Costa Rica inicia un nuevo juicio por el asesinato del ecologista Jairo Mora
La Fiscalía costarricense acusa de nuevo a los siete sospechosos por el homicidio del joven que arrebataba huevos de tortuga de manos de sus traficantes
El nombre de Jairo Mora volvió este lunes a los tribunales de Costa Rica. La Justicia ha comenzado un nuevo intento por evitar la impunidad en el asesinato del joven ecologista, convertido en mártir de las tortugas marinas después del fatal ataque en una playa salvaje del Caribe, la noche del 31 de mayo de 2013.
La Fiscalía costarricense ha vuelto a acusar a los mismos siete sospechosos del homicidio que en 2015 salieron beneficiados por defectos procesales en el primer juicio. La de este lunes ha sido la primera audiencia del nuevo juicio por el asesinato del joven de 26 años, golpeado y arrastrado por la playa Moín hasta morir asfixiado. También les atribuyen abusos sexuales y robos contra las cuatro jóvenes que acompañaban esa noche a Mora, tres estadounidenses y una veterinaria española.
El Tribunal Penal de la ciudad de Limón, cabecera de la zona caribeña costarricense, ha abierto audiencias de un proceso que podría tardar unos tres meses. Enfrenta la expectativa de activistas ambientalistas locales e internacionales. También la de un grueso sector de la población local que espera justicia por el asesinato de Mora y dar una señal congruente con la fama ambiental de Costa Rica.
El nuevo juicio se abre casi un año después de que la jueza Yolanda Alvarado absolvió a los siete sospechosos por fallos en la investigación de la Fiscalía en este “hecho histórico”, como ella calificó el asesinato de Mora. Una apelación posterior permitió esta segunda oportunidad al Ministerio Público y a los familiares del joven, que habían renunciado a una demanda civil y habían perdido la esperanza de un castigo a los criminales. Para algunos críticos, el caso de Mora revela las deficiencias del aparato investigador costarricense en favor de la impunidad.
El caso está lejos de ser un juicio más en Costa Rica o un asesinato cualquiera en este país, que en 2015 alcanzó una marca histórica, con 558. Jairo Mora se dedicaba a rescatar huevos de tortugas baula antes de que los tomaran los “hueveros” de la zona para venderlos como aperitivo en negocios y casas. Su problema mayor era trabajar en una zona común para grupos traficantes de droga y de poca vigilancia policial, según la denuncia que él mismo hizo en su perfil de la red social Facebook días antes del asesinato: “Podrían enviar mensajes a la Policía para que vengan a la playa de Moín. Que no tengan miedo, solo que vengan armados, no más. 60 tortugas perdidas, ni un solo nido. Ocupamos ayuda y pronto”. Treinta y ocho días después su cuerpo apareció a las seis de la mañana: muerto y semidesnudo, atado al jeep que los sospechosos arrebataron a la veterinaria española. Le habían golpeado la cabeza y lo habían hecho tragar agua y arena.
Las sospechas iniciales apuntaron a una venganza por su batalla para proteger los huevos de las tortugas. Las respaldaban los testimonios de las jóvenes extranjeras que fueron retenidas mientras atacaban a Mora. La tesis de la Fiscalía también apunta hacia una venganza, aunque añade que Mora habría incumplido un pacto con los “hueveros”, al tomar para conservación más huevos que el porcentaje acordado. Versiones extraoficiales añadieron información sobre un problema con un grupo narcotraficante, pero esto ni se mencionó en el informe leído este lunes por el fiscal Miguel Ramírez contra los siete sospechosos.
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