Ricardo Zúñiga, enviado de EE UU para Centroamérica: “La respuesta a una democracia imperfecta es más democracia, no el populismo”

El diplomático de origen hondureño, número dos del Hemisferio Occidental en el Departamento de Estado, aborda en entrevista en EL PAÍS la crisis y amenazas a los derechos humanos en la región

Ricardo Zúñiga en una entrevista el 22 de marzo de 2021.CORTESÍA

Pocas personas en Estados Unidos conocen el llamado triángulo norte de Centroamérica -Honduras, Guatemala y El Salvador- como el diplomático Ricardo Zúñiga, a quien el presidente Joe Biden nombró nada más llegar al Gobierno enviado especial para ese pedazo de América convertido hoy por hoy en un polvorín. Zúñiga (Teguciga...

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Pocas personas en Estados Unidos conocen el llamado triángulo norte de Centroamérica -Honduras, Guatemala y El Salvador- como el diplomático Ricardo Zúñiga, a quien el presidente Joe Biden nombró nada más llegar al Gobierno enviado especial para ese pedazo de América convertido hoy por hoy en un polvorín. Zúñiga (Tegucigalpa, 51 años) ya trabajó como asesor especial para el presidente Barack Obama entre 2012 y 2015. Curtido también en Cuba y México, ha sido nombrado, además, número dos en la secretaría adjunta de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental.

Pregunta. América Latina atraviesa crisis simultáneas, con serias amenazas a los derechos humanos. ¿Vivimos el peor momento en décadas?

Respuesta. Vivimos un momento muy amenazante porque las sociedades se encuentran bajo presión por problemas estructurales , como la desigualdad, la falta de inversión en capital humano, la exclusión, entre otros, que coinciden con una enorme frustración con la clase política. Pero creo que hay una gran diferencia entre esta crisis de la confianza y las anteriores. Ahora hay poco apoyo a un modelo autoritario a partir de una determinada ideología, no es eso lo que está en juego. Lo que hay es una gran frustración por los gobiernos que no han satisfecho las necesidades de la sociedad. Es una crisis mucho menos ideológica, es una crisis de confianza en los gobiernos. Y hay otra diferencia importante respecto a los 80 o los 2000, que los gobiernos autoritarios de la región han mostrado su fracaso a la hora de solucionar los problemas. Así que mucha gente siente que no hay solución. Lo que nosotros vemos necesario es que las democracias se comprometan a responder a las necesidades de la gente de forma muy práctica.

P. Esa frustración ha alentado una ola populista aguda en sitios como Nicaragua o El Salvador. ¿Qué puede hacerse llegados a este punto?

R. La respuesta a una democracia imperfecta es más democracia, no el populismo o el autoritarismo, ya que, como hemos visto en todo el mundo y, muy especialmente, en América, la concentración de poder conduce a más corrupción, menos eficacia y menos transparencia. Cuanta más democracia, en cambio, más rendición de cuentas y mejor gobernanza. Necesitan herramientas para invertir y ahí es donde entran Estados Unidos y la comunidad internacional, en conjunto, con iniciativas como, por ejemplo, Build Back Better World, que combina la inversión pública y privada en áreas de crecimiento. También son importantes las inversiones en un sistema judicial en el que la gente pueda tener confianza.

P. ¿Pero cómo se puede poner en marcha todo eso en países que se oponen, como Nicaragua?

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R. Muchas veces no se puede porque el propio Gobierno lo obstaculiza al intentar controlar los recursos y desviarlos a sí mismos o sus aliados. En el caso de Nicaragua, que lo que tiene es una dictadura diagnosticada sin mandato democrático, no hay garantías. Y eso acabará desincentivando la inversión de las empresas. En muchos lugares de Centroamérica la corrupción y la falta de transparencia son los grandes impedimentos a las inversiones.

P. Cuba y Venezuela han demostrado que una crisis económica, por dura que sea, no acaba con regímenes como esos.

R. Eso es una señal de alarma para todos nosotros. Si tener un flujo mínimo de recursos sirve para mantenerse, el poder del resto de la región que es democrático debe preocuparse mucho porque significa que el autoritarismo prospera pese a crear una enorme destrucción. Si vemos el ejemplo de Venezuela, parte del motivo por el que han logrado mantenerse en el poder es porque mucha gente en lugar de reaccionar contra el Gobiernos, se han visto forzados a abandonar el país.

P. Vemos cómo la Administración de Biden ha impuesto múltiples sanciones a todos estos países, Venezuela, Cuba, Nicaragua… Pero no parecen dar resultado. ¿Qué más se puede hacer? ¿Existe frustración en su Gobierno?

R. Somos los primeros en decir que las sanciones tienen un propósito. No se imponen sólo para demostrar nuestro descontento con determinados actores aunque es importante para nosotros hacerlo. Es importante que las sanciones identifiquen a los individuos involucrados en actividades antidemocráticas, aunque no vayan a derivar en un cambio inmediato de la situación. En muchos casos llevó muchos años llegar a este punto y va a llevar muchos años volver a una senda positiva.

P. ¿Qué espera del proceso de negociación sobre Venezuela en México que ahora está estancado?

R. Estados Unidos respalda esas conversaciones, es el canal adecuado para un diálogo entre los distintos actores. Lo que creemos es que esas conversaciones deben ir dirigidas a la restauración del imperio de la ley y esperamos resultados concretos, como la liberación de presos políticos, la mejora del acceso a la ayuda humanitaria internacional o el respeto a la libertad de expresión, entre otros. Una elección libre y justa debería ser nuestro objetivo, desgraciadamente actualmente no existen las condiciones para ello.

P. En el caso de Cuba, el Gobierno mexicano ha sido muy crítico con la política de sanciones por parte de Estados Unidos.

R. Muchos países pueden discrepar de nosotros en el asunto de las sanciones o el embargo pero al mismo tiempo ser muy críticos con la situación de derechos humanos en Cuba. No son cosas incompatibles. Con las sanciones se quiere negar recursos a un Gobierno que continúa restringiendo esos derechos. Hay países que no tienen esas sanciones pero sí están a favor de los derechos humanos.

P. ¿Diría que El Salvador se está convirtiendo en una Nicaragua a cámara rápida?

R. Nuestra relación con El Salvador es muy importante e intensa, hay millones de salvadoreños en Estados Unidos. Estamos muy preocupados por la dirección que está tomando el país, sobre todo en los últimos meses, cuando hemos visto una convención de poder en el Ejecutivo, actos intimidatorios contra los medios de comunicación y la sociedad civil, la destitución irregular de miembros del Tribunal Constitucional que pretende mermar la independencia de esta Corte… Y hemos expresado nuestra preocupación con la continua presencia de actores corruptos en el liderazgo de El Salvador. Nos preocupa especialmente la velocidad de unos cambios que buscan socavar los valores democráticos. Es muy importante que trabajemos con la comunidad internacional sobre este asunto. También hemos visto cómo diplomáticos y funcionarios estadounidenses han sufrido una serie de ataques en redes sociales por parte de cuentas asociadas al Gobierno salvadoreño más propios de adversarios que de países amigos. La puerta está abierta, seguimos muy interesados en tener buena relación con el Gobierno de El Salvador.

P. Respecto a la inmigración y las inversiones en las zonas más afectadas, ¿qué vamos a ver en los próximos meses por parte de la Administración de Estados Unidos?

R. Viajé recientemente a Colombia, Ecuador y Panamá para informar a algunos agentes del sector privado, la sociedad civil y el Gobierno de estos países sobre cómo deberíamos desarrollar el Build Back Better World. Queremos el apoyo de los países del G-7 para esta iniciativa, ver qué podemos hacer hacer para agilizar las herramientas de financiación. Van a ser importantes las inversiones en educación, en formación profesional y todas las relacionadas con la energía renovable y el cambio climático.

P. La Administración de Biden ha recibido críticas sobre una falta de estrategia clara respecto a América Latina y el inmovilismo por la presión de la oposición republicana [sobre Cuba y Venezuela especialmente].

R. Hemos mantenido una relación intensa con los líderes de toda la región. He acompañado al secretario [de Estado, Antony Blinken] a reuniones a Centroamérica, él también ha viajado a Ecuador y Colombia para abordar las causas de la inmigración irregular, que es un asunto que afecta a otras partes de la región más incluso que a Estados Unidos, si simplemente mira el número de venezolanos que transitan a través de Perú o Colombia, por poner un ejemplo. El hecho de que este Gobierno haya puesto la lucha contra la corrupción en el centro de la política exterior ya refleja muy bien la importancia de los intereses de la región. También estamos en contacto con la sociedad civil en la defensa de los derechos, no solo LGBT, sino también de las comunidades indígenas y otros que se sientan excluidos.

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