Mamdani, la voz de los excluidos
Las derechas de todo EE U no dejan de difamar al nuevo alcalde de Nueva York por ser musulmán. Logró movilizar a sectores a los que la política suele dejar de lado
Desde que Zohran Mamdani ganó las elecciones municipales de noviembre en Nueva York, da la impresión de que los políticos de derechas de todo Estados Unidos no dejan de difamar al primer alcalde musulmán de la ciudad más grande del país. ¿Qué es lo que les da tanto ...
Desde que Zohran Mamdani ganó las elecciones municipales de noviembre en Nueva York, da la impresión de que los políticos de derechas de todo Estados Unidos no dejan de difamar al primer alcalde musulmán de la ciudad más grande del país. ¿Qué es lo que les da tanto miedo?
A juzgar por lo que dicen, el problema es la religión de Mamdani. Antes de las elecciones, el representante de Florida Randy Fine declaró: “Hay que deportar a Zohran Mamdani de inmediato”. En la noche electoral, escribió: “Los inmigrantes legales que odian a Estados Unidos han elegido a un yihadista musulmán comunista”. La congresista republicana neoyorquina Elise Stefanik ha insistido varias veces —por primera vez durante la campaña— en que Mamdani es “un yihadista”. A Laura Loomer, asesora de confianza de Donald Trump, se la vio inquieta después de la rueda de prensa de tono sorprendentemente amistoso que dieron Trump y Mamdani el 22 de noviembre. Loomer se refirió al futuro alcalde como “el yihadista que está hoy en el Despacho Oval” y aconsejó a Trump que los envíe a todos de vuelta: “Tenemos que salvar a Estados Unidos de esta inevitable toma del poder islámica”.
Podría seguir. Las injurias son interminables, pero, para ser sinceros, al cabo de un tiempo resultan muy aburridas. No son más que un preocupante zumbido de fondo. Ruido blanco.
Sin embargo, sí debemos tomar nota de estos ataques contra la religión de Mamdani. Desde el 11-S, los musulmanes estadounidenses han sido objeto constante de agresiones racistas en la política nacional y han sido víctimas de andanadas retóricas cuyo propósito es consolidar una identidad estadounidense prescindiendo de ellos y callarlos para que no expresen sus opiniones políticas. Además, los ataques no han sido puramente retóricos, sino que se han plasmado en políticas con consecuencias materiales.
En la fiesta de Fin de año del Partido Demócrata Musulmán de Nueva York, a la que asistí hace poco, había varias personas que dan fe de ello. Estaba presente Aber Kawas, un organizador político musulmán del ala socialista del Partido Demócrata que, inspirado por la campaña de Mamdani, ha decidido presentarse candidato a la Asamblea estatal. Hace 20 años, el padre de Kawas fue detenido en una de las redadas llevadas a cabo durante la presidencia de Bush, después del 11-S, que se dirigían contra los inmigrantes, pero fundamentalmente contra los musulmanes y los árabes. Escribí sobre su familia en How Does It Feel to Be a Problem?: Being Young and Arab in America [qué se siente cuando se es un problema: ser joven y árabe en EE UU, sin traducir]. También estaba en la fiesta Asad Dandia. En 2013, Dandia se querelló contra el Departamento de Policía de Nueva York por espiarlos ilegalmente a él y a sus amigos a causa de su labor humanitaria en la comunidad musulmana. Vi asimismo a Mahmoud Khalil, el activista palestino al que el Gobierno de Trump tuvo preso durante 104 días por su defensa de los derechos humanos y al que todavía intenta deportar, junto con docenas de organizadores y activistas que llevan más de dos décadas luchando contra estas políticas. La fiesta se anunciaba como una celebración de las históricas victorias electorales de 2025. Era el archivo viviente de una comunidad que lucha por sus derechos.
Un tercio del voto judío, que se calcula que representa entre el 10% y el 15% del total de los votantes, fue para él
“Cuando empecé en la política local”, contó Mamdani al entrevistador Adam Friedland, “la primera organización en la que entré fue el Club Demócrata Musulmán de Nueva York”. La organización se creó en 2013 con el fin de ir construyendo poder político local y, de esa forma, proteger a los musulmanes neoyorquinos. Hoy tiene el poder en muchos aspectos. Visto desde fuera, este cambio parece inesperado, por no decir increíble. Para quien no conoce la larga trayectoria organizativa de los musulmanes en Nueva York, da la sensación de que Mamdani ha aparecido de repente, como un genio salido de una lámpara. “No es un candidato como los otros”, dijo Trump en la rueda de prensa conjunta. “Ha salido de la nada”.
No es verdad, por supuesto. El padre del alcalde electo, el profesor Mahmoud Mamdani, de la Universidad de Columbia, se indigna ante esta idea. “Dicen que ha salido de la nada”, dijo en una entrevista. “Sabemos exactamente de dónde ha salido. Ha salido de una parte del electorado que ha vivido excluida de los procesos políticos”.
Exacto. La campaña de Mamdani llegó a unos sectores a los que la política estadounidense suele dejar de lado y los movilizó; y eso hizo que estas elecciones fueran históricas y peligrosas para la clase política, tanto republicana como demócrata. En la campaña participaron más de 100.000 voluntarios que crearon un movimiento dinámico y diverso en toda la ciudad. La constante atención del nuevo alcalde a la necesidad de que la vida sea más asequible y su coherencia ética contra el genocidio cometido por Israel en Gaza conquistaron a unos votantes acostumbrados a que los políticos les presenten excusas y poco más. “Nos dicen una y otra vez lo que los políticos no pueden hacer nada. En realidad, es que no quieren hacerlo”, dijo Mamdani. ¿El resultado? Votaron más de dos millones de personas, casi el doble que en las últimas elecciones. Hubo una gran participación de votantes menores de 40 años, el segmento que más aumentó su presencia en las urnas. Además se produjo un drástico cambio en el comportamiento habitual de las familias y muchos votantes jóvenes convencieron a sus padres para que votaran lo mismo que ellos, y no a la inversa.
Mamdani también triunfó entre los progresistas, incluidos los progresistas judíos. A pesar de la campaña alarmista y el miedo al supuesto antisemitismo del candidato, un tercio del voto judío, que se calcula que representa entre el 10% y el 15% del total de los votantes, fue para él. Entre los musulmanes y los originarios del sur de Asia, que constituyen alrededor del 7% de los electores registrados, los resultados fueron todavía más impresionantes. Votaron abrumadoramente a favor de Mamdani y sumaron el 15% de los votos en las elecciones.
El milagro de Mamdani no consiste solo en construir una coalición de votantes capaz de ganar, sino en movilizarlos con una política en la que creen, que rechaza los llamamientos racistas, ignora las exigencias de la élite y da prioridad a las aspiraciones de los trabajadores. En esta lucha por la justicia colectiva, los musulmanes son unos vecinos más, no enemigos contra los que luchar.
¿Habrá decepciones? Desde luego. ¿Aumentará la islamofobia? Sin la menor duda. Pero la victoria de Mamdani tiene el potencial de convertirse en la oportunidad para descomponer la gerontocracia atrofiada que ocupa hoy el poder, en gran parte a base de hacer promesas que no se cumplen y atizar los peores miedos. En contraste, su elección apunta claramente hacia un futuro compartido de posibilidades democráticas. Dicho de otro modo, puede que en Nueva York hayamos aprendido a identificar lo importante en medio del ruido de fondo.