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Un 'Donald Trump brasileño' capitaliza el malestar social

Jair Bolsonaro, un polémico diputado de extrema derecha, aumenta su popularidad en medio de la tensión política de Brasil

María Martín
El diputado Jair Bolsonaro.
El diputado Jair Bolsonaro.Wilson Dias (Agencia Brasil)

En días de polarización política en Brasil, con miles de personas a punto de salir a las calles el domingo contra el Gobierno de Dilma Rousseff y el expresidente Lula da Silva, hay un político que está frotándose las manos. Se trata del diputado de extrema derecha Jair Bolsonaro, que defiende que los homosexuales son fruto del uso de drogas y es partidario de prohibir votar a analfabetos y personas sin ingresos. Bolsonaro suele ser una estrella en las protestas, aclamado por la multitud, huérfana de candidatos, y no tiene miramientos en declararse de derecha. Quiere ser presidente en 2018 y los vientos conservadores que soplan en Brasil están disparando su popularidad.

El diputado se ha tomado en serio la promesa, ya lanzada en 2014, de “ser el candidato de la derecha”. Ha contratado a un experto en marketing. Un veterano publicista, con experiencia en Estados Unidos y partidario de la intervención de las Fuerzas Armadas en Brasil, es quien articula hoy la precampaña del precandidato. Recientemente, el diputado, en el Congreso desde 1991, se ha transformado en una máquina en las redes sociales. Más de 2,4 millones de personas lo siguen en Facebook, una cifra que supera al público virtual de Lula en más de 300.000 seguidores. En la red social, Bolsonaro moviliza 58 grupos y tiene 99 páginas asociadas a su nombre, según un análisis del Laboratorio de Estudios Sobre Imagen y Cibercultura. Lula tiene solamente nueve.

Bolsonaro, sin el apoyo del Partido Progresista (PP), aliado de base del Gobierno e involucrado en el escándalo de Petrobras, cambió de partido para presentarse candidato. Decidió unirse al Partido Social Cristiano (PSC), del pastor evangálico Feliciano, famoso por sus constantes insultos homofóbicos, y el pastor Everaldo, hijo y nieto de pastores evangélicos, que logró solamente el 0,75% de los votos en la última elección presidencial. Hoy en día, Bolsonaro, a más de dos años de las elecciones, tiene entre un 6% y un 7% de las intenciones de voto, dependiendo de los competidores, según la encuesta del instituto Datafolha de febrero.

El diputado todavía necesita alcanzar el 10% de las preferencias del electorado para que el partido lo elija oficialmente como candidato, pero la meta es pan comido para su gabinete. La estrategia es mantener el discurso de odio contra el desarme, el aborto, los derechos de las minorías, a favor de la reducción de la responsabilidad penal y el libre mercado. “Va a llegar tranquilamente. Hoy estamos viendo que una parte de la gente ha conseguido entender que las cosas que él decía hace cinco años, como que el PT no saldría del Gobierno sin que hubiese una lucha armada, ya están sucediendo”, explica uno de sus asesores. “Ahora tenemos que centrarnos en las ideas que siempre hemos defendido: la familia, la protección de las fronteras y el calentamiento de la economía, por medio del aumento del comercio con Estados Unidos”.

Los analistas políticos no se sorprenden con el surgimiento de una figura como Bolsonaro en un contexto político polarizado, como el que vive Brasil, aún más radicalizado después de que la Justicia apretase el cerco a Lula, acusado de corrupción. Un caso parecido ya se vio en Italia con Silvio Berlusconi y hoy, en EE UU, con un imparable Donald Trump. “Es natural que, cuando la izquierda viene siendo atacada, como lo viene siendo aquí en Brasil, surjan esos candidatos con propuestas más conservadoras”, dijo Glauco Peres da Silva, profesor de ciencias políticas en la Universidad de São Paulo.

La izquierda y los defensores de los derechos humanos cargan contra él; pero muchos brasileños, sobre todo los de las clases populares, lo apoyan

Otra cuestión es que Bolsonaro haya llegado tan lejos. “Mientras que Trump es un hombre de negocios exitoso, la experiencia como gestor del diputado no va más allá de su gabinete”, comenta un amigo y admirador de las ideas del diputado, que, aun así, es consciente de sus limitaciones. “Bolsonaro es un sujeto que tiene límites electorales muy claros. Capitanea a los votantes de la extrema derecha, que son personas muy religiosas, contra todo tipo de agenda progresista, pero una parte de su popularidad se alimenta de esta devaluación de la política que se está desarrollando en Brasil desde hace años”, afirma João Pires, profesor de ciencias políticas de la Universidad Estatal de Río de Janeiro. Bolsonaro es,según Pires, “un producto de los medios de comunicación brasileños”. “La gente solo sabe de política por los medios de comunicación y, cuando los medios repiten constantemente que las instituciones son corruptas, que están deslegitimadas, llevan a la gente más ignorante a dejar de creer en el Estado y a concluir que la solución es una mano fuerte, un padre salvador”, explica el profesor.

Los medios de comunicación han sido, efectivamente una de las principales tribunas de Bolsonaro, un candidato que, como Trump, crece en la polémica. En su primera elección a concejal, en 1988, era conocido en los periódicos como el capitán que había organizado, un año antes, la operación Beco Sem Saída (callejón sin salida). El plan consistía en poner bombas de fabricación casera en los cuarteles para protestar si el aumento de los sueldos de los militares fuese inferior al 60%. Bolsonaro, que le confesó el complot a una periodista a quién le pidió sigilo infructuosamente, acabó siendo absuelto; pero la etiqueta de conspirador —y, al mismo tiempo, defensor de los intereses de los militares— lo persiguió durante años.

Fama internacional

Tanto tiempo después, que casi nadie recuerda el pasado militar del paracaidista; pero Bolsonaro, padre de cinco hijos, siempre supo mantenerse en la ola de la controversia. Algunos de sus comentarios más escandalosos van en la línea de: “No hay peligro de que mis hijos sean gais, porque están muy bien educados” o: “No te violo porque no te lo mereces”, dicho a la diputada Maria do Rosário, del Partido de los Trabajadores (PT). Llegan rápidamente a los periódicos locales y le ha dado fama internacional.

La actriz canadiense Ellen Page, que declaró al mundo su homosexualidad en 2014, viajó a Río de Janeiro para entrevistar al diputado para el documental que acaba de lanzar sobre la situación de la comunidad LGBT en el mundo. La joven se enfrenta a la tesis de Bolsonaro de que la homosexualidad en los niños se puede evitar “a base de golpes”; pero sale del gabinete lamentándose: “Es desgarrador saber que alguien con tanta influencia tenga tanto desdén por la comunidad gay”. En 2013 el comediante británico Stephen Fry también quiso conocer a Bolsonaro y cuestionar sus declaraciones homofóbicas, para otro documental. Bolsonaro fue, como siempre, irreductible: “Ellos [los homosexuales] quieren que los heterosexuales sigan generando niños, para que estos niños se conviertan en gais y lesbianas para satisfacerlos sexualmente en el futuro”.

La izquierda y los defensores de los derechos humanos cargan contra él; pero muchos brasileños, sobre todo los de las clases populares, lo apoyan. Ven en él a un político honesto, que dice lo que piensa. Con un 13%, Bolsonaro es el candidato presidencial que tiene el índice más bajo de reprobación de los votantes, por detrás de Lula (un 49%) y los excandidatos Aécio Neves (un 23%) y Marina Silva (un 15%), según una investigación de Datafolha.

En las últimas elecciones, Bolsonaro batió un récord y fue el diputado más votado de Río de Janeiro, con más de 460.000 votos. Había cuadruplicado el número de votantes en cuatro años sin más artificios que ser él mismo: el diputado más polémico de Brasil.

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Sobre la firma

María Martín
Periodista especializada en la cobertura del fenómeno migratorio en España. Empezó su carrera en EL PAÍS como reportera de información local, pasó por El Mundo y se marchó a Brasil. Allí trabajó en la Folha de S. Paulo, fue parte del equipo fundador de la edición en portugués de EL PAÍS y fue corresponsal desde Río de Janeiro.

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