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Un recolector de basura, tras recibir una llamada del Papa: “Para mí fue hablar con Dios”

Maxi Acuña perdió sus piernas en marzo mientras trabajaba en la calle

Maxi Acuña ingresa al Salón Dorado de la Legislatura de Buenos Aires para recibir su homenaje.
Maxi Acuña ingresa al Salón Dorado de la Legislatura de Buenos Aires para recibir su homenaje.Sindicato Camioneros

El 22 de marzo de 2017 marcó un antes y un después en la vida de Maximiliano Acuña, recolector de basura durante cuatro años. Esa noche, un automóvil lo aplastó contra su camión de trabajo cuando circulaba a 130 kilómetros por hora. Maxi sufrió la amputación de sus dos piernas y hoy vive sobre una silla de ruedas. Ya perdonó a los culpables, un gesto que le valió la semana pasada un llamado del papa Francisco mientras iba en un auto a ser reconocido por la Legislatura de Buenos Aires, que instauró el 22 de marzo como el día del recolector.

Maxi dice haber sentido “una alegría muy grande y una emoción enorme” por el llamado del Francisco. “Me vinieron a buscar unos compañeros y a unas cuadras de casa, atascados por el tráfico, me sonó el teléfono. Era un numero privado. 'Hola, te habla Francisco Bergoglio, el Papa'. Quedé mudo. Al principio pensé que era una joda y le pregunté: ‘¿Es en serio?”, completa Maxi,  padre de cinco hijos, “Lo invité a mi cumpleaños, que fue el pasado sábado y me dijo que ya nos íbamos a ver. Entonces le agradecí todavía sin creerlo, estaba hablando con el Papa. Sentí como que hablaba con Dios”.

El llamado de Bergoglio a Maxi fue posible gracias a una carta que le envió el legislador y precandidato para las próximas elecciones Gustavo Vera, también titular de la ONG La Alameda, que investiga casos de esclavitud laboral y amigo personal del Papa. “Te pido como amigo y como cristiano que le pegues un llamado para saludarlo porque lo merece y porque es un ejemplo en el que se inspiran hoy miles de camioneros que la vez pasada lo homenajearon en la CGT (Confederación General del Trabajo) y hoy lo homenajearán en la legislatura”, escribió Vera al Papa.

Maxi Acuña junto a una de sus hijas.
Maxi Acuña junto a una de sus hijas.Album familiar

Maxi toma su calvario con humor y se ríe de una serie de coincidencias. Una de ellas tiene que ver con el lugar donde tuvo el accidente: “A mí me dio una mano Vera y el palo fue en la esquina de Juan B. Justo y Vera", dice. "Estábamos tirando escombros al camión y se llenó la tolva. Mi compañero activó el mecanismo de compresión y se subió a la vereda. Yo seguía tirando basura parado en la calle, cuando sentí una explosión y sentí como se me metía un auto que venía a 130 kilómetros por hora. Me aplastó contra el camión y yo quedé tirado en lo que quedó del capot. Pude salir pero cuando me quise afirmar, me caí en la calle. Una pierna me la arrancó y la otra estaba toda quebrada y no la pudieron recomponer”, recuerda.

Dentro del vehículo que lo chocó viajaban dos hermanos que intentaron escapar. El copiloto lo logró. El otro fue detenido por otros camioneros que pasaban por ahí y un taxista que resultó clave para que la policía los arrestara. “En el auto encontraron un arma y botellas de alcohol. A los pibes les dieron una condena de cuatro años porque no tenían antecedentes pero mi corazón ya los perdonó, aunque me hubiese gustado que en ese momento me den una mano. Yo no quería esto para ellos porque yo no sé lo que es vivir preso, pero debe ser tremendo”, afirma conmovido.

“Como pude me arrastré hacia el cordón”, relata Maxi, “Tenía un rosario entre la ropa de trabajo y le pregunté a Dios porque me pasó esto a mí. Empezamos a rezar con mi compañero Daniel Oro hasta que me dormí”. Allí comenzó la otra parte de la historia, esa que seguro conmovió todavía más a Francisco. El maltrecho cuerpo del hombre llegó al hospital con paros cardíacos y necesitado de una transfusión de sangre. Luego, por las limitaciones propias del sistema público de salud, necesitó de un traslado a una clínica privada.

“Estaba muerto, inflado y en ese sueño tuve un encuentro grande con Dios. Una luz grande a la que fui y una voz me dijo ‘vos no tenes que estar acá, tenes otro propósito’. Al tercer día, en la clínica, me desperté. Horas antes lo llamaron a mi papá para decirle que podía quedar en estado vegetativo y que no tenían más nada que hacer. Todo quedaba en manos de Dios”, cuenta. Pero Dios lo había devuelto, a los 33 años y luego de tres días de sueño místico, como para sumar otra casualidad.

“Hoy cada minuto lo valoro como nunca. Gracias a Dios tengo a mis hijos conmigo y se siente mucho ese cariño, que antes lo perdía porque me la pasaba trabajando. Dios me va a hacer caminar y me va a parar de vuelta”, imagina Maxi, a quien por ahora le toca echar a andar sus sueños sobre una silla de ruedas.

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