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Muere la fotógrafa Nadja Massün, una vida de retratar lo humano

La artista visual, nacida en República Democrática del Congo y con raíces francesas y húngaras, ha fallecido este martes a los 59 años, en Ciudad de México

Un autorretrato de la fotógrafa Nadja Massun.
Un autorretrato de la fotógrafa Nadja Massun.Nadja Massün
Erika Rosete

Nadja Massün fue universal y humanista como su mirada. La fotógrafa nacida en el corazón de África (República Democrática del Congo, 1963) con raíces francesas y húngaras, llegó a México en 1983 para no irse más. Pasó muy poco tiempo en el pías que la vio nacer y pronto su familia se trasladó a Colombia, Perú, Budapest y Costa Rica, debido a las labores de su padre, quien trabajaba para Naciones Unidas. Fue tal vez esa vida nómada, de encuentros y desencuentros y de descubrimientos de distintas sensibilidades y formas de habitar el mundo, lo que le dio una visión privilegiada y prodigiosa a la hora de usar su cámara. Massün ha muerto este martes tras padecer una enfermedad que, no obstante, nunca acabó con sus ánimos y con su fortaleza.

Le gustaba el retrato en blanco y negro porque, decía, era la mejor forma que encontraba para captar y plasmar los sentimientos que se escondían en cada expresión o movimiento. Su búsqueda iba más allá de lo que el lente lograba captar. Se preocupó por que esas imágenes inmortalizadas con su cámara revelaran la esencia humana detrás de cada minúsculo acto. Se aproximaba sigilosamente a observar y a retratar. Fasuto Nahúm, director del Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo, en Oaxaca, la describe como alguien profundamente natural. “Ella podía estar en cualquier lugar y no sentías nunca su presencia como algo intrusivo. Uno ve sus imágenes y se siente como si se perteneciera a esos lugares donde ella estuvo y que pudo fotografiar”, cuenta por teléfono, desde el centro en donde la artista pasó mucho tiempo como alumna, expositora y espectadora.

Estudió en esos talleres, en Oaxaca, al tiempo que se interesaba por los movimientos sociales que crecían a su alrededor. No solo retrató las costumbres y tradiciones de la tierra que adoptó como propia y en donde construyó su familia, también se acercó a algunas comunidades en conflicto y documentó el movimiento magisterial en ese Estado, durante el convulso 2006.

Sus exposiciones individuales y colectivas han recorrido las latitudes de lugares como Xilitla, en San Luis Potosí, Marruecos, San Mateo del Mar, en Oaxaca, Bolivia, Transilvania, París, La Habana o Guerrero. En 2014, se expresaba así sobre su trabajo, en el periódico mexicano La Jornada: “Lo que me atrae son los rostros, los gestos, los movimientos del cuerpo que remiten a un estado de ánimo y cuentan una historia. El paisaje es como la tela de fondo, su función en mi fotografía es enfatizar lo que intento: captar una mirada, una anécdota, un momento de gravedad, una interioridad que me hablan”.

Desde el año 2000 se dedicó enteramente a la fotografía y a la documentación de los temas en los que ella más creía. Pero también contaba con estudios en Economía, por la Universidad de Ginebra, y de Ciencias Políticas, en Budapest. En en su hoja de vida también figura su trabajo, al igual que su padre, con Naciones Unidas, para el Alto Comisionado para los Refugiados en Chetumal, según resume la revista Gatopardo. El historiador Károly Kincses, curador de parte de la obra de Massün, se refiere a ella como alguien que se identifica “con la humanidad que nos une a todos, lo que se traduce en una visión tan cautivante como natural”. “Esta es su cualidad más extraordinaria: ahí donde se encuentre, estará en casa. No tomará fotos como una extranjera, sino como una madre jugando con sus hijas o una bailarina en un salón de baile (...)”, dice en el libro Nadja Massün.

Viajera incansable, activista sensible, espectadora del mundo y apasionada por lo que veía y lo que no veía (pero que intuía fácilmente), enfermó hace algunos meses de un padecimiento terminal y poco conocido. “Nadja es, con mucho, la mujer más inspiradora que he conocido. Es inteligente, elegante, elocuente, una fotógrafa con talento, tiene un gusto increíble, es amable, increíblemente divertida y cariñosa. Es leal, más allá de la lealtad. Apoya las causas que perfilan la injusticia política, los derechos de los indígenas y el medio ambiente”, cuenta una amiga cercana en una plataforma en la que se recaudaban fondos para ayudar en el tratamiento médico de la artista. “Todo era una aterradora caída libre hacia una enfermedad desconocida y aparentemente no diagnosticable”, relata.

La escritora mexicana Guadalupe Loaeza motivaba, a través de sus redes sociales, el respaldo a Massün. El pasado marzo, escribía: “Es tan original y tan poco convencional, que el padecimiento que sufre, desde hace más de un año, Nadja Massün, ‘motor neurone disease’, síndrome de neurona motora, también lo es. Gracias a su fuerza interior ha podido sobrellevar el deterioro de su movilidad”.

Encuentros Afortunados es el nombre de la exposición que será inaugurada este jueves, 12 de mayo, en el Museo Archivo de la Fotografía, de Ciudad de México. El mismo recinto, publicaba, tras la confirmación de la muerte de la artista, que el deseo de la familia era continuar con la inauguración. “Lamentamos profundamente la ausencia de una gran fotógrafa, mujer sensible y excelente madre”, escribió el Museo. “(La exposición) será un merecido homenaje a una mujer fuerte y decidida, que trabajó con comunidades indígenas y luchó por las causas justas”.

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Sobre la firma

Erika Rosete
Es periodista de la edición mexicana de EL PAÍS.

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