Flores violento, cómo se vive en el barrio donde nació el papa Francisco
La muerte de un adolescente desata la indignación de los vecinos que denuncian mafias policiales
Un grupo de vecinos del barrio de Flores, en Buenos Aires, montó el lunes una pueblada en la comisaría 38ª. La gente reaccionó con violencia al homicidio de un adolescente, Brian Aguinaco, pero ya estaban cansados desde mucho tiempo antes por la inacción policial . En los muros de la sede de la policia todavía está tatuada la bronca de la gente: “Tranzas”. Es la palabra con la que en Argentina se llama a quien negocia cosas por fuera de la ley, como por ejemplo drogas. Flores es el barrio donde nació y se crio el papa Francisco. Hoy es un sitio repleto de palacios de principios del siglo XX y en el que ahora reina la decadencia y se tejen múltiples negocios del crimen organizado en la ciudad. Narcotráfico, esclavitud y prostitución son parte de un coctel que los vecinos ya no toleran.
El barrio de Flores es uno de los más característicos de Buenos Aires. Son casi 8 kilómetros cuadrados en los que viven unas 142.000 personas, se divide en 3 zonas y tiene sus actividades comerciales –sea legales o no- concentradas en las avenidas más importantes: Gaona, Avellaneda, Rivadavia y Alberdi. Al sur, todo es pobreza y desolación. Allí se ubican el cementerio, la villa 1-11-14 y el predio del Club Atlético San Lorenzo, cuyo estadio será mudado en los próximos años.
Marcelo D’Ambrosio vive en Flores desde que nació, hace 44 años. Dirige un centro comunitario llamado Flores Solidario ubicado a solo media cuadra de la casa en la que nació Francisco. Entre otras tareas, Marcelo reparte alimentos a los merenderos de la villa 1-11-14 Este martes por la mañana asistió al entierro de Brian, de 14 años, y por la noche, dos ladrones intentaron ingresar a su propiedad pero los ahuyentó su perra. “Esta vez me toca de cerca porque conozco al papá de Brian desde chiquito. El homicidio sucedió a 200 metros de mi casa y a 100 de mi trabajo y es producto de una constante que se viene repitiendo pero que no es solamente fuera de la villa sino también adentro. Allí también hay inseguridad”, cuenta a EL PAÍS. “Quiero pensar que no es una interna policial. No puede ser que tengas lleno de Gendarmería en la villa y haya fila de gente esperando para comprar drogas, ¿No los ven?”, se pregunta.
La mayoría de los vecinos dice que existe una clara connivencia entre la policía y el crimen organizado. Así lo denuncia la organización vecinal La Alameda, que tiene al legislador de la Ciudad y amigo personal del Papa, Gustavo Vera, al frente. La Alameda presentó el mapa de la mafia en el barrio de Flores, un compendio de bocas de expendio de drogas, talleres textiles clandestinos y prostíbulos donde se reduce a la esclavitud a cientos de mujeres. Entre noviembre y diciembre hubo otros dos asesinatos en el barrio, además del de Brian: una mujer de 26 años llamada Daniela Velázquez, muerta en su carnicería; y un médico de 69 años llamado Pascual Mollo, baleado por la espalda por delincuentes que intentaron ingresar a su casa. Otro triste emblema quedó marcado a fuego en abril de 2015, cuando 2 niños murieron en el incendio de un taller clandestino que había sido denunciado en varias oportunidades.
Para Vera, los asesinatos recrudecieron porque “el ajuste en la economía legal también llegó a la economía criminal en lo que tiene que ver con la venta de drogas. "Entonces el circuito local de distribuidores, acopiadores de drogas y de armas, que recibían una retribución ilegal, sufre la contracción del consumo interno y las periferias de las bandas narcos salen hacer estos delitos”, explica.
“En el año 1994, Flores era como un barrio privado; muy familiar y muy tranquilo. Mi hermanito Alejandro salía todas las tardes con su bicicleta a dar vueltas a la manzana”. El que habla es Matías Bagnato, el único sobreviviente de la llamada Masacre de Flores, ocurrida el 17 de febrero de 1994, cuando un español llamado Fructuoso Alvarez González incendió la casa de la familia en venganza por una vieja deuda. Murieron José Bagnato (42), su mujer, Olga Plaza (40), sus hijos Fernando (14) y Alejandro (9) y un amiguito que se había quedado a dormir esa noche (Nicolás Borda, de 11 años). Matías, de 16 años por entonces, escapó por la ventana de su habitación.
“Mis padres iban todos los días a la comisaría 38ª a hacer las denuncias cuando empezaron las amenazas y nunca nos dieron ningún tipo de protección ni había presencia policial. Ver que en la actualidad esa comisaria sigue exactamente igual de corrupta, que libera la zona y arregla todo con dinero, produce mucha indignación”, explica.
El ministro de Seguridad de Buenos Aires, Martín Ocampo, coincide con que “el barrio de Flores es uno de los más violentos". "Hay muchos factores que inciden, como el control que las bandas asociadas al narcotráfico tienen sobre algunos asentamientos como la villa 1-11-14. Datos del Consejo de la Magistratura de 2015 muestran que en comparación con otros barrios de Buenos Aires en Flores aumentó el crimen violento”, dice Ocampo. El ministro decidió la remoción del titular de la comisaría en cuestión, Alejandro Attili. Pero, según La Alameda, la tradición de corrupción en la 38ª tiene larga data. El excomisario Guillermo Carlos Sodini es investigado por adquirir un yate junto al dueño del prostíbulo Doly’s, César Álvarez González, y otro excomisario, Osvaldo Tapia, también tiene una embarcación de origen poco claro.
Ocampo promete reforzar los controles y la presencia policial en el barrio de Flores. Bagnato cree. además, que “es necesaria una fuerte política contra la inseguridad de parte de los tres poderes del Estado. "Consideramos que lo que se hizo en materia de seguridad fueron simples parches, porque remover un comisario o poner 10 policías más no es la solución, son medidas que se toman para tranquilizar el termómetro social, pero no termina de resolver el problema de fondo”, opina. Los vecinos se organizan en redes de seguridad urbana, peticionan ante las autoridades, enrejan sus casas y juntan firmas para que se discutan leyes. Y se encomiendan a un milagro del Papa para que los dirigentes muestren al menos una pizca de la voluntad que ellos ponen a diario para vivir en el barrio más peligroso de Buenos Aires.
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