Dmitri Muratov, periodista ruso represaliado: “Putin se ha reído de los políticos europeos”
El Premio Nobel de la Paz 2021 llama a reconstruir el periodismo en un mundo que “ya no cree en la verdad” y reprocha a Europa que desatendiese los derechos humanos en Rusia a cambio de petróleo y gas
Dmitri Muratov (Samara, 64 años) habla como recién llegado de un viaje a un futuro indeseable que hoy ensombrece países que se creían inmunes. “Tengo que avisarle de que ahora mismo está entrevistando a un enemigo del Estado”, informa el periodista ruso.
El Premio Nobel de la Paz 2021 se refiere ...
Dmitri Muratov (Samara, 64 años) habla como recién llegado de un viaje a un futuro indeseable que hoy ensombrece países que se creían inmunes. “Tengo que avisarle de que ahora mismo está entrevistando a un enemigo del Estado”, informa el periodista ruso.
El Premio Nobel de la Paz 2021 se refiere a la lista negra en la que lo ha metido el Gobierno de Vladímir Putin, el mismo que ha cerrado casi todos los medios de comunicación críticos y encarcelado a 48 periodistas. Muratov describe la demolición democrática en su país en una estancia del Auditorio do Mar de Vigo, donde el pasado 12 de noviembre impartió una conferencia. En el marco del Vigo Global Summit, entre empresarios, economistas, políticos y banqueros, alertó sobre los nuevos disfraces con los que el totalitarismo de siempre avanza por el mundo. En Rusia ya “todo es propaganda”, y cuando empezaron los ataques al periodismo y el retroceso en derechos y libertades, las autoridades europeas optaron por mirar hacia otro lado, reprocha.
En la redacción del periódico de Muratov tuvieron claro que Putin era un político “autoritario” desde que se encaramó al poder en 2000. A Nóvaya Gazeta, un medio nacido en 1993 y apoyado por Mijaíl Gorbachov, no le fue difícil percibirlo porque sufrió desde el principio las reacciones del mandatario a su periodismo crítico. Los recortes a la libertad de expresión e información en Rusia se agravaron tras el atentado terrorista de Beslán en 2004. Dos años después, fue asesinada la periodista Anna Politkóvskaya. No era el primer asesinato de compañeros de Nóvaya Gazeta. “Yo quería cerrar el periódico porque era la tercera muerte que sufríamos. El país se había convertido en peligroso para los periodistas”, relata Muratov. “Pero mis compañeros dijeron que no, que había que seguir trabajando”. Luego mataron a otros tres periodistas y colaboradores.
¿Qué hacía la Unión Europea mientras tanto? Muratov ilustra la respuesta con el ejemplo de un dirigente europeo “importante”, que en una visita a Rusia “puso flores en recuerdo de la periodista Anna Politkóvskaya y luego fue a firmar acuerdos con Gazprom”. “Putin se ha reído de los políticos europeos. Deberían haber hablado de derechos humanos, pero solo les interesaba el petróleo y el gas”, reprueba el Premio Nobel de la Paz 2021. Y aporta un dato: “Al menos 16 presidentes y ministros de países europeos empezaron a trabajar en compañías del presidente de Rusia. El canciller alemán [Gerhard] Schröder, para la compañía petrolera estatal Rosneft. También el ex primer ministro francés [François] Fillon. De Finlandia, de Austria… Todos ellos tienen trabajo en Rusia, en compañías muy grandes”.
Putin retiró la licencia al periódico que dirige Muratov unos días después de comenzar el ataque a Ucrania, al que el periodista llama “operación especial” para evitar represalias en su país. La palabra guerra está prohibida en Rusia, aunque Putin la ha llegado a usar a medida que se alargaba la invasión. Tras la acometida militar del Kremlin, los más jóvenes de la redacción de Nóvaya Gazeta decidieron exiliarse y fundar una edición para Europa en Riga, la capital de Letonia. Los mayores, incluido el Premio Nobel de la Paz, se quedaron en Moscú. Impulsaron una encuesta entre los lectores para que fueran ellos los que decidieran si cerraban la publicación o preferían que continuaran informando incluso bajo la bota de la censura. “Fue una votación grande, miles de personas participaron. Nos dijeron que nos dejásemos de tonterías, que entendían todo y que querían que siguiésemos”, cuenta Muratov. Su trabajo se difunde a través de Telegram y YouTube.
El periodista ruso pinta un panorama sombrío para la profesión y las libertades en el mundo. Vuelve el fascismo, alerta, la censura se ha globalizado y “los algoritmos hacen lo que quieren”. “La gente ha dejado de creer en la verdad”, en los hechos, y la mayoría solo acepta lo que ve, vive y siente. “La verdad y los antibióticos son parecidos: cuando se usan mucho dejan de funcionar”, afirma Muratov. “Los periodistas tenemos que reconstruir todo desde el principio”. El director de Nóvaya Gazeta llama a tejer mallas internacionales de periodistas que combatan la mentira verificando información, sobre todo ahora que los dueños de las redes sociales se quieren deshacer de las herramientas de fact-checking. Su equipo ya colabora con la filipina Maria Ressa, con la que Muratov compartió el Nobel, y con una plataforma china. “A mentir todo lo que uno quiera le llaman libertad de expresión. Ese es nuestro problema principal”, resume.
En Europa aún perviven instrumentos para frenar ese futuro indeseable que él tan bien conoce, subraya Muratov: “La UE tiene un Parlamento. Podéis manifestaros y salir a la calle. Tenéis periódicos como EL PAÍS, La Stampa, Le Monde, Frankfurter Allgemeine… Podéis discutir y hablar tranquilamente. Aquí un músico canta una canción en la calle y no va a la cárcel como en Rusia. Podéis decir vuestra opinión; nosotros, no”. Se muestra desesperado con la situación de los presos políticos de su país, entre ellos medio centenar de periodistas. Nadie atiende sus peticiones de ayuda, apunta. “Hablé con el Papa de Roma, con Cruz Roja, con Macron… Nadie hace nada para liberar a esta gente”, se queja. “Hablan de geopolítica, pero nadie quiere hablar de una persona concreta. La política sin rostros es más fácil”.
El Premio Nobel de la Paz evita opinar sobre las diferencias de trato de la UE a Rusia y a Israel. Señala que está gestionando una visita a la Franja de Gaza para ver con sus “propios ojos lo que está pasando”. Pero a priori ve diferencias. La “tragedia” de Gaza es “diferente a la de Ucrania”. “En mi opinión, Hamás provocó a Israel. Ucrania en ningún momento provocó a Rusia. Ni amenazó ni hubo ataques terroristas”, sostiene. “Ucrania y Rusia siempre han sido hermanos. Los árabes y los judíos, nunca. Son historias totalmente diferentes. Pero hay muchos muertos en un sitio y en otro”.
El final de la entrevista se acerca y Muratov lanza una rotunda confesión de desánimo ante el porvenir de Rusia: “No tengo esperanza, vivo sin esperanza, estoy libre de esperanza”. La resignación dura poco. “La generación de jóvenes es la mejor de la historia. Están contra la guerra, tienen empatía…”, añade espontáneamente. ¿Acaso no es eso esperanza? “Pues sí”, admite el periodista con una sonrisa.