32 años de búsqueda y 7 de pelea judicial para recuperar su identidad
Las Abuelas de Plaza de Mayo dan la bienvenida al nieto 120, José Luis Maulín Pratto
Luisa Pratto estaba embarazada de cuatro meses cuando en octubre de 1976 un grupo de fuerzas de seguridad irrumpió en su casa de Reconquista (Santa Fe), destrozó todo lo que había y secuestró a su marido, Rubén Maulín, a su suegra y a otros familiares. Luisa quedó sola con sus dos hijos y en los meses siguientes fue torturada y violada en su propio domicilio frente a los menores. El 26 de marzo de 1977 dio a luz en una clínica privada en la que ya estaba todo arreglado: la anotaron con el nombre de la apropiadora del bebé y el recién nacido fue inscrito en el Registro Civil con un acta de nacimiento falsa. Luisa salió del centro médico sin su hijo y comenzó una larga búsqueda que culminó en 2009, cuando un test genético confirmó su filiación. José Luis Maulín Pratto hace siete años que sabe quién es, pero pelea aún para que le sea reconocida oficialmente su verdadera identidad.
"Abuelas de Plaza de Mayo exige a la justicia santafesina la restitución de identidad al nieto 120", dijo la presidenta de la asociación, Estela de Carlotto en la rueda de prensa en la que se dio a conocer la historia. Su caso no se registraba entre las denuncias de niños desaparecidos de Abuelas de Plaza de Mayo, pero al conocer en profundidad su historia la asociación decidió incorporar su caso al de nietos restituidos "como un acto de reparación y verdad histórica". “Es un caso extraño y único. Es una víctima del terrorismo de Estado, robado, criado en cautiverio y privado de su libertad. Por lo tanto es un nieto”, agregó Carlotto. Sentado a su lado, José Luis detalló que un test genético confirmó en 2009 su verdadera filiación y desde entonces exige por distintos medios recuperar sus apellidos. "A pesar de que pasaron 39 años, conmigo se sigue cometiendo el mismo delito todos los días", remarcó el nieto 120.
"Estoy esperanzado", asegura José Luis al terminar la conferencia de prensa. Hoy, jueves, declara por primera vez junto a su madre ante el juez en la causa por apropiación ilegítima contra Cecilia Góngora de Segretín y la partera Elsa Nasatsky de Martino. Antes de que arrancase el juicio, hace una semana, se acercó a dejar una carta ante el Tribunal Oral de Santa Fe. "Soy José Luis Maulín, pero estoy obligado a nombrarme como José Luis Segretín", escribió a los jueces. Lo mismo ocurre con sus dos hijos, de 12 y 16 años. El juicio tiene previsto concluir en agosto y sólo entonces verá reconocida oficialmente su identidad.
Se trata de un caso atípico, ya que la mayoría de nietos recuperados, con los análisis genéticos en mano, reciben su nuevo DNI antes de que se juzgue el delito de sustracción, ocultación y falsificación de identidad del que fueron víctimas nada más nacer. Ignacio Montoya Carlotto, el nieto recuperado de la titular de Abuelas de Plaza de Mayo, tardó menos de un año en tener todos los papeles en regla con sus nuevos apellidos, y lo mismo ha ocurrido con muchos otros. Según Carlotto, el retraso se debe a la combinación de dos factores: los apropiadores eran civiles y no militares y Reconquista es una ciudad pequeña, situada a unos 750 kilómetros al norte de Buenos Aires y a más de 300 de la capital provincial, Santa Fe. "Se trata de razones políticas. Cuando hay casos civiles siempre se demora, no se quiere demostrar que había complicidad cívico-militar", asegura la reconocida defensora de derechos humanos.
También es un caso inusual porque los progenitores de José Luis sobrevivieron al terrorismo de Estado. Su padre, Rubén, quien militaba en el Partido Revolucionario de los Trabajadores en el momento de su detención, fue puesto en libertad en 1982, y desde entonces se sumó a la búsqueda de su tercer hijo. “Empezamos en los 80, sin todas las herramientas ni la estructura que tienen hoy los organismos de Derechos Humanos y con una sociedad que quizás no tenía todavía el grado de conciencia que tiene hoy sobre lo que pasó. Fue muy doloroso, mis viejos casi van en cana ellos”, describió Walter, el hermano de José Luis, presente también en la rueda de prensa.
El primer acercamiento de la familia a José Luis ocurrió en el colegio. Su hermana fue a hablarle y a contarle quién era, pero él se negó a creerla. Su madre le había revelado ya que no era hijo suyo, pero aseguraba que había sido un hijo extramatrimonial del padre y ella había aceptado criarlo. Tardó 32 años en enfrentar esa versión y animarse a levantar el teléfono para llamar a quien podía ser su madre. Tres meses después de esa primera comunicación, un análisis de ADN en Buenos Aires confirmaba su identidad.
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