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El asesinato del líder de los empresarios de bares y discotecas pone en jaque la noche de Acapulco

La muerte de Jesús Rivera en plena zona de la Costera ocurre meses después de que un grupo de hombres incendiara el Baby’O, joya del puerto de la ciudad

Pablo Ferri
Jesús Rivera, presidente de la asociación de bares y discotecas del puerto de Acapulco.
Jesús Rivera, presidente de la asociación de bares y discotecas del puerto de Acapulco.RR.SS.

La historia es conocida. Llegan uno o varios tipos armados, se acercan a la víctima, disparan. Huyen. La víctima queda en el piso, se desangra, llega una ambulancia, los paramédicos certifican su muerte. En un país acostumbrado a niveles altísimos de violencia, el asesinato de un hombre en Acapulco parece casi un mal menor. Al fin y al cabo, la ciudad ha vivido dos años en relativa calma, igual que el Estado de Guerrero, que en 2021 contó menos de 1.500 asesinatos por primera vez desde 2008.

Ocurre, sin embargo, que el hombre asesinado el pasado fin de semana en Acapulco es Jesús Rivera, presidente de la asociación de bares y discotecas del puerto. Y que el ataque en su contra ocurre meses después de que un grupo de maleantes prendiera fuego a la discoteca Baby’O, la joya del ocio nocturno de Acapulco, hecho que sigue en la impunidad y mantiene cerrado el lugar de manera indefinida. La pregunta es evidente, ¿la violencia está volviendo al puerto?

Los colegas de Rivera, presidentes de otras asociaciones turísticas en Acapulco, responden que no. Alejandro Domínguez, presidente de la Asociación de Hoteles y Empresas Turísticas de la ciudad, señala por ejemplo que, efectivamente, “en Acapulco ha bajado la delincuencia de manera importante. Una situación como la que se vivió la semana pasada maximiza las cosas”. Domínguez añade: “Lamentamos mucho estos hechos, esta situación tan lamentable, pero hay que dejar un mensaje claro para no afectar un destino turístico tan importante”.

De opinión parecida es Francisco Aguilar Ordóñez, presidente de la asociación de Hoteles y Restaurantes de la zona Tradicional. “Tenemos una situación que está en todo México, le hablo de la violencia”, dice. “Pero hay un gran refuerzo de la Marina, del Ejército y también de la Guardia Nacional. Ha bajado la violencia, no estamos como hace algún tiempo. Al menos en lo que hace a la zona de la Costera. Hay algunos problemas en las orillas, en la zona semirrrural y en colonias proletarias. Pero en la Costera sí le bajaron”, añade.

Lo cierto es que Guerrero es un caso de éxito, también Acapulco, aunque con salvedades. Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, el Estado registra cada año menos asesinatos, tendencia que inició en 2018. En el año anterior, 2017, la región contó 2.637 casos, cifra que fue bajando hasta los 1.469 del año pasado. En el puerto la situación es ligeramente distinta. La ciudad alcanzó el pico de asesinatos en 2016, con 1.088, y luego bajó hasta los 471 de 2020, año en que empezó la pandemia. En 2021, sin embargo, la cifra ascendió de nuevo, hasta los 570.

En casos como el de Rivera, la preocupación trasciende al atentado y apunta a su significado. ¿Por qué alguien atacaría al dueño de varios bares y discotecas del puerto? ¿Por qué le dispararían hasta 11 veces, según reportaron las autoridades? ¿Por qué ya de madrugada, casi a las 4 de la mañana? Vista la experiencia de la propia ciudad y la actividad de los locales que representa, la respuesta fácil es que pudo ser un tema de extorsión.

“Se puede hablar de muchas teorías. Puede ser extorsión, claro, pero puede ser otra cosa”, explica Aguilar Ordóñez. “La semana pasada tuvimos una reunión ahí en La Playita. Estuvimos con él, buscando algunos proyectos para el próximo año. Todo muy cordial. No mencionó que estuviera preocupado por nada. Que yo sepa no tenía nada que esconder, no tenía nada contra nadie”, añade.

Preguntado al respecto, un reportero de la ciudad con experiencia en cubrir temas de violencia menciona que Rivera tenía “fama de estricto con el dinero y los inventarios. No quería que nunca faltara nada”. El reportero menciona que los bares de Rivera, caso de La Hamaca, el VIP Costera o el Tóxica tenían fama de problemáticos, sobre todo el primero. No en vano, el fin de semana pasado, un cliente acabó en la banqueta, frente al local, con la cabeza abierta de un botellazo.

Sobre la extorsión, Alejandro Domínguez señala: “No podemos juzgar qué pasó. Es un tema muy delicado, le corresponde a las autoridades. Si me pregunta si se ha agudizado, sí, hay negocios donde piden extorsiones. Tiene un impacto de manera importante, muy negativo, a nivel internacional”.

Domínguez reclama a las autoridades, a la alcaldesa de Acapulco, Abelina López, y la gobernadora, Evelyn Salgado, las dos de Morena, un mayor esfuerzo policial. “Solicitamos que haya elementos policiacos de inteligencia. Podemos tener 200.000 policías de Caleta a Diamante, pero no va a tener un efecto importante para bajarle a la violencia. Tenemos que tener inteligencia”, dice. “En Los Cabos tenían una situación muy delicada de inseguridad hace tres años y ahí se puso un tema de inteligencia y han avanzado, yo te diría un 90%”, zanja.

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Sobre la firma

Pablo Ferri
Reportero en la oficina de Ciudad de México desde 2015. Cubre el área de interior, con atención a temas de violencia, seguridad, derechos humanos y justicia. También escribe de arqueología, antropología e historia. Ferri es autor de Narcoamérica (Tusquets, 2015) y La Tropa (Aguilar, 2019).

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