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Columna
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“Veremos la resurrección de las mariposas disecadas”

Vivo hoy esta Navidad de Brasil en llamas, dividido y avergonzado por los escándalos de quienes deberían darnos ejemplo

Juan Arias

Viví, en España, Navidades en guerra, donde los villancicos y el turrón se entrelazaban con los tiros de los fusiles asesinando, al borde de la carretera, a quien no pensaba como ellos.

Viví Navidades sin juguetes.

Viví Navidades de hambre y de abundancia, de nacimientos y de lutos. Y vivo hoy esta Navidad de Brasil en llamas, dividido y avergonzado por los escándalos de quienes deberían darnos ejemplo.

Es esta también la dramática Navidad del infierno de Siria y de sus refugiados, donde las familias piden permiso para matar a sus hijas para que no acaben violadas por el fanatismo y la locura.

Si pudiera pedir hoy un regalo de Navidad querría que fuera el de saber contagiar a las personas para que, como en el canto esencial de Francisco de Asís:

“Allí donde haya odio, ponga yo amor,

Conocer lo que pasa fuera, es entender lo que pasará dentro, no te pierdas nada.
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donde haya ofensa, ponga yo perdón,

donde haya discordia, ponga yo unión,

donde haya error, ponga yo verdad”.

Hay quien se refugia en los dioses para sentirse seguro al borde del abismo y quien busca consuelo en los baúles secretos del alma.

En momentos de dolor todas las muletas son válidas.

Yo, que no tengo dioses, he acudido a los poetas para buscar un plus de esperanza contra el espanto en esta Navidad amarga para los millones de brasileños que sufren el peso del desempleo; para los profesores que no reciben sus sueldos; para los aún sin techo; para los perseguidos por ser diferentes; para los que harán cola en los hospitales públicos sin dinero porque los corruptos se lo han llevado.

Son los poetas quienes mejor saben captar y expresar el marchitarse de las ilusiones que la resurrección de lo que parecía perdido.

Son ellos los que saben convertir las piedras en panes y descubrir esperanza hasta en los silencios que atemorizan.

Nada tan profundamente triste y a la vez tan esperanzador como el grito de los poetas convertido en oración.

He querido escoger, como regalo de Navidad, para mi y para mis amigos, unos versos de mi poeta favorito, Federico García Lorca, a quien hace ahora 80 años arrancaron su vida, aún joven, los tiros de la ideología y el odio a los diferentes.

Lorca vivió lo mejor y lo peor de su tiempo. Escribió versos a la Navidad, a veces tiernos, para los pequeños, y otras lúgubres profecías para los adultos. Y creyó, hasta el final, en la esperanza de ver “manar rosas de nuestras lenguas”.

No cerró los ojos ante la tiranía, nunca escondió el miedo y el desencanto que le producía su país dividido y ensangrentado. Y pedía en sus versos estar siempre alerta, como los centinelas del castillo:

“No duerma nadie,

pero si alguien tiene exceso de musgo en las sienes,

abridle los escotillones para que vean, bajo la luna, las copas falsas, el veneno y la calavera de los teatros”.

¿No les recuerdan nada hoy estos versos lorquianos?

No es cerrando los ojos para negar la realidad, como podemos ayudar a rescatar lo perdido. Y al mismo tiempo, nuestra mirada debe estar abierta para intuir la hora en que el reloj anuncie días mejores.

Escribía también Lorca estos versos de esperanza:

“Veremos la resurrección de las mariposas disecadas,

y aún andando por un paisaje de esponjas grises

y de barcos muertos,

veremos brillar el anillo

y manar rosas de nuestra lengua”.

También hoy, para llegar a que nazcan rosas de nuestras bocas, necesitamos atravesar desiertos de “esponjas grises y barcos muertos”.

El ruso Joseph Brodsky, Nobel de literatura, tiene también un verso navideño denso y metafórico que espero pueda ser profético para este amado Brasil de hoy:

“La oscuridad restaura,

lo que la luz no puede reparar”.

Feliz Navidad, sobre todo para quienes no podrán llamarla de tal. Que también ellos puedan disfrutar un día con “la resurrección de las mariposas disecadas”.

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