Kuczynski se juega su futuro en un pulso decisivo con el fujimorismo
De lo que haga para definir la suerte de su cuestionado ministro de Educación dependerá su relación con el Congreso
A solo cuatro meses de asumir el cargo, Pedro Pablo Kuczynski (PPK) enfrenta un momento que puede definir su futuro como presidente del Perú. De lo que haga o deje de hacer en los próximos días para definir la suerte de su cuestionado ministro de Educación, Jaime Saavedra, dependerá su relación con un Congreso de amplia mayoría opositora —fujimorista—, que parece dispuesto a aprovechar cualquier duda, en el camino a consolidar su poder. Kuczynski puede optar por dejar caer a Saavedra mediante una cuestión de confianza o mantenerlo en el cargo. De lo que haga dependerá buena parte de su mandato.
Desde el día de su elección, a Kuczynski le dijeron que tendría un trabajo difícil. No solo porque le tocaba gobernar un país complejo, también porque debía hacerlo en condiciones muy precarias. Economista liberal, exitoso banquero de inversión, varias veces ministro de Estado, PPK ganó la presidencia con lo justo. En la segunda vuelta se enfrentó a Keiko Fujimori, candidata de Fuerza Popular e hija del expresidente Alberto Fujimori (condenado a 25 años de cárcel por crímenes de lesa humanidad y corrupción). Ella venía de un sólido resultado en la primera vuelta, donde obtuvo un 39,85% de votos, que no le alcanzaron para hacerse con el Ejecutivo, pero sí para consolidar una abrumadora mayoría de parlamentarios: 73 de 130.
El repunte de Kuczynski fue agónico, y se produjo en los últimos días de la campaña, cuando las fuerzas contrarias al fujimorismo se aglutinaron detrás de su candidatura. Esto le permitió adelantar sobre la línea de llegada y ser elegido por un margen estrechísimo: un 0,25%, poco más de 42.000 votos.
Ante la inesperada derrota, el fujimorismo reaccionó con aspereza. Keiko Fujimori tardó una semana en reconocer los resultados de la elección. Ella y su partido evitaron saludar al nuevo presidente, y condicionaron cualquier acercamiento a unas disculpas públicas por los agravios recibidos durante las elecciones. El politólogo Steven Levitsky escribió por aquel entonces: "En mis 30 años de investigación sobre las democracias latinoamericanas, jamás he visto a un partido exigir un pedido de disculpas de su rival por cosas dichas en la campaña".
Aunque las intervenciones de sus representantes en el hemiciclo fueron críticas, en la primera vez que debió dirimir una votación importante, la mayoría opositora apoyó la investidura del gabinete de ministros comandado por el economista Fernando Zavala, el primero que propuso PPK. Haría lo mismo luego, cuando el Gobierno presentó un pedido de facultades para legislar sobre materias como la reactivación económica, la seguridad ciudadana o la lucha contra la corrupción.
Además, el Gobierno se ha visto debilitado por varias crisis internas. La primera ocurrió a mediados de octubre, cuando se difundió el audio de un asesor presidencial que negociaba chanchullos en el sector salud. Aunque se lo investigó y despidió en una semana, la aprobación presidencial cayó del 63% al 55%, ya por debajo del umbral decisivo del 60%.
La segunda comenzó cuando se reveló que el ministro de Defensa Mariano González contrató a su pareja como asesora, y la hizo ascender en tiempo récord. González se defendió en televisión nacional diciendo: "No he cometido ningún acto de corrupción, lo que he cometido es un hecho de amor". Fue el primer ministro de PPK en perder el cargo.
Como resultado de este permanente tira y afloja entre ejecutivo y legislativo, el segundo ministro en irse podría ser Jaime Saavedra, encargado de la cartera de Educación. Su gestión durante el anterior Gobierno animó a PPK a mantenerlo en uno de los sectores más postergados del país, que parece experimentar una ligera mejora. Tras aparecer en 2012 en el último lugar del ranking PISA —publicado esta semana por la OCDE—, Perú ha pasado a ocupar el puesto 64 de 70.
Desde julio, Saavedra fue blanco de permanentes acusaciones por ineficiencia y corrupción, lanzadas desde el fujimorismo y el Apra, que lo llevaron a ser interpelado este miércoles. Buena parte de la opinión pública piensa que detrás de esta campaña están los intereses de varias universidades privadas, creadas al amparo de una ley de 1998, que buscaba promover la inversión en la educación. A pesar de ofrecer una enseñanza de regular para mediocre, son empresas multimillonarias, y para cautelar sus intereses no han dudado en financiar campañas presidenciales y parlamentarias, montando un poderoso lobby, que incluiría al menos a 16 de los actuales congresistas. Tienen en la mira a Saavedra por la Ley Universitaria de 2014, que establece exigencias mínimas para garantizar cierta calidad, y podría significar el fin de sus licencias de funcionamiento.
La interpelación a Saavedra duró más de 11 horas, donde se sucedieron las exposiciones, las preguntas, las respuestas, los ataques de todo calibre. A la salida, el vocero del fujimorismo, Luis Galarreta, anunció: "Por los niños y por la lucha contra la corrupción, vamos a presentar la moción de censura".
¿Es una bravata, para echarse atrás a última hora, como en el voto de investidura de Fernando Zavala o en el pedido de facultades legislativas? "De ninguna manera", dice el periodista Pedro Salinas: "El fujimorismo está decidido a deponer a Saavedra, porque es el ministro más popular y exitoso del Gobierno. No le importan los resultados de la prueba PISA ni la continuidad del proyecto educativo: esta es una mera demostración de fuerza".
Cuestión de confianza
Frente a la arremetida, el presidente tiene una primera posibilidad: hacer una cuestión de confianza por la permanencia de Saavedra en su gabinete. Su censura arrastraría la caída del primer ministro Zavala, pero funcionaría como una espada de Damocles sobre el cuello del Congreso: si se le negara la confianza a un segundo gabinete consecutivo, Kuczynski tendría la potestad de cerrarlo, y convocar a elecciones legislativas. Sobre este escenario de confrontación, el politólogo Alberto Adrianzén advierte: "El Gobierno primero tendría que prepararse, cerrando acuerdos con el empresariado y el Frente Amplio [partido de izquierdas, cuya candidata Verónika Mendoza apoyó a PPK en las elecciones, contra el fujimorismo]".
La otra posibilidad es dejar las cosas como están, y apostar por un cambio de nombres —pero no de políticas— en el sector educativo. Con ello, Pedro Pablo Kuczynski habría evitado el camino de la confrontación, pero dando nuevas señales de debilidad, en pleno juego de poderes. El resto de su mandato dependerá de lo que decida ahora: si puede gobernar sacando adelante algunas reformas urgentes, o si permite que la oposición erosione su capacidad de maniobra, incluso lo arrincone con la amenaza de una vacancia presidencial, o al menos imponga en el imaginario nacional que estos fueron "cinco años perdidos".
Gobernar con el Congreso en contra
Las primeras señales de acercamiento entre el fujimorismo y el Ejecutivo de Pedro Pablo Kuczynski —en minoría en el Legislativo— terminaron por ser un espejismo. En los últimos meses, las relaciones entre ambos poderes no han dejado de endurecerse. "La bancanda fujimorista quiere marcar la agenda, imponiendo temas propios, citando permanentemente a funcionarios del gobierno, para generar la sensación de que no están trabajando bien y necesitan ser fiscalizados", dice el analista político Pedro Tenorio. Se ha pretendido apaciguar al fujimorismo apoyando el nombramiento de algunos de sus partidarios en puestos clave, como la Defensoría del Pueblo o la jefatura de la Superintendencia Tributaria. Pero esto no parece ser suficiente.
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