosiona tiene forma de pulpo chiquito, en lugar de larvas. Esto hace que no se mueva con las corrientes y sobreviva mejor en el fondo marino durante 3 o 4 meses”, explica Otilio Avendaño, especialista en ecología y manejo de pesquerías.
La mayor parte del pulpo que se come en México y muchos otros países viene de la Península de Yucatán. Esta región dependía de especies de escama, como el mero y huachinango, hasta que en 1982 las flotas mayores comenzaron a comercializar el pulpo mexicano a Europa. Hasta 1995, la captura promedió 9.000 toneladas, pero entre 1996 y 1997, Marruecos impuso una veda para prohibir que España siguiera explotando sus recursos marinos y el mercado se volcó a México, que duplicó su nivel de capturas hasta 2010 y se convirtió en la tercera pesquería de pulpo más importante en el mundo.
Entre 2006 y 2021, México exportó más de 150.000 toneladas de pulpo, por un valor de casi 900 millones de dólares. Italia, España y Estados Unidos fueron sus destinos principales. Casi el 82% provenía de Yucatán, de acuerdo con datos oficiales. Pero, la explotación desmedida está pasando factura. Desde 2019, las capturas se han reducido un 30%. En 2022, se capturaron 20.000 toneladas, rebasando por poco la cuota máxima de pesca establecida por el Instituto Nacional de Pesca y Acuacultura (Inapesca). Además, entre agosto y septiembre de 2023, se pescó 39,7% menos que en el mismo periodo del año pasado.
Técnicas ilegales
David Cab y su hermano mayor Víctor pertenecen a la cooperativa Kalapec, en el puerto de Lerma. Ambos usan gorra para cubrirse de las más de seis horas que pasan pescando bajo el sol y al quitársela se nota un cambio de tono entre la piel de su frente y el resto de su cara, quemada por el reflejo de la lancha.
David llegó a ser el actual director del comité de pescadores gareteros. Lo hizo por el hartazgo de pescar cada vez menos mientras veía a buzos cazando todos los días debajo de sus embarcaciones. Desde su puesto exige al Gobierno estatal, a la Comisión Nacional de Pesca (Conapesca) y a la Secretaría de Marina (Semar) que aumenten la vigilancia contra la pesca ilegal. Esta temporada, David y Víctor prefirieron trabajar como albañiles o vendiendo pan, como hacen durante la veda, porque solo lograron pescar cuatro pulpos al día al inicio y la venta no alcanzaba para saldar sus deudas.
La única técnica de pesca permitida en México es con garete por ser más sustentable, artesanal y amigable con la especie. Los pescadores usan jaibas como carnada, que avientan unidas a un hilo sostenido por unos palos de bambú, llamados jimbas. Arrojan de seis a ocho de estas trampas, distribuidas alrededor de su pequeño bote sin motor, y navegan a la deriva, esperando a que el pulpo salga de su guarida a comer la carnada. La técnica es una lucha mano a mano entre pescador y pulpo: el primero debe jalar el hilo a una velocidad moderada para que no se suelte el segundo, mientras éste va comiendo tan rápido como puede para regresar a su cueva. Cuando el pescador y el pulpo se encuentran, al primero le da tiempo de medir al ejemplar y corroborar la talla mínima establecida en la Carta Nacional Pesquera. Si es más pequeño, el pescador lo debe regresar al agua y el pulpo puede volver a su vida sin daño alguno.
Sin embargo, este arte de pesca se ha visto reducido porque es mucho más lento que el ilegal. Al respirar debajo del agua con ayuda de la compresora, los buzos ya no esperan a que el pulpo atrape la carnada sino que pueden perseguirlo hasta cazarlo, incluso dentro de su guarida.
En Yucatán, que hay piedra caliza en el mar, los pescadores que bucean con gancho vierten cloro dentro de las cuevas de los pulpos para forzarlos a salir desesperados. Mientras que en Campeche, como el suelo es somero, los buzos avientan al mar bovedillas de construcción, que son bloques hechos de concreto y arena con tres agujeros en medio. Los rompen y tapan con cemento de un lado para crear casas artificiales para los pulpos donde las hembras desovan y encuentran un falso refugio para ellas y sus crías. Un pescador independiente puede llevar de 70 a 100 bovedillas en cada viaje, y las tira de diez en diez, marcando con el GPS su ubicación. Como el pulpo maya no viaja durante su crecimiento, con esta técnica los buzos saben exactamente dónde encontrarlo.
“En muchos puertos de aquí, de Campeche, verás montañas de bovedillas y creerías que construyen una nueva ciudad. Ellos van a bucear sobre los puntos que visitan periódicamente, sacan los pulpos y luego la bovedilla se vuelve a repoblar de pulpo”, explica Unai Markaida, biólogo marino del Colegio de la Frontera Sur (Ecosur) en Campeche.
Markaida ha trabajado de cerca de los pescadores legales e ilegales de Campeche y reconoce los cambios visibles en la pesca con la llegada de la compresora. “Una lancha de buzos saca alrededor de 200 kilos al día de recurso, como hacían los gareteadores antes. Esto va a tener un límite, porque no puedes estar extrayendo a esos niveles todo el tiempo y además va a traer problemas de salud a los pescadores”, advierte.
Los buzos diariamente se exponen a una descompresión tras tantas horas bajo el agua mientras respiran aire mezclado con gases, pues el motor que propulsa la compresora no tiene filtro. Algunos pescadores le ponen saborizante de menta a la boquilla para disfrazar el sabor a aceite que llega con cada respiración.
Tren Maya, nuevos materiales para la pesca ilegal
La demanda de este animal ha crecido tanto que los buzos no se detienen para diferenciar si el pulpo que pican tiene la talla legal o si son hembras enhuevadas. Por lo general, ellas dejan de alimentarse para cuidar a sus huevos y, cuando nacen, las crías comen el cadáver de su madre. La medida mínima de 11 centímetros de cabeza se determina por la talla de primera madurez del pulpo maya, en la cual la mitad de las hembras ya se reprodujeron, explica Minerva Alonso, oceanóloga que trabajó en pesquerías de pulpo durante 20 años. “Cuando tú vas y sacas con un gancho a un pulpo, hay una gran probabilidad de que sea una hembra, sobre todo en la época de reproducción (porque no sale del refugio) y, en realidad, no solo la matas a ella sino a miles de pulpos”.
Según calcula un pescador ilegal del puerto de Lerma que prefiere no dar su nombre, cada año alrededor de 3.000 lanchas ilegales tiran dos millones de bovedillas. “Yo tiro, póngale, como 500 o 600 bovedillas, pero empresas grandes tiran como 800. Si uno quiere seguir invirtiendo, tú pones una parte y ellas ponen la mitad. Así que hay personas que tiran hasta 3.000 o hasta 5.000 bovedillas por lancha. A veces de la misma empresa son como 10 lanchas”, explica.
Para Otilio Avendaño, quien también es investigador de la UMDI Sisal-UNAM, “aventar bloques de cemento para crear ‘refugios marinos’ sin estudios ni bases también es contaminar”. Según pruebas que se realizaron en su facultad, una de estas bovedillas tarda entre 3 y 5 años en desintegrarse. Además, desde este año, se sumó una nueva técnica ilegal de pesca del pulpo con las obras del Tren Maya, uno de los megaproyectos emblemáticos del presidente Andrés Manuel López Obrador, que trajo consigo el uso de materiales de construcción más baratos y duraderos, como tubos de plástico que los pescadores usan como trampas para los pulpos.
Cab lo confirma mostrando tres bolsas gigantes llenas de tubos en el jardín de uno de sus conocidos que pesca con compresora. “Muchos depredadores fueron a buscarlos para venderlos en 4 o 4,50 pesos cada uno [unos 0,25 dólares]. Tiran hasta 30 juntitos y luego lo van revisando y sacan el pulpo con gancho”, explica Cab. El tubo color naranja se queda en el mar.
La lucha por detener la pesca con compresora
Una vez, unos pescadores de cooperativa quemaron las lanchas de los buzos estacionadas en la costa de Lerma. La competencia por los recursos ha traído fricciones entre locales y los foráneos y entre las cooperativas artesanales y los pescadores irregulares.
Silvia Salas Márquez, responsable del laboratorio de pesquerías en el departamento de recursos del mar del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav) en Mérida, se ha dedicado a estudiar las pesquerías de manera integral tomando en cuenta factores sociales y económicos. “Hay quien aprendió a pescar por tradición y quien encontró la oportunidad de pescar por programas. Ahí yo creo que sí se tiene un sentido de pertenencia. He encontrado que la gente se queja de lo que les llaman los fuereños, porque dicen que ellos no visualizan que el producto pesquero es el futuro de sus medios de vida, porque cuando se acabe ahí se pueden mover a otro lugar”, explica.
Los pescadores de Kalapec muestran pulpos pequeños que fueron decomisados con señas de pesca por compresora. La piel del animal tiene hoyos del fierro que se usó para pescarlos. Algunos ya no tienen brazos. Los perdieron al luchar y agarrarse contra la bovedilla o lo que encontraron a su paso. Un pulpo pescado de manera legal no muestra esas marcas de violencia y muchas veces ni siquiera los matan en altamar porque esperan a llegar a la costa para mantener su frescura, congelarlos y luego enviarlos a los clientes. Por eso se reconoce la calidad del pulpo maya.
En una mesa del mercado central de la ciudad de Campeche, durante la temporada de veda, a primera vista no hay pulpo desplegado en los puestos, pero basta con preguntar a los vendedores para que refieran a alguien que lo tiene oculto en un refrigerador debajo del mostrador. Los pulpos fueron pescados con gancho. La cabeza de uno ya no tiene forma y la del otro está rebanada a la mitad.
El mercado europeo fija los precios
“Siempre hablamos de la pesca ilegal, pero no hablamos de los mercados ilegales e informales”, señala Salas del Cinvestav. En 2020, la especialista mapeó junto con otras investigadoras a los actores de la cadena productiva del mercado del pulpo. Gran parte del producto legal se distribuye a través de los dueños de las cooperativas, bodegas de almacenamiento y distribuidores independientes y sale de la península a través de 25 plantas certificadas para exportar al mercado europeo, de las cuales 23 están en Progreso.
En México, el pulpo llega a la Ciudad de México, Guanajuato, Guadalajara, Baja California, Sonora y Monterrey, desde donde también se exporta. “El mercado de La Viga en la Ciudad de México es un centro logístico donde muchos dejan su producción y la mueven a los diferentes estados a través de fleteras consolidadas”, cuenta el empresario Víctor Juan Zacarías Solis, quien también es presidente de la Cámara Nacional de las Industrias Pesquera y Acuícola (Canainpesca) en Yucatán.
El mercado europeo fija los precios, ya que no compra pulpo de más de 100 pesos (5,80 dólares) a las exportadoras. Ellas determinan el precio al pescador y a las bodegas basándose en la oferta y demanda. Esta temporada, el pulpo se pagó en 70 pesos por kilo al pescador de cooperativa.
Desde 2018, las empresas obtuvieron mayor capacidad de controlar el mercado más allá del precio porque el Gobierno federal dejó de entregar permisos nuevos para pescar por la sobreexplotación de diferentes especies. Quienes tenían uno comenzaron a venderlo o intercambiarlo y a crear arreglos comerciales como emplear a los pescadores regulares e irregulares a cambio de pagarles insumos como gasolina para la pesca y comprarles el producto. “Entonces llega un permisionario que les paga más barato y teniendo 20 lanchas les dice: ‘Te contrato y el permiso es mío, pero si tú pescas ilegalmente, el que se va a la cárcel eres tú”, explica Salas.
A su vez, las cooperativas se multiplicaron para recibir apoyos económicos del Gobierno. Pasaron de ser un modelo equitativo, con representantes y votaciones, a organizaciones formadas por familias completas. Los expertos aseguran que, aunque ha habido iniciativas para un ordenamiento pesquero, estas prácticas obstaculizan la pesca legal.
Además, la pesca ilegal puede navegar a través de los caminos legales. Según explica el presidente de la Confederación de Cooperativas Pesqueras y Acuícolas de México (Comecoop), José Luis Carrillo, hay pescadores irregulares que entregan su producto a los regulares en el mar o ambos entregan a la misma bodega en tierra y, si cada uno capturó cien kilos, se registran 200 en el total de arribos del pescador legal, pues no hay una limitante de pesca máxima por permisionario. “Así, el 30% o 40% de producción ilegal llega hasta Europa sin ningún problema”, dice Carrillo.
La única regulación que existe para limitar las capturas durante la temporada es la cuota determinada por Inapesca, que este año se fijó en 21.392 toneladas a nivel federal, un límite que los comerciantes superan cada año, aunque eso implique una pesca mayor de lo recomendado para mantener a la población de pulpos sana.
Según explica Zacarías, durante el periodo de veda, las congeladoras se quedan con pulpo en stock para surtir a otros exportadores y minoristas, pues “ellos quieren vender los 12 meses del año”, señala. Sus trabajadores al recibir el producto revisan la talla (que van del 1 al 6, de los 450 a los 2.700 gramos respectivamente) y rechazan los pulpos de tallas menores; aunque los pescadores aseguraron que las bodegas les reciben pulpo bebé mientras no sea muy notorio.
En el Nuevo Mercado de la Viga en la Ciudad de México, vendedores ofrecen pulpos de tallas menores a las legales y con señas de haber sido pescados con gancho. “Ahorita está más barato”, dice uno, “porque es la temporada. Cuando es fuera de temporada está más caro”. Además, dicen recibir también ejemplares frescos de contrabando.
Las taras de pulpo fresco exhiben ejemplares con la cabeza visiblemente destruida proveniente de Campeche. Un vendedor ofrece pulpo baby, una talla por debajo de la permitida, a 85 pesos el kilo (5 dólares), más barato que los 120 y 140 pesos (entre 7 y 8 dólares) que cuestan los de tallas legales. “Hay un mercado de comercio ilegal durante todo el año de pulpo fresco y no existe una supervisión a los restaurantes suficientemente fuerte porque el tema de la trazabilidad es muy débil, es muy difícil detectar revisando documentos”, explica la oceanóloga Minerva Alonso.
Iniciativas como Fishery Progress (FIPS) han intentado mejorar la trazabilidad de la pesquería, pero la certificación, entre otras fallas, apenas se ha implementado en ocho empresas y cooperativas de toda la península.
Las consecuencias de la corrupción
Gran parte de los involucrados en la pesquería de pulpo se han organizado en comités para enfrentar la ilegalidad. Frecuentemente tienen reuniones con autoridades e incluso una vez compraron una lancha para apoyar a las autoridades federales en la vigilancia, pero el actual titular de la Secretaría de Pesca estatal ha denunciado la falta de inspectores.
Los esfuerzos se enfocan en el decomiso de productos ilegales en el mar o en traslados desde los puertos de Celestún y Dzilam de Bravo, donde hay un mayor registro de lanchas irregulares. Según un pescador de Kalapec, Conapesca depende de la Marina para sus labores de vigilancia porque no tiene un vehículo propio. “Les dan entre 27.000 y 30.000 pesos (1.600 y 1.740 dólares) para usar un vehículo de la Marina con combustible, pero estos últimos solo salvaguardan la integridad de los pescadores, mas no participan en el operativo del decomiso”, explica.
Entre 2009 y 2023, Conapesca registró 822.883 acciones de vigilancia distintas (recorridos terrestres, acuáticos, pláticas de prevención e inspecciones), el 2,7% de ellas en Campeche y el 3,5% en Yucatán. Son dos de los diez estados del país con mayor vigilancia de ese organismo, pero están lejos del 19% que representan las acciones realizadas en Sinaloa, de acuerdo con datos proporcionados por la comisión vía solicitud de información.
Carlos Rosas, doctor y acuicultor de la UNAM Sisal, propone una mayor vigilancia a las menos de treinta empresas congeladoras y exportadoras que reciben producto de diferentes cooperativas y bodegas: “Si controlas al comprador, frenas al pescador, porque no hay a quien le venda”, señala. Además, sugiere que ellos tienen mayor capital que los buzos para pagar las multas de Conapesca.
Investigadores y pescadores coinciden en que existe corrupción entre los inspectores de Conapesca para que sigan las operaciones irregulares. “La pesca ilegal deja mucho dinero y hablamos de los que se dejan corromper para que pase su lancha, no le pase revisión a la bodega o blanquean sus facturas. Todo eso es la depredación”, dice Cab.
A Jaziel y sus compañeros, Conapesca ya les ha decomisado equipo valuado en 20.000 pesos (1.160 dólares) y el producto que esconden en una hielera durante el viaje. Saben que, con el motor descompuesto, son un blanco más fácil para la lancha de Semar, que a lo lejos persigue a otras embarcaciones con buzos, pero no los detiene “porque sus lanchas están marcadas”, denuncia el pescador.
Sus jefes les han recomendado que, si les paran los inspectores, se dejen agarrar y les entreguen la compresora: “Te van a remolcar, te toman fotos para que ellos la suban al feis [Facebook], que vean que están trabajando, pero después le llevan la compresora al patrón, se la venden en 5.000 pesos (290 dólares) y le piden 30.000, 40.000 pesos (entre 1700 y 230 dólares) mensuales para seguir trabajando sin que los detengan”, dice Jaziel.
A los pescadores del comité que se han quejado de las lanchas que operan sin permiso o de la corrupción, los inspectores los buscan para sancionarlos por faltas menores como no llevar su documentación completa en cada viaje. “Todo se sabe”, cuenta Alonso. “En ocasiones, se ha pedido catear una bodega donde hay producto ilegal y, una noche antes de que vayan los inspectores, ya vaciaron la bodega porque alguien les avisó”. Conapesca no respondió a las solicitudes de entrevista para este reportaje.
Amenazas al ecosistema
La cadena de responsables por la pesca desmedida del pulpo tiene un eslabón más, que para parte de los entrevistados en este reportaje es el de mayor peso: los consumidores, ya sea puestos en las costas o cualquier restaurante. Silvia Salas recomienda solamente consumir pulpo durante la temporada de pesca, mientras que Minerva Alonso cree que debería haber una mayor inspección a los restaurantes, donde hay chefs que trabajan con iniciativas como Comerpesca para capacitarse y comprar los productos de acuerdo a la normatividad.
En el restaurante Los mariscos de Chichí, con una vista inigualable al malecón de Progreso, los meseros ofrecen pulpo como especialidad del día por 600 pesos (35 dólares) durante la veda. Como consumidor, es difícil corroborar si fue pescado de manera legal porque su tamaño se reduce con la cocción, pero las congeladoras (legales) aseguran que ellas no venden pulpo de manera local. Al solicitar permisos o facturas de donde se compró el pulpo, los meseros no dan esa información.
Otra amenaza para la especie son los factores ambientales, como anomalías térmicas cada vez más frecuentes, que pueden debilitar a la especie. El equipo de Carlos Rosas de la UNAM Sisal encontró que, a una temperatura mayor a 27°C, las hembras dejan de desovar y los machos producen menos esperma. Así, los huevos y pulpos juveniles crecen menos que en la temperatura normal (22-24ºC) porque consumieron más energía para vivir. El doctor y su equipo creen que la siguiente generación de estos pulpos pequeños será aún menor.
Sin embargo, los investigadores consultados coinciden en que, por su resiliencia, antes de desaparecer, el pulpo se mudaría a aguas más profundas para mantener una temperatura adecuada, pero la cadena de producción colapsaría. Para los pescadores, adaptarse a cada temporada implicará alejarse cada vez más de la costa, invertir más en gasolina y un mayor esfuerzo, algo que solo la flota mayor podrá solventar.
Alicia Virginia Poot Salazar, responsable regional de Inapesca en Yucalpetén, asegura que no se requieren estrategias especiales de manejo porque la pesquería de pulpo sigue sana, pero los estudios de su institución han mostrado preocupación sobre esa práctica. Desde 2011, antes del boom de la compresora, dicho instituto advirtió que si la pesquería se seguía sustentando principalmente en la captura de pulpo maya se corría un riesgo de sobreexplotación del recurso a corto plazo. Recomendó hacer un mejor manejo enfocado en el pulpo común e implementar estrategias para pescar tallas legales, lo que no ha ocurrido.
Mientras, en el puerto de Lerma, los pescadores exigen penas más severas para el comercio ilegal y que se respete su actividad artesanal, en riesgo de desaparecer. “Así es la vida de un pescador”, dice David Cab después de remolcar la lancha de Jaziel a la orilla tras permanecer seis horas varados en altamar. “Para nosotros la pesca es todo, de eso vivimos y por eso estamos luchando”.