Biden impone duras sanciones a Moscú por los ciberataques y la injerencia en las elecciones
La Casa Blanca apunta por primera vez al espionaje exterior ruso, en plena escalada de tensión con el Kremlin
Las tradicionales sospechas sobre la injerencia de la inteligencia rusa en EEUU se han convertido este jueves en acusación formal. La Casa Blanca ha apuntado por primera vez al Servicio de Espionaje Exterior ruso (SVR) al anunciar una batería de sanciones contra una treintena de individuos y entidades, por interferir en las elecciones de 2020, ...
Las tradicionales sospechas sobre la injerencia de la inteligencia rusa en EEUU se han convertido este jueves en acusación formal. La Casa Blanca ha apuntado por primera vez al Servicio de Espionaje Exterior ruso (SVR) al anunciar una batería de sanciones contra una treintena de individuos y entidades, por interferir en las elecciones de 2020, un ciberataque masivo y la supuesta oferta de Moscú a los talibanes para atentar contra tropas de EEUU en Afganistán, es decir, por “acciones internacionales desestabilizadoras”. Las sanciones, las más duras desde la presidencia de Trump y dirigidas a la línea de flotación de la economía rusa, pueden exacerbar la tensión bilateral, en un momento crítico por la concentración de tropas rusas en la frontera de Ucrania. Además, el Departamento del Tesoro ha emitido otra directiva que prohíbe a las instituciones financieras estadounidenses comprar deuda pública del banco central ruso a partir del próximo mes de junio.
Las sanciones del Tesoro estadounidense, dirigidas a la línea de flotación de la economía rusa, afectan a 16 entidades y 16 individuos e incluyen la expulsión de una decena de empleados de la Embajada rusa en Washington, funcionarios de inteligencia incluidos, por “intentos dirigidos por el Gobierno ruso para influir en las elecciones de 2020 y otros actos de desinformación e interferencia”. Todos los sancionados han visto congelados sus activos en EEUU.
En una comparecencia en la Casa Blanca a primera hora de la tarde, Biden ha asegurado que informó a su homólogo ruso de la adopción de las sanciones en una conversación telefónica “respetuosa y sincera” a principios de esta semana. “EEUU podría haber ido más allá, pero hemos decidido no hacerlo. Pero si Rusia da un paso más en su injerencia, estamos preparados para responder”, ha declarado el presidente demócrata. Para rebajar la tensión existente, delegaciones de ambos países estudian la posibilidad de una cumbre este verano en Europa, pues “la comunicación entre ambos [países] es esencial” para, entre otros fines, “iniciar un diálogo estratégico en materia de seguridad y desarme”. “Ha llegado la hora de la desescalada” de la tensión bilateral, ha subrayado Biden, que ha instado a su homólogo a abstenerse de cualquier intervención militar en Ucrania.
Al anunciar la salva de sanciones, las más duras desde la presidencia de Trump, la Casa Blanca ha acusado formalmente al Servicio de Espionaje Exterior de Rusia (SVR) de haber perpetrado el ciberataque masivo que penetró en los sistemas informáticos de la Administración estadounidense y de grandes compañías mediante un programa de SolarWinds. Hasta ahora, las especulaciones sobre la autoría del jaqueo, que quebró la seguridad de 16.000 servidores en todo el mundo, se mantenían en el terreno de las sospechas, pero ahora, por vez primera, Washington dice estar “totalmente seguro” de la acción del SVR.
Entre los individuos implicados figura un peso pesado del Kremlin, Alexéi Gromov, miembro de la Administración Presidencial. “Putin ha alimentado una red de fieles que mediante sus negocios ilícitos han contribuido a las acciones para socavar las elecciones de 2020 y para darle a Rusia una cobertura plausible en su campaña de desinformación. Esta red incluye al primer subjefe de personal de la Administración Presidencial, Alexéi Gromov”, explica el comunicado del Tesoro.
Las duras medidas llegan después de la conversación telefónica entre Biden y su homólogo ruso, Vladímir Putin, el pasado martes. El demócrata advirtió a Putin que “actuará con firmeza” en defensa de sus intereses nacionales y propuso un encuentro en un país tercero que, a la vista de la salva de sanciones, pende de un hilo. La llamada fue la segunda que se ha hecho pública desde que Biden llegó al poder el pasado 20 de enero. El presidente de EE UU expresó al mandatario ruso su “preocupación” por la movilización militar rusa en la frontera con ese país.
En el comunicado de la Casa Blanca que anuncia la imposición de sanciones, Washington acusa también a Moscú, en una referencia que parece apuntar directamente al este de Ucrania, de “socavar la seguridad en países y regiones importantes para la seguridad nacional de Estados Unidos; y violar principios bien establecidos del derecho internacional, incluido el respeto por la integridad territorial de los Estados, [que] constituyen una amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad nacional, la política exterior y la economía de Estados Unidos”.
Junto con el Reino Unido, Australia, Canadá y la Unión Europea, Washington también sanciona a ocho personas y entidades en la órbita del Kremlin por la ocupación de la península de Crimea en 2014. “La comunidad transatlántica se mantiene unida para apoyar a Ucrania contra las provocaciones unilaterales rusas a lo largo de la Línea de Contacto en el este de Ucrania”, explica el comunicado. Washington ha denunciado en particular las presuntas violaciones de derechos humanos en un centro de detención de Simferópol, la capital de Crimea, donde los internos son privados de alimentación y calefacción y de las mínimas condiciones de higiene.
Un reciente informe no clasificado del espionaje estadounidense asegura que Putin autorizó campañas de influencia destinadas a dañar la candidatura del presidente Biden durante las elecciones de 2020 e impulsar la del republicano Donald Trump, según la CBS. “Un elemento clave de la estrategia de Moscú en este ciclo electoral fue el uso de representantes vinculados a la inteligencia rusa para impulsar narrativas de influencia, incluidas acusaciones engañosas o infundadas contra el presidente Biden”, según el informe difundido por la Oficina del Director de Inteligencia Nacional.
El año pasado, los investigadores de ciberseguridad de Estados Unidos identificaron un pirateo de un programa informático llamado SolarWinds, una intrusión que dio a los piratas acceso a 16.000 servidores informáticos gubernamentales y privados. El servicio de inteligencia estadounidense identificó a piratas informáticos en Rusia como responsables del ataque, los cuales obtuvieron acceso a archivos digitales de varias agencias gubernamentales de EE UU, incluidos los Departamentos del Tesoro, Justicia y Estado. El Tesoro ha sancionado también a seis compañías tecnológicas rusas, asociadas a los servicios de inteligencia, por sus “actividades nocivas”.
Biden ordenó en su primer día en la Casa Blanca una revisión de las relaciones con Rusia y, el pasado 2 de marzo, la aplicación de sanciones contra siete funcionarios rusos y una docena de entidades gubernamentales por el envenenamiento del líder opositor Alexéi Navalni, el verano pasado. En una entrevista en televisión, Biden caldeó la tensión al responder afirmativamente a la pregunta de si Putin es un asesino, en referencia al intento de acabar con la vida del disidente. En el pliego de cargos que respalda las sanciones anunciadas ayer, la Casa Blanca incluye “llevar a cabo actividades dirigidas contra disidentes o periodistas”.
Entre “las acciones que ha emprendido el Gobierno ruso contra nuestra soberanía e intereses”, indica la Casa Blanca, figura también la supuesta oferta de Rusia a los talibanes para que atentaran contra tropas de EE UU en Afganistán, desvelada el pasado año por el diario The New York Times y que en su momento Donald Trump habría desoído, lo que provocó una investigación del Congreso. No obstante, “dado lo delicado del asunto, que compromete la seguridad y el bienestar de nuestros soldados”, la investigación discurrirá por canales diplomáticos y de inteligencia. Esta semana el mandatario demócrata ha anunciado la retirada de las tropas del país asiático, tras 20 años de despliegue y poniendo fin a la guerra más prolongada de EEUU en el exterior.