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Radiografías americanas
Columna
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Un tiro en el paladar

El candidato presidencial mexicano Andrés Manuel López Obrador quiere tanto a los pobres que está decidido a multiplicarlos

México se daría un tiro en el paladar si Andrés Manuel López Obrador, el candidato presidencial que lamentablemente encabeza las encuestas, llegara a encabezar al poder y, peor aún, si además Morena, su partido, lograra contar con mayoría en el Congreso de la Unión. ¿Razones? López Obrador intentaría gobernar con recetas extraídas del bote de la basura de la historia de las doctrinas económicas que han demostrado hasta la saciedad su caducidad e ineficiencia.

Ha insistido con infinita torpeza en la burocratización de la energía, en revertir las llamadas reformas estructurales que le reportarían al país aproximadamente 200.000 millones de dólares de inversión extranjera. Pemex, la empresa petrolera de México, que contó hasta hace un par de años con el indiscutible monopolio del oro negro, se encuentra quebrada de punta a punta como consecuencia de la ineficiencia burocrática y de la corrupción, ya que la primera empresa de México fue entendida por los políticos como un botín personal o como la caja chica de los presidentes de turno.

El Gobierno mexicano se ha caracterizado a lo largo de su historia por ser un pésimo empresario, tan malo que en la actualidad Pemex se ve obligada a importar el 70% de las gasolinas y del gas que consume la nación. ¿Cuál es la propuesta suicida de López Obrador? Volver a recorrer los mismos caminos que conducen a la consabida ruina.

Él asegura que con el solo hecho de llegar al poder erradicará mágicamente la corrupción dentro del contexto de una “República amorosa” inserta en una “constitución moral”, un aborto populista de imposible realización. El mismo mesías tropical ha prometido congelar los precios de los combustibles importados sin tomar en cuenta los vaivenes monetarios, es decir, la depreciación del peso en relación al dólar, para adquirir las gasolinas en el exterior, las mismas que podrían subir de valor de acuerdo a las cotizaciones internacionales del barril de petróleo. Si se hace un regalo alguien tiene que pagarlo.

En este caso el fisco mexicano, o sea los contribuyentes, que tendríamos que cargar con el costo del subsidio, herramienta demagógica que acaba por destruir la economía de un país. Me resulta inevitable comparar la “estrategia” energética de López Obrador con la de Hugo Chávez en Venezuela, hoy a punto del cataclismo social y económico. López Obrador prometió duplicar los precios de garantía a los productores nacionales de maíz. ¡Más subsidios para afianzar la economía-ficción, nuevas prótesis, muletas inadecuadas para impulsar la salud del aparato productivo!

El candidato presidencial quiere tanto a los pobres que está decidido a multiplicarlos por doquier sin perder de vista que sus políticas verborréicas generarán inflación, el peor de los impuestos a cargo de quienes desea supuestamente proteger.

López Obrador mostró su más claro perfil populista cuando en Tabasco, su Estado natal, invitó a la ciudadanía a abstenerse de pagar sus consumos de energía eléctrica y, como lo anterior resultó insuficiente, todavía adquirió una serie de camionetas para colocar aparatos en los cables conductores de energía eléctrica, mediante los cuales se podría robar el fluido con los consecuentes daños para la empresa de marras, la misma que, por cierto, también es propiedad del Gobierno y también se encuentra quebrada de punta a punta.

¿Qué sucede cuando los clientes de una corporación dejan de pagar sus deudas? Adviene la ruina. Sí, la ruina. ¿Acaso este principio no lo entendería un párvulo? Para concluir, López Obrador ha prometido regalar miles y más miles de pesos a los ancianos, a las madres solteras, a millones de estudiantes y a desempleados, entre otras personas más que sin duda merecen las ayudas financieras. Sin embargo, la realidad económica la imponen las limitaciones presupuestales, sin perder de vista que más de la mitad de la población se encuentra en la economía informal, es decir, que no paga impuestos y, por ende no coopera con el financiamiento del gasto público.

Las políticas económicas populistas de López Obrador, imposibles de consignar en su totalidad en este reducido espacio, equivaldrían a dispararle a México un tiro en el paladar, un disparo temerario en un país que ya cuenta con más de 50 millones de ciudadanos sepultados en la pobreza.

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