La carrera de Malcorra
La canciller argentina condena la violencia chavista y apoya el diálogo con la oposición
La designación del secretario general de las Naciones Unidas, que reemplazará a Ban Ki-Moon el 31 de diciembre, presenta esta vez cambios relevantes. Como el papel de la Asamblea General se ha vuelto más gravitante, disminuyeron el hermetismo y la arbitrariedad. Además, como respuesta a la demanda civil, la ONU podría estar liderada por primera vez por una mujer. Entre las postulantes aparece una latinoamericana: la canciller argentina Susana Malcorra, que se desempeñó hasta hace siete meses como jefa de Gabinete de Ban Ki-Moon. Sería la segunda vez que un diplomático de la región llega a la cúspide de la diplomacia multilateral. Entre 1982 el peruano Javier Pérez de Cuéllar ocupó la Secretaría General. Pero la carrera de Malcorra es parte de un ajedrez complejo.
Hasta ahora el secretario general fue elegido en secreto por el Consejo de Seguridad, en el que los cinco miembros permanentes tienen poder de veto, y convalidado por la Asamblea. Ese método, que se redujo muchas veces al acuerdo entre Estados Unidos y Rusia, permitió designaciones inesperadas, como la de Kofi Annan, en 1996.
Sería la segunda vez que un diplomático de la región llega a la cúspide de la diplomacia multilateral
A la ONU se le reprocha la falta de espíritu democrático. Pero las reformas nunca llegan. Para compensar esa demora, en la elección de este año se adoptó un nuevo mecanismo: los candidatos deben ser postulados por el Gobierno del propio país y someterse al examen de la Asamblea. Entre el 12 y el 14 de abril fueron evaluados nueve candidatos y, el martes de la semana pasada, otros dos: el eslovaco Miroslav Lajcák y Malcorra. Al cabo de ese ritual el presidente del Consejo de Seguridad recibe una lista de aspirantes. No están jerarquizados. Aunque presume que el presidente de la Asamblea puede hacer una recomendación informal. No son innovaciones despreciables: ya no hay lugar para sorpresas, y el Consejo queda condicionado por los Estados miembros.
Por el hábito de la rotación regional el próximo turno corresponde a Europa Oriental. El grupo, constituido según la clasificación de la Guerra Fría, es liderado por Rusia. Pero la postulación presenta el inconveniente de la multiplicidad de candidatos. Ya figuran tres mujeres: Irina Bokova (Bulgaria), Vesna Pusic (Croacia) y Natalia Gherman (Moldavia). Y cinco varones: Vuc Jeremic (Serbia), Srgjan Kerim (Macedonia), Igor Lukšic (Montenegro), Danilo Türk (Eslovenia) y Lajcák (Eslovaquia).
La falta de consenso abre paso al Grupo Europa Occidental y otros Estados. Allí están hoy los favoritos: el ex primer ministro portugués Antonio Guterres, quien estuvo al frente de la Agencia para los Refugiados; y Helen Clark, encargada del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo y ex primer ministro de Nueva Zelanda, que integra esa bancada. Los expertos detectan un mayor consenso a favor de Guterres, con quien los rusos simpatizan, a pesar de que Portugal pertenezca a la OTAN. El problema es que es varón.
La dispersión europea alienta la candidatura latinoamericana de Malcorra. La canciller argentina es ingeniera electrónica, como Guterres. Y tiene una larga experiencia como funcionaria de la ONU. Antes de encabezar el equipo de Ban Ki-Moon, se desempeñó en el Programa Mundial de Alimentos. Desde el 10 de diciembre pasado es la ministra de Relaciones Exteriores de Mauricio Macri, que la propuso como secretaria general el 20 de mayo.
Contra lo que se presumía hace semanas, a Malcorra se le está despejando la escena regional. El canciller de Costa Rica, Manuel González, descartó que su país vaya a levantar una candidatura. Se especulaba con la de Christiana Figueres, responsable de Cambio Climático de la ONU.
La mexicana Alicia Bárcenas, titular de la CEPAL, manifestó su interés por competir. Pero hasta ahora Enrique Peña Nieto, con cuyo Gobierno los últimos informes de CEPAL han sido bastante severos, no la ha promovido. Peña y Bárcenas se reunieron el 24 de mayo. En la última reunión del grupo de América Latina y el Caribe, de la que participó México, se resolvió alentar una sola candidatura. Desde Washington miran la jugada. Y callan.
Dirigentes de la oposición venezolana y organizaciones de derechos humanos, han interpretado que Malcorra consiguió esta unanimidad regional a cambio de flexibilizar la posición argentina frente al Gobierno de Nicolás Maduro. Así explican que Macri ya no reclame, como antes de asumir la presidencia, la aplicación de la cláusula democrática de Mercosur contra ese régimen. En el Gobierno argentino rechazan el reproche. Explican que la penalización habría sido inconducente porque Brasil no la hubiera acompañado. Más aún: para Michel Temer podría ser contraproducente, ya que los Gobiernos bolivarianos y el secretario general de Unasur, Ernesto Samper, le calificaron de golpista.
Malcorra acaba de condenar la violencia chavista junto a sus colegas de Brasil, Uruguay y Chile. Sin embargo, apoya las gestiones a favor del diálogo entre el Gobierno y la oposición venezolanos. En esa estrategia intervienen Colombia, con mayor discreción Estados Unidos, y el Vaticano.
La elección del secretario general de la ONU dependerá, en última instancia, de la personalidad de cada candidato. Guterres es una figura de altísimo perfil. La hiperactiva Malcorra, mucho más discreta, promete reformismo. Quienes miran el proceso con humor, encuentran un enojoso contratiempo. Ya hay un Papa argentino. Llevar a la ONU a un compatriota de Bergoglio podría ser sobredosis. A propósito: ayer los dos dialogaron durante más de una hora en el Vaticano.
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