La Unión Europea duda si responder con toda su artillería a los desafíos de Trump
Bruselas acoge en silencio una batalla entre quienes creen que la réplica a los posibles aranceles de la Casa Blanca debe limitarse al ámbito comercial y quienes abogan por un choque frontal
Las instituciones de la Unión Europea, dicen sus responsables, están preparadas para tomar represalias contra Washington y dar una respuesta “firme” si el presidente estadounidense, Donald Trump, impone aranceles a los productos europeos, pero guardan en un cofre su libro de jugadas. Entre el secretismo y la duda sobre qué hará el imprevisible republicano en Washington, se libra una batalla subterr...
Las instituciones de la Unión Europea, dicen sus responsables, están preparadas para tomar represalias contra Washington y dar una respuesta “firme” si el presidente estadounidense, Donald Trump, impone aranceles a los productos europeos, pero guardan en un cofre su libro de jugadas. Entre el secretismo y la duda sobre qué hará el imprevisible republicano en Washington, se libra una batalla subterránea dentro del Ejecutivo comunitario, según admiten fuentes europeas.
De un lado de la pugna están los pragmáticos, partidarios de contemporizar, como ya se hizo durante el primer mandato de Trump, y ceñir la respuesta a una guerra comercial al uso, con medidas recíprocas. De otro están quienes creen que Bruselas debe ir al choque frontal con Trump, con todo el arsenal disponible contra industrias y servicios estadounidenses, si la Casa Blanca consuma sus amenazas. Sobre todo si Trump utiliza los aranceles a la UE como arma para lograr otros fines: por ejemplo, el blindaje de los gigantes tecnológicos —que apoyan al republicano— ante cualquier investigación de Bruselas.
Mientras, la Comisión Europea va de puntillas a la hora de tratar con Trump y sus constantes andanadas, que sacuden el tablero geopolítico global. Así ha sucedido esta semana, tras la amenaza del presidente estadounidense de hacerse con el control de la Franja de Gaza y desplazar forzosamente a los palestinos: Bruselas emitió una reacción suave y de bajo perfil.
La clave, insiste una veterana fuente comunitaria, es “esperar y ver con qué va a atacar Trump”. Y, en función de eso, tejer la respuesta. El republicano ha empleado ya el amago de un aumento de los aranceles como arma de coerción política contra Canadá y México, a quienes ha reclamado reforzar sus fronteras para evitar la entrada de migrantes y el tráfico de fentanilo; y con Colombia, a quien ha exigido que acepte el regreso de migrantes deportados. En los tres casos, tras la cesión de los damnificados, Washington ha pausado al menos un mes la aplicación de los gravámenes. En cambio, con China está siendo más suave de lo esperado y se ciñe, por el momento, a lo puramente comercial. A la UE le ha afeado el déficit comercial, que se encuentra en niveles récord, con 235.571 millones de dólares, por encima de los 218.061 millones de 2022.
El secretismo de cuál será la respuesta de Bruselas es grande. Esta semana, en una reunión de ministros de Comercio, el único punto del orden del día a puerta cerrada fue el de las relaciones con EE UU y la respuesta a una posible guerra comercial. Pese a las preguntas de algunos Estados miembros, los representantes del Ejecutivo comunitario no soltaron prenda, dicen fuentes conocedoras de la reunión. Pero en la discusión está replicar con medidas recíprocas sobre bienes estadounidenses y, sobre todo, una serie de ofertas previas para evitar la escalada. La Comisión Europea apuesta por negociar con Trump y baraja potenciar las compras de Gas Natural Licuado (GNL), algo hacia lo que el republicano ya se ha mostrado interesado y que además puede servir a la UE para reducir las adquisiciones de gas ruso. También, recortar los aranceles a las importaciones de vehículos estadounidenses (aunque tendría que aplicarlo a otros países importadores) y trabajar con los Estados miembros para mantener e incluso aumentar las compras de material militar.
Durante el primer mandato de Trump (2017-2021), EE UU impuso aranceles al acero y al aluminio, y la UE respondió con un aumento de las tarifas por valor de unos 2.800 millones de dólares a productos estadounidenses y con un acuerdo para potenciar las compras de GNL (aunque esto compete a las empresas y, en algunos casos, a los Estados miembros) y reducir los impuestos de soja y langostas. Lo que podría haber sido una guerra comercial no pasó de escaramuza.
Ahora el plan es similar, según una fuente conocedora de este debate. Se trata de poner bajo el foco a productos y sectores sensibles para EE UU y de Estados republicanos (desde las Harley Davidson al zumo de naranja o el burbon), para que sus senadores y congresistas presionen al presidente.
Sin embargo, la reacción dependerá del gravamen que finalmente impusiese Trump, del margen de maniobra negociador y de los productos elegidos (y si hay excepciones). La Comisión Europea diseñará un plan que luego los Estados miembros deben aprobar en una votación por mayoría.
El Trump del segundo mandato se ha mostrado distinto del que ocupó la Casa Blanca la primera vez, dice una fuente de Bruselas. Y eso puede hacer pensar que esta vez puede perseguir cuestiones políticas y no solamente comerciales. Además, la sintonía que tuvo con el entonces presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, puede no repetirse con la actual jefa del Ejecutivo comunitario, Ursula von der Leyen, que tenía muy buena relación con la Administración de Joe Biden. De hecho, ella aún no ha logrado cerrar una reunión concreta con el equipo de Trump.
Cuando se barajan las herramientas comerciales disponibles para las represalias, bulle de fondo una pugna dentro del Ejecutivo comunitario sobre las armas a usar. Hay una corriente que cree que la represalia debe ser puramente comercial, medidas más bien simétricas, como sucedió la primera vez. Otros consideran que Bruselas debería desplegar herramientas distintas, como su reglamento anticoerción, que puede incluir fórmulas para cerrar el mercado europeo a ciertos bienes o servicios y hasta impedir que empresas de otro país concursen en licitaciones públicas o participen en proyectos financiados con el presupuesto comunitario. Un arma de seguridad económica que entró en vigor en 2023 y que estaba pensada más bien para China o Rusia, pero que ahora también podría aplicarse a Estados Unidos.
Algunas voces reclaman que el mecanismo anticoerción se emplee contra el potente sector tecnológico estadounidense, que además ha apoyado mayoritariamente a Trump. Esta vía tiene sus contrapartidas, replican los contrarios a ponerla sobre la mesa. No solo se corre el riesgo de que el republicano doble su amenaza contra la UE, sino que, si esa herramienta se activa, debería aplicarse también a China. Además, actuar contar las grandes empresas tecnológicas, que tienen en su poder prácticamente todo el sector, podría dar como resultado el encarecimiento de los servicios para los consumidores, advierten algunas fuentes.
La prueba de la unidad
Con la pelea todavía subterránea dentro de las instituciones comunitarias, se adelanta ya que la reacción europea a las medidas de Trump —que tiene aliados en el Consejo Europeo y más relación con algunos jefes de Gobierno, como el húngaro Viktor Orbán o la italiana Giorgia Meloni— será la gran prueba para la unidad europea. “Y el presidente estadounidense claramente jugará la carta de dividir, a la hora de elegir los aranceles y también cuando tenga que negociar con el bloque europeo”, dice una alta fuente europea.
A la vez que afila sus armas comerciales, la UE avanza para encontrar y afianzar nuevos aliados comerciales, presentando al club comunitario como un bloque muy deseable y fiable para hacer negocios. En los últimos tiempos ha firmado o renovado acuerdos como el de Mercosur, con México o Malasia. Baraja acercarse a China y observa con atención a India: a finales de febrero, el equipo de comisarios europeos y Von der Leyen viajarán al subcontinente asiático.