Hacia el fin del sistema de partidos
El debate deja la sensación de que gane quien gane el 1 de julio las fuerzas políticas mexicanas están abocadas a cambiar
Hubo debate. Pese a la complejidad del formato, la dictadura del tiempo y algunas caídas de ritmo a lo largo de casi dos horas, los mexicanos disfrutaron anoche de, por momentos, un ágil enfrentamiento blanco entre los cinco candidatos presidenciales. Nada que ver con la rigidez de aquel de 2012 que solo dejó en la retina de los espectadores la irrupción de la célebre edecán embutida en un escotado vestido blanco.
Pero cinco candidatos son muchos, sobre todo, cuando uno de ellos, el más histriónico, Jaime Rodríguez Calderón, el Bronco, que estaba allí como una especie de Cristopher Lee charro por obra y gracia del polémico repechaje que le concedió el Tribunal Federal Electoral, actúa como un francotirador. Su presencia y la de la otra candidata independiente, Margarita Zavala, aportaron poco y probablemente su único valor fue servir en el mejor de los casos de distracción y en el peor para contribuir a eclipsar a los verdaderos aspirantes, José Antonio Meade y Ricardo Anaya, beneficiando en el fondo al líder destacado en las encuestas, Andrés Manuel López Obrador.
Durante buena parte, el debate fue un combate de cuatro contra uno, todos lanzando ráfagas de golpes contra el favorito, que los esquivaba sin demasiada dificultad y sin caer en el engaño: en lugar de enojarse, los despreció con la soberbia de su modestia. No fue una encerrona ni mucho menos como alguna propaganda morenista vaticinaba horas antes, pero la estrategia de atacar al Peje prevaleció sobre la exposición de sus soluciones para los males de México en detrimento de sus propios adversarios. Meade fue quien más lejos llegó hasta el punto de acusarle de complicidad con toda clase de delincuentes, de robar al manejar su partido como una empresa familiar, de pactar con los violentos y de ambición de poder, una crítica que también enarboló como suya Anaya y que cualquiera con dos semanas en México sabe que pueden funcionar como un bomerang para sus denostadores.
Así que mientras los demás hablaban de López Obrador, Andrés Manuel hablaba de sí mismo repitiendo, más o menos modernizadas, sus ideas de siempre. Las encuestas dirán en los próximos días si Anaya crece, López Obrador se mantiene en cabeza o Meade cae. Lo que parece estar cada vez más claro, gane quien gane el próximo 1 de julio, es que el sistema de partidos mexicano tal como lo conocíamos está herido de muerte. Anoche había tres PRI en el plató - la derecha regional y autoritaria del Bronco, la tecnocrática e incolora de Meade y la nacional revolucionaria de López Obrador- y dos PAN, la versión familiar de Zavala y la centrista inventada por Anaya en una amalgama donde no se ve a la izquierda por ningún lado. A partir del 1 de julio habrá movimientos.
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