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Biden nombra a Ken Salazar como próximo embajador en México

La nominación de este hispanohablante que fue secretario de Interior en el primer Gobierno de Obama deberá ser ratificada por el Senado de EE UU

Elena Reina
Ken Salazar, abraza a Barack Obama tras ser anunciado como secretario de Interior en 2008
Ken Salazar, abraza a Barack Obama tras ser anunciado como secretario de Interior en 2008.

Después de meses desde que comenzó a sonar su nombre, el Gobierno del presidente Joe Biden ha hecho público este martes el nombramiento de Ken Salazar como próximo embajador de Estados Unidos en México. El nuevo puesto del que fuera secretario de Interior durante la primera etapa de Gobierno de Barack Obama, fiscal y después senador por su tierra natal, Colorado, deberá ser ratificado por el Senado tras esta nominación. Pero este hombre hispanohablante —descendiente de españoles establecidos en México desde el siglo XVI— cercano a Biden durante su etapa como senador y con acceso directo al Despacho Oval, apunta a convertirse en el nuevo representante de Estados Unidos en un contexto crucial para el acercamiento entre ambos países. El Gobierno de Biden también ha nombrado al subsecretario de Estado con Obama, Thomas R. Nides, como nuevo embajador de Israel en un momento clave de tensión diplomática.

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Salazar, que en muchas de sus apariciones públicas se le observa con un sombrero vaquero, ha sido un político cercano al presidente Biden desde hace dos décadas, especialmente en su etapa como senador en el 2000. De manera que algunos analistas internacionales sospechan que este nombramiento de un hombre de la confianza del mandatario implica la importancia que tendrá en el Gobierno de Biden las relaciones con México y su homólogo, Andrés Manuel López Obrador. Los temas como la crisis migratoria y la violencia serán fundamentales en esta andadura diplomática.

Es abogado de profesión. Tiene 66 años. Cuando dejó el servicio público en 2013, se incorporó al buró jurídico internacional Wilmer Hale. En las pasadas elecciones presidenciales, fue copresidente del Comité Liderazgo Latino para impulsar el voto de la comunidad a favor de Biden. “Joe Biden entiende que la comunidad latina es clave para nuestra democracia y la futura prosperidad de EE UU”, señaló en campaña electoral Salazar. “Es un orgullo para nosotros respaldarlo para poner fin a la embestida de la Administración Trump contra 60 millones de latinos en todo el país”, añadía. En 1998 se convirtió en el primer latino en servir como funcionario estatal en Colorado y también fue el primer latino en representar a Colorado en el Senado.

Se considera a sí mismo como un ecologista y duro combatiente contra el cambio climático, una agenda que no sigue la estela de lo establecido por López Obrador: el impulso estatal al petróleo y el carbón. Como secretario del Interior de Obama, Salazar jugó un papel clave en la política energética y de cambio climático, así como en la agenda en conservación del medio ambiente de esa Administración. Sin embargo fue cuestionado por activistas ambientales por sus presuntos nexos con empresas mineras y petroleras. Él mismo abogó por la técnica del fracking.

Al dejar la función pública, ha representado a clientes en asuntos de energía, medio ambiente y recursos naturales como abogado. Esta relación con las empresas energéticas puede significar una presión para el Gobierno mexicano que logró la aprobación en el Congreso la Ley de hidrocarburos que, según la iniciativa privada, significaba una vía a la expropiación. La contrarreforma del sector de los hidrocarburos buscaba facilitar la suspensión de permisos de compañías privadas en nombre de lo que el presidente mexicano llama “soberanía energética”. La medida se encuentra, de momento, suspendida en los tribunales por los recursos presentados por cinco empresas.

Los temas que más preocupan a ambos lados de la frontera son la crisis migratoria y el narcotráfico. Con el Gobierno de Donald Trump, López Obrador debió ejercer la mano dura que el vecino del norte exigía a cambio de no imponer aranceles a los productos mexicanos. Y México se convirtió de facto en el gran muro de Trump. Incluso se aprobó una medida para que los migrantes que pidieran asilo en Estados Unidos esperaran su trámite legal en México (Remain in México), un programa que vulneraba cualquier tratado internacional para los refugiados y que la vicepresidenta Kamala Harris anunció, en su gira reciente por Centroamérica y México, que su Gobierno eliminará.

La crisis de violencia que asola a México desde hace años y que ha escalado a unas cifras de homicidios históricas, casi 100 al día, es otro de los puntos clave que mantiene a ambos países en tensión. Pues a Estados Unidos le interesa que México controle al narco y, por tanto, el tráfico de estupefacientes cuyos consumidores son en su mayoría estadounidenses; pero López Obrador y su Gabinete han insistido que de nada sirve un combate a los cárteles si en el norte no controlan el tráfico de armas. El trabajo diplomático del nuevo embajador irá también dirigido hacia un acuerdo en esta materia.

Salazar tiene la complicada misión de estrechar lazos con López Obrador, que mantuvo buenas relaciones con el expresidente Trump, pese a los continuos ataques durante su Gobierno sobre la construcción del muro e insultos a los migrantes mexicanos. El clímax de la tensión entre ambos países se vivió cuando el mandatario mexicano se negó a reconocer la victoria de Biden en las urnas cuando Trump acusaba de fraude y ya medio mundo había celebrado el triunfo del demócrata. La relación comenzó con obstáculos, que la vicepresidenta Harris ha tratado de sortear en la primera visita oficial a México hace una semana.

De ser ratificado por el Senado, Salazar será el quinto embajador estadounidense en México con sangre hispana. Lo anteceden Julián Nava (hijo de inmigrantes mexicanos), John Gavin (de madre sonorense), Tony Garza (nieto de inmigrantes mexicanos), y Carlos Pascual (nacido en Cuba).

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Sobre la firma

Elena Reina
Es redactora de la sección de Madrid. Antes trabajó ocho años en la redacción de EL PAÍS México, donde se especializó en temas de narcotráfico, migración y feminicidios. Es coautora del libro ‘Rabia: ocho crónicas contra el cinismo en América Latina’ (Anagrama, 2022) y Premio Gabriel García Márquez de Periodismo a la mejor cobertura en 2020

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