Trump y la ortografía
El presidente de EE UU comete cantidad de faltas al lanzar a diario, a diestra y siniestra, cataratas de tuits
Cuando hace unos días leí que Emmanuel Macron no solo es el presidente más joven de Francia, sino el más ilustrado y culto de Europa, de inmediato recordé la inmensa cantidad de faltas de ortografía que comete Donald Trump al lanzar diariamente, a diestra y siniestra, interminables cataratas de tuits. ¿Cuántos libros habrá leído en su vida el ínclito y perínclito jefe de la Casa Blanca?
El 22 de enero de 2016, Trump escribió “Barrack Obama” en lugar de Barack, o sea, ni siquiera sabe escribir correctamente el nombre del presidente de los Estados Unidos. El 2 de marzo de ese mismo año, volvió a cometer el mismo error ortográfico. Era evidente que sus asistentes le habían señalado la equivocación, y, sin embargo, consideraba una agresión el hecho de ser corregido por quien fuera, por lo que insistió en escribir incorrectamente el nombre de su antecesor.
¿Cuántos libros habrá leído en su vida el ínclito y perínclito Jefe de la Casa Blanca?
La arrogancia, sumada a la ignorancia, empezaban a constituir ingredientes sustanciales en la definición de su personalidad. La querida editora de mis novelas hubiera corregido mis textos con una sonrisa complaciente calificándolos como “errores de dedo”. Sí, en efecto, aunque parezca una exageración, y lo es, Trump, no puede equivocarse al apretar un botón u otro, si se trata de los códigos nucleares, por medio de los cuales puede desatar una pavorosa hecatombe atómica.
En su primer tuit, ya como presidente de la Unión Americana, Trump escribió para la historia: “I am honered to serve you”, cuando tenía que haber redactado: “I am honored to serve you”…
En su retrato oficial destinado a ocupar un lugar distinguido en la librería del Congreso, dejó escrito en su fotografía a todo color, en la cual aparece sonriente y confiado: “No dream is too big, no challenge is to great”. Tenía que haber dicho: “No dream is too big, no challenge is too great”, también con doble “O”, un gazapo imperdonable al tratarse de una foto solemne. “To great”, además, podría haber sido traducido como genial, una expresión fuera de contexto. Los legisladores apenados descolgaron de inmediato el retrato y enmendaron el patético desliz.
Por si todo lo anterior fuera insuficiente, Trump y la Casa Blanca se equivocaron en tres ocasiones al referirse a la primera ministra de Gran Bretaña, Theresa May, al haber escrito “Teresa”, sin la “h”, con lo cual se referían a una famosa actriz pornográfica del Reino Unido.
Una vez, por lo visto, no fue suficiente, sino que el dislate se dio en dos momentos adicionales, salvados gracias a la exquisita flema inglesa que festejó el entuerto con un gran sentido del humor: “Oh, dear me, Trump is nothing more than a bloody cowboy…!”.
Cuando se refiere a China redacta torpemente en su tuit del 17 de diciembre de 2016: “unpresidented act”, cuando tenía que haber dicho: “unprecedented act”. ¿Más? Aquí voy: Dice el 23 de febrero del 2016: “Be sure you are… not mislead by the Cruz people”, cuando tenía que haber dicho: “Not misled by the Cruz…” El 23 de febrero del 2016 dejó asentado al referirse de nueva cuenta a Cruz: “He used him as a scape goat”, cuando tenía que haber escrito: “He used him as a scapegoat”, chivo expiatorio, en una sola palabra. ¿Qué tal cuando en su Twitter del 6 de marzo de 2016 sostuvo que “the TV commercials against me are bought and payed by special interest groups”, cuando tenía que haber redactado “are bought and paid…”?
No es mi interés cansar al amable lector que me ha obsequiado su generosa atención al leer las líneas anteriores. Debo decir al respecto, que cuento con un arsenal de tuits redactados por Trump con innumerables faltas de ortografía.
Hemos comprobado hasta la saciedad cómo el actual Jefe de la Casa Blanca actúa con arreglo a prontos, a impulsos, sin meditar detenidamente la trascendencia de sus órdenes ejecutivas, que dejan sin efecto los jueces norteamericanos. Ahora se sabe que tampoco conoce su propio idioma, de la misma manera que ignora las temerarias consecuencias de sus decisiones que hacen temblar al mundo entero. En México nos abstendremos de financiar el ridículo muro, pero sí pagaríamos encantados los honorarios legales para precipitar su destitución…
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