Irán acepta el acceso de los inspectores nucleares de la ONU a dos instalaciones sospechosas

El director del OIEA consigue desbloquear la disputa en su primera visita a Teherán

El director del OIEA, Rafael Grossi (a la derecha), junto a su homólogo iraní, Ali Akbar Salehí, este martes en Teherán.Wana News Agency (Reuters)

Irán ha aceptado permitir el acceso de los inspectores de la ONU a dos instalaciones sobre las que existen sospechas de que hayan albergado material o actividades nucleares no declaradas. El anuncio se ha producido este miércoles al término de una visita a Teherán del nuevo director general del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), el diplomático argentino Rafael Grossi. Se trata de un gesto significativo en un mo...

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Irán ha aceptado permitir el acceso de los inspectores de la ONU a dos instalaciones sobre las que existen sospechas de que hayan albergado material o actividades nucleares no declaradas. El anuncio se ha producido este miércoles al término de una visita a Teherán del nuevo director general del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), el diplomático argentino Rafael Grossi. Se trata de un gesto significativo en un momento en que EE UU intenta evitar que la República Islámica pueda comprar armas convencionales al vencer el embargo.

“Irán va a facilitar de forma voluntaria el acceso del OIEA a los dos lugares que [ese organismo] ha solicitado”, señala un comunicado conjunto firmado por Grossi y por el director de la Agencia de la Energía Atómica iraní, Ali Akbar Salehí. El texto no menciona de qué instalaciones se trata, pero los inspectores de la ONU llevaban meses pidiendo acceder a sendas instalaciones en Karaj (a 20 kilómetros al noroeste de Teherán) e Isfahán (a 420 kilómetros al sur de la capital). Tampoco se especifican las fechas y las medidas de verificación que han sido acordadas.

Además de vigilar por el cumplimiento del acuerdo nuclear que la República Islámica firmó en 2015 con las grandes potencias, el OIEA también trata de cerrar el dosier sobre las actividades clandestinas que precedieron al descubrimiento de su programa atómico en 2002. EE UU sospecha que, bajo la guisa de sus trabajos civiles, Teherán encubría un proyecto militar que suspendió al año siguiente por temor a que saliera a la luz. Los portavoces iraníes siempre han negado que buscaran dotarse de armas nucleares, pero la negativa a responder a las peticiones de los inspectores ha alentado las sospechas.

La visita de Grossi a Teherán, la primera desde que accedió al cargo el pasado diciembre, se ha producido en un momento especialmente delicado. No sólo el acuerdo nuclear está en la cuerda floja por la salida unilateral de EE UU en 2018 y las catastróficas consecuencias económicas de esa decisión, sino que además la Administración Trump está tratando de evitar Irán se beneficie del fin al embargo de armas convencionales que el pacto fijó para el próximo octubre.

Tras fracasar hace dos semanas en su intento de que el Consejo de Seguridad de la ONU extendiera esa prohibición, la Casa Blanca intenta ahora activar la cláusula de restablecimiento inmediato de las sanciones internacionales (conocida como snapback). No está claro que un país que ha abandonado el acuerdo pueda hacerlo, pero su mero debate eleva la presión sobre Irán, cuya economía se encuentra en estado agónico.

Durante su visita a Emiratos Árabes Unidos este miércoles, el secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, ha insistido en la necesidad de “contrarrestar la influencia maligna de Irán en la región”. Aunque sus interlocutores comparten el recelo hacia el vecino del otro lado del golfo Pérsico, también saben que en caso de escalada sus glamurosas ciudades están al alcance de los misiles iraníes y han dado muestras de querer evitar que la tensión vaya más allá de la retórica.

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