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La Plaza de Mayo vuelve al siglo XIX

Una remodelación impulsada por el gobierno de Buenos Aires recupera el espíritu del diseño de 1894 del paisajista francés Carlos Thays

La Plaza de Mayo de Buenos Aires, tras la remodelación.
La Plaza de Mayo de Buenos Aires, tras la remodelación.GCBA
Federico Rivas Molina
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La Plaza de Mayo de Buenos Aires, el espacio público más politizado de Argentina, estrena diseño retro. Tras siete meses de obras y algunas polémicas, el ayuntamiento le ha devuelto el aspecto aproximado que tenía hace más de 120 años. Desde hoy, es más blanca, sus pasillos más amplios y sus espacios verdes más grandes. Así la imaginó en 1894 el paisajista francés Carlos Thays, padre de los parques públicos más importantes de la ciudad. La Plaza recuperó el color de sus baldosas originales y ganó metros cuadrados al asfalto de las calles lindantes. Están allí, aún, los pañuelos blancos de las Madres de Plaza de Mayo, repintados esta semana por ellas mismas para que nadie olvide que cada jueves, desde hace más de 40 años, cumplen con las rondas que fueron el azote de la dictadura. Las recurrentes crisis argentinas, sin embargo, se han colado en el diseño: una gran reja parte la plaza en un tercio, para evitar que las manifestaciones pongan en peligro la integridad de la Casa Rosada.

La polémica alrededor de las rejas empañó el resultado de la remodelación. Hasta las revueltas de la crisis de 2001, la Plaza de Mayo era un espacio abierto que llegaba hasta las paredes mismas de la casa de Gobierno. Pero cuando la situación social se volvió insostenible, el presidente Fernando de la Rúa ordenó a la policía vallar la plaza de lado a lado. Las revueltas pasaron, pero las vallas azules de los antimotines nunca se fueron. El kirchnerismo las dejó allí y las abrió y cerró con cada manifestación. Años después, el macrismo dio un paso más y pegó las vallas al suelo con cemento. La remodelación pareció una buena oportunidad para quitarlas, pero en lugar de ello el ayuntamiento colocó una reja ornamental definitiva.

Detalle de las nuevas rejas que dividen a la Plaza de Mayo.
Detalle de las nuevas rejas que dividen a la Plaza de Mayo.GCBA

El ministro de Espacio Urbano, Eduardo Macchiavelli, dijo que lo único que hicieron fue “reemplazar las de 2001, que estaban fijas” por otras “que se pueden retirar en 48 horas”. Por la mañana, tras la inauguración oficial presidida por el acalde, Horacio Rodríguez Larreta, el centro enrejado estaba cerrado con candados y había que caminar hasta los laterales para avanzar hacia la Casa Rosada. El obstáculo no evitó la curiosidad de los que cada día pasan por la Plaza camino a sus trabajos o el de los turistas que con su móvil en alto captan fotos y videos de aquel sitio del que han escuchado tantas historias.

“El proyecto mantuvo los vestigios de la traza original, donde el eje central estaba despejado atravesando tres espacios circulares flanqueados por grandes canteros verdes y dentro de cada uno de ellos se ubica una fuente ornamental”, explicaron desde Espacio Urbano. Las fuentes tienen un valor simbólico enorme, porque son las mismas que inmortalizó la foto de aquellos manifestantes que el 17 de octubre de 1945 refrescaron sus pies luego de caminar kilómetros para pedir por la libertad de su líder, Juan Domingo Perón.

No hay lugar en Argentina que condense tantos años de su historia. Y no sólo porque allí Juan de Garay fundó la ciudad en 1580 o porque en 1810 se avanzó hacia la independencia de España. Más acá en el tiempo, diez años después de aquella foto de la fuente, las bombas lanzadas contra Perón por la aviación golpista mataron a 308 personas. En 1966, el presidente radical Arturo Illia, recién derrocado por los militares, caminó por ella en busca de un taxi que lo llevara a su casa. Ocho años después, la Plaza fue testigo del despegue del helicóptero que sacó de la Casa Rosada rumbo a la cárcel a Isabel Perón. En 2001, otro helicóptero, más moderno, repitió la escena con de La Rúa a bordo, luego de que la represión policial dejara 27 muertos desperdigados en los alrededores. La Plaza fue también el sitio de la resistencia contra la dictadura militar, con las Madres como sus principales figuras. En 1982, una gran manifestación convocada por la CGT selló el destino de los militares, que terminaron por convocar a elecciones. En la Semana Santa de 1987, el presidente Raúl Alfonsín gritó “la casa está en orden” ante la multitud que reunida en la Plaza celebraba la rendición de los militares “carapintadas”. La lista sigue.

La pidrámide de Mayo, en el centro de la nueva calle central de la Plaza de Mayo.
La pidrámide de Mayo, en el centro de la nueva calle central de la Plaza de Mayo.GCBA

En el centro de la Plaza, también restaurada, está la Pirámide de Mayo, creada en 1811 para conmemorar el primer año de la independencia y reformada en 1856. El monumento es sin duda el hito más importante del lugar: alrededor de él, cada jueves, las Madres repiten aquellas vueltas que durante la dictadura sirvieron para llamar la atención sobre sus hijos desparecidos. Las Madres tuvieron que dar el visto bueno a las obras. Las nuevas baldosas blancas obligaron a retirar las rojas colocadas en los 70 por los militares. Y con ellas se fueron los pañuelos blancos pintados por la agrupación alrededor de la pirámide. Las baldosas rojas están ahora en museos y universidades públicas y nuevos pañuelos blancos lucen desde esta semana en el mismo sitio de aquellos que ya no están.

Con la reforma, la plaza sumó 1.200 metros cuadrados de espacios verdes y 4.300 metros cuadrados de baldosas. Se la ve más amplia y despejada, con un carril central ancho que permite a la vista unir la Casa Rosada con el Congreso, ubicado en un mismo eje a 15 calles de distancia, sobre la otra punta de la avenida de Mayo. Esa avenida es el nervio de las protestas sociales en Buenos Aires, donde se ha definido el destino de varios Gobiernos y el futuro de infinidad de leyes. Allí está también la Plaza, dispuesta a recuperar el espíritu heredado de mil batallas.

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Sobre la firma

Federico Rivas Molina
Es corresponsal de EL PAÍS en Argentina desde 2016. Fue editor de la edición América. Es licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Buenos Aires y máster en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona.

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