Los felices años veinte
El principal factor de adversidad para el bienestar ciudadano es el geopolítico
Hay algunas analogías—también diferencias— entre los felices años veinte de la centuria pasada y los que estamos viviendo ahora, en la tercera década del siglo XXI. En ambos casos la población salía de terribles traumas; el de ayer, bélico, la Gran Guerra; el de ahora, sanitario, una pandemia y la parálisis del planeta durante largos meses. En las dos circunstancias lo que se venía por delante era una época de gran incertidumbre, en la que hasta podría cambiar el orden mundial conocido hasta entonces. En 1929 empezaba la Gran Depresión y unos años después la Segunda Guerrea Mundial; ahora lleg...
Hay algunas analogías—también diferencias— entre los felices años veinte de la centuria pasada y los que estamos viviendo ahora, en la tercera década del siglo XXI. En ambos casos la población salía de terribles traumas; el de ayer, bélico, la Gran Guerra; el de ahora, sanitario, una pandemia y la parálisis del planeta durante largos meses. En las dos circunstancias lo que se venía por delante era una época de gran incertidumbre, en la que hasta podría cambiar el orden mundial conocido hasta entonces. En 1929 empezaba la Gran Depresión y unos años después la Segunda Guerrea Mundial; ahora llega un Trump revanchista e imperialista a la Casa Blanca. En medio, una ciudadanía asustada, dispuesta a salir a la calle para consumir, gastarse los ahorros y aprovechar el tiempo por si acaso. El espectáculo de calles repletas de personas acompañadas de bolsas de regalos lo muestra.
España podría decir como san Agustín: si me contemplo soy un pecador, pero si me comparo soy un santo. Sus condiciones económicas, sin entrar en profundidades, son mejores que las de la mayoría de los países con los que compite: un crecimiento económico bastante por encima de la media, creación de medio millón de puestos de trabajo en el último año, su industria principal —el turismo— a reventar y cada vez ocupando más espacio en la producción nacional, y hasta un reducido nivel de endeudamiento empresarial.
Ello no significa que no existan factores de riesgo, los meramente internos, nacionales, y los que comparte con el resto del mundo. Entre unos y otros hay un problema híbrido, que se da en casi todas las partes y que afecta estructuralmente al futuro de varias generaciones de jóvenes: la imposibilidad del acceso a una vivienda, o por su carestía en cuanto a la propiedad o el alquiler, o por su escasez, aspectos que están íntimamente relacionados. El Banco de España cifra el déficit de viviendas en 600.000 para este año 2025.
Pero quizá el principal factor de adversidad para el bienestar de los españoles sea el político: la debilidad del Gobierno y la inoperancia de la oposición, que en el terreno económico se manifiesta, al menos por ahora, en la ausencia de unos Presupuestos Generales del Estado para el año en curso, y en la imposibilidad de abordar algunas reformas estructurales, como la fiscal o la de la financiación de las comunidades autónomas, esenciales para la construcción de un modelo de crecimiento moderno (mayor competitividad, mayor productividad, aplicación de las líneas generales de los informes de Mario Draghi y de Enrico Letta, que suponen un shock inversor para toda la zona, etcétera). Aunque el Ejecutivo haya conseguido una prórroga en Europa para la consecución de los objetivos de déficit y deuda pública, ellos habrán de cumplirse más temprano que tarde y quizá sean la tarea de una nueva Administración si hubiera que adelantar las elecciones generales en caso de caída del Gobierno.
Todo ello está condicionado por el principal elemento de incertidumbre que invade al mundo en estos momentos: el programa con el que va a gobernar Donald Trump. A los reiterados anuncios de su negacionismo climático y de una política económica proteccionista de perjuicio al vecino, se han sumado sus últimas declaraciones imperialistas en lo referente al territorio europeo de Groenlandia, Canadá, México y Panamá. Nada tranquilizador.
Volvamos a ras de tierra. El año comienza con subidas de la energía, la cesta de la compra y la retirada de algunas rebajas fiscales aprobadas para los peores tiempos. Según los Eurobarómetros, casi la mitad de los europeos considera que su nivel de vida se ha deteriorado en el periodo reciente, sin que se vislumbre un cambio de tendencia en el futuro inmediato. El brote inflacionista ha erosionado el poder adquisitivo en amplias capas de la sociedad; hay más ocupados, pero cada uno de ellos tiende a ganar menos, descontada esa inflación. Las declaraciones de que todo va mejor son lógicas en la contienda política, pero irritan a quienes no llegan con holgura a final de mes.