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La meteórica carrera del cardenal Norberto Rivera busca desenlace

El sociólogo Bernardo Barranco coordina un perfil coral sobre los 22 años en el poder del influyente arzobispo primado de México

Luis Pablo Beauregard
Norberto Rivera en el Estadio Azul, en mayo del año 2000.
Norberto Rivera en el Estadio Azul, en mayo del año 2000.Cuartoscuro

Si Norberto Rivera tuviera una parábola esta contaría su ascenso desde una familia pobre de Durango (norte de México) hasta lo más alto de la Iglesia católica. Leer Norberto Rivera: el pastor del poder (Grijalbo, 2017) es conocer a detalle el viaje de 29 años que transformó al hijo de un campesino que se vio obligado a migrar a Estados Unidos para mantener a su familia en un cardenal que fue considerado papable en el cónclave de 2005 tras la muerte de Juan Pablo II. El todopoderoso cardenal de la arquidiócesis de Ciudad de México, con 6.7 millones de feligreses, está en el ocaso de su carrera.

“Era un personaje muy rústico. No sabía ir al baño. Venía del mundo indígena y no sabía utilizar la taza del baño”, cuenta el sociólogo Bernardo Barranco, el coordinador de este perfil coral a nueve voces que retrata al arzobispo primado como un hombre lleno de contradicciones. “Ahora habla italiano, francés y latín. Conoce de vinos franceses –su vino de mesa cuesta más de 3.000 pesos—y le encanta viajar en los jets privados de sus amigos”.

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La publicación de este libro coincide con la renuncia de Rivera, un trámite obligatorio que los jerarcas católicos deben presentar al Papa cuando cumplen 75 años de edad y 30 como obsipos. Esto ha abierto un nebuloso relevo en la Iglesia mexicana. Francisco aún debe de aceptar la dimisión del cardenal mexicano. Nadie sabe exactamente cuándo sucederá esto, pero los expertos creen que es poco probable que esto suceda antes de las elecciones presidenciales de 2018. “Norberto puede erigirse ante el Vaticano como el único líder que puede defender la agenda de la Iglesia en estos momentos de cambios que vienen”, considera Barranco.

El poder de Rivera en Roma ha disminuido en los últimos años. A pesar de esto, continúa siendo la figura del clero con más peso en México. Franco Coppola, el nuevo nuncio apostólico, aún toma el pulso al país al que llegó en septiembre pasado. Rivera se perfila así para ser testigo del cuarto relevo presidencial desde la arquidiócesis, a la que llegó designado por Juan Pablo II en junio de 1995. “Rivera tiene asideros con algunos de los candidatos. Es cercano a Margarita Zavala, que es católica, a Miguel Ángel Mancera y es muy amigo —íntimo— de Andrés Manuel López Obrador”, considera Barranco, quien tiene estudios de posgrado en la Escuela de Altos Estudios Sociales de París.

La renuncia de Rivera ha abierto la puerta al balance que deja tras 22 años en la arquidiócesis. Mucho se ha escrito sobre el que seguramente será su legado más cruel: la protección a la pederastia clerical. “Se lo ganó a pulso por haber defendido públicamente a Marcial Maciel [el fundador de los Legionarios de Cristo]. No fue neutro incluso cuando Maciel fue condenado por el Vaticano”, asegura el sociólogo.

El libro coordinado por Barranco intenta ampliar el retrato de uno de los hombres más poderosos de México. La periodista Mónica Uribe echa un vistazo a las oscuras finanzas de la Iglesia mexicana. La teóloga Marilú Rojas analiza el discurso eclesiástico de Rivera desde una perspectiva de género. Alberto Athié, un exsacerdote que ha denunciado a Rivera penalmente por encubrir a pederastas, enumera las polémicas que marcaron su episcopado. La activista Fátima Moneta lo juzga como pastor de almas.

Estos capítulos muestran a un hombre de grandes contradicciones que deja un amargo legado. Rivera no supo adaptarse a los cambios que la capital mexicana adoptó rápidamente a pocos años de su llegada a la arquidiócesis. “Encabezó un proyecto fallido, un modelo de Iglesia que fracasó en México. Norberto no acompañó el proceso de secularización y modernización del país. No entendió que el monopolio religioso también se transformó, como hizo la política y algunas industrias. Siguió pensando como un católico conservador con actitudes caducas”, dice Barranco.

Esto ha auxiliado a acelerar una pérdida de fieles. Los creyentes católicos en Ciudad de México han pasado de siete millones de personas en el año 2000 a 6.78 millones en 2010. Una caída del 6%, según las últimas cifras disponibles del Instituto Nacional de Estadística y Geografía. La capital del país es la que presenta una pérdida más pronunciada de fieles si se le compara al resto de México. En cambio, los protestantes y evangélicos han ganado terreno. Y las personas que afirman no tener religión se encuentran en un máximo histórico (5,6%). “La gente no ve en él un líder espiritual”, agrega.

La vida del arzobispo no es la estampa de ningún santo. La historia del niño pobre que dejó su comunidad La Purísima para irse al seminario y después a Roma busca desenlace. Barranco se pregunta si ese futuro incierto encierra para Rivera un destino parecido al que tuvo el cardenal de Guadalajara, Juan Sandoval Íñiguez, acusado de lavado de dinero y enriquecimiento ilícito o el de Onésimo Cepeda, que en 2010 hizo frente a una demanda por fraude y abuso de confianza. Alberto Athié recuerda en el libro las palabras que el exnuncio Giuseppe Bertello confió al padre Antonio Roqueñí: “El día que se sepa todo sobre el cardenal Rivera, el caso Maciel se quedará corto”. La respuesta a esta pregunta sigue de momento en el Vaticano. Solo un hombre la conoce. Se llama Jorge Mario Bergoglio.

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Sobre la firma

Luis Pablo Beauregard
Es uno de los corresponsales de EL PAÍS en EE UU, donde cubre migración, cambio climático, cultura y política. Antes se desempeñó como redactor jefe del diario en la redacción de Ciudad de México, de donde es originario. Estudió Comunicación en la Universidad Iberoamericana y el Máster de Periodismo de EL PAÍS. Vive en Los Ángeles, California.

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