La furia que el Papa no logra disimular
Comparar a una pareja que aborta con Adolf Eichmann es una desmesura que se explica por el enojo del Pontífice: en su propia tierra lo han desobedecido
La fecha más relevante del calendario argentino es, claramente, el 25 de mayo. Ese día, en 1810, aprovechando que el Rey de España había sido detenido por tropas napoleónicas, los criollos decidieron formar un Gobierno local y destituir al virrey español. Todos los 25 de mayo se celebra, por eso, el Día de la Patria y una de las tradiciones es que el presidente visite la catedral de Buenos Aires y escuche, de rodillas, el sermón del obispo local. Este año, el cardenal Mario Poli le explicó a Mauricio Macri que “la defensa del niño por nacer debe ser clara”.
A esa misma hora, el obispo de Salta decía: “Despenalizar el aborto tiene el sabor de una condena a muerte del inocente. Esta tierra de la libertad y de la generosa acogida a todos los hombres del mundo que quieran habitarla, ¿no podrá pensar cómo incluir a los niños que golpean, desde el seno materno, la puerta de esta tierra para decirle: ‘Recíbeme, soy un proyecto de Dios para ti, Argentina?”. El obispo de San Juan de Cuyo advertía: “Francisco nos enseña que ‘no es progresista pretender resolver los problemas eliminando una vida humana’. Ellos son no solo nuestro futuro, sino nuestro presente. Ellos no hablan aún, pero su corazón late fuerte”. Y así en todo el país.
En las últimas semanas, la iglesia católica argentina, aquella que le responde más que ninguna otra al Papa, se ha movilizado como pocas veces. Además de los discursos de los obispos en ese raro 25 de mayo, semanalmente, se realizaron rezos y marchas, en las que se exhibían como estandartes cruces y muñecos gigantes de papel maché, a los que llamaban “bebés por nacer”. El Papa convocó al Vaticano a algunos de los dirigentes políticos más relevantes del país.
El motivo de la pelea es conocido: luego de una inmensa movilización de mujeres, el presidente Mauricio Macri había permitido que el Congreso debatiera libremente la legalización del aborto. El 14 de junio votó la Cámara de Diputados y, sorpresivamente, la propuesta fue aprobada. En el primer debate, Francisco fue derrotado. Falta que el Senado confirme esa decisión y las mujeres de argentinas dejarán de ser obligadas a someterse a procedimientos violentos y clandestinos.
Esa decisión parlamentaria desató una serie de reacciones destempladas. Un grupo de hospitales católicos proclamó que desobedecerá la ley. Un médico fue despedido en una provincia luego de advertir que a las mujeres que quisieran abortar no les aplicaría anestesia. Pero faltaba la voz del Papa. El domingo, en la plaza de San Pedro, comparó a algunas parejas que abortan con el exterminio de seis millones de judíos en las cámaras de gas. Dijo Francisco: “En el siglo pasado, todo el mundo se escandalizó por lo que hacían los nazis para preservar la pureza de la raza. Hoy, hacemos lo mismo con guante blanco. Está de moda, es habitual. Cuando en el embarazo se ve que quizás el niño no está bien o viene con cualquier cosa: la primera oferta es ‘¿lo tiramos?’. El homicidio de los chicos. Para resolver una vida tranquila, se tira un inocente”.
Para algún desprevenido, ese párrafo podría haber sido apenas la expresión de una posición doctrinaria. Pero en la Argentina, todo el mundo, propios y ajenos, entendió a lo que se refería. Comparar a una pareja que aborta con Adolf Eichmann es una desmesura que se explica por el enojo del Papa: en su propia tierra lo han desobedecido. Aquí se sabe que Francisco es muy capaz de tener estas reacciones. En 2010, cuando se discutió el matrimonio entre parejas del mismo sexo, difundió una carta donde lo calificaba de “plan del demonio”. También entonces fue derrotado.
La campaña a favor del aborto legal seguro y gratuito fue respaldada por un masivo movimiento de mujeres. Su fortaleza logró que muchos diputados, antes de votar, contaran que pese a ser católicos practicantes, se manifestarían a favor de la legalización porque el desarrollo de la discusión los convenció de que se trataba de un serio problema de salud pública. El ministro de Salud de argentina explicó que cada año son 45.000 las mujeres argentinas que ingresan a hospitales públicos por abortos mal realizados. La sesión que definió el tema fue rodeada por cientos de miles de manifestantes que agitaban pañuelos verdes, el símbolo del movimiento a favor de la legalización. Las figuras más populares del país respaldaron la movilización.
Con todos sus problemas, que están a la vista, la Argentina se ha transformado en las últimas décadas en un país ejemplar en términos de derechos civiles. En 1983, cuando regresó la democracia, las personas que dejaban de amarse no podían divorciarse legalmente. Ahora, pueden casarse y adoptar las personas del mismo sexo. Quien lo desee, puede cambiar de género. Es el único país del mundo que condenó a los militares que violaron derechos humanos durante una dictadura militar. En las últimas décadas, además, eliminó el servicio militar obligatorio. Si todo funciona como parece y el Senado aprueba la ley, las mujeres que queden embarazadas y no deseen tener un hijo simplemente se presentarán a un hospital y pedirán un turno para ser asesoradas. Será un salto gigantesco en términos de salud pública y derechos humanos.
La mayoría de estos avances, fueron resistidos por la Iglesia local. Tal vez eso explique que Francisco haya visitado Chile, Brasil, Colombia, Paraguay, Bolivia, Cuba, México, pero nunca haya vuelto a su país natal.
Al Papa argentino, como se ve, le cuesta ser profeta en su tierra.
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