La dificultad del PSOE y de Pedro Sánchez para encontrar un mensaje político claro

Hace mucho tiempo que el presidente del Gobierno no ofrece explicaciones sobre su política y sobre sus acciones

Nicolás Aznáerz

El congreso federal del Partido Socialista se celebrará tres semanas después de las elecciones presidenciales de Estados Unidos, es decir, cuando ya se sepa si Donald Trump ha conseguido volver a ser elegido presidente o ha quedado relegado a la historia. Si regresa o no a la Casa Blanca, será un hecho relevante también para los participantes en el congreso socialista. España, con Pedro Sánchez como presidente del Gobierno, l...

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El congreso federal del Partido Socialista se celebrará tres semanas después de las elecciones presidenciales de Estados Unidos, es decir, cuando ya se sepa si Donald Trump ha conseguido volver a ser elegido presidente o ha quedado relegado a la historia. Si regresa o no a la Casa Blanca, será un hecho relevante también para los participantes en el congreso socialista. España, con Pedro Sánchez como presidente del Gobierno, lidera en la Unión Europea posiciones muy diferentes a las de Trump respecto a Oriente Próximo o a la inmigración, por ejemplo (es una pena que haya pasado tan inadvertida su intervención sobre este tema en el Congreso de los Diputados el pasado día 9). Kamala Harris no mantiene puntos de vista muy distintos a los de Trump en esos dos campos, pero su victoria sería una inyección de ánimo para quienes piensan que Trump actúa como un faro de atracción para todos los movimientos de extrema derecha del mundo. La derrota del multimillonario daría un respiro a la socialdemocracia europea y al congreso del PSOE también.

Obviamente, los problemas de Pedro Sánchez y del Partido Socialista no se solucionarían con una derrota de Trump. Son problemas propios, serios y difíciles de resolver. Básicamente están relacionados con la falta de acción y mensaje político. El presidente Sánchez busca gobernar y sacar adelante un presupuesto, pero tiene una enorme dificultad para hacer pasar en la opinión pública mensajes políticos, la idea de un proyecto. Cierto que el primer problema es el tipo de oposición que realiza el Partido Popular, que no ofrece alternativas de gobierno, sino que trata solo de impedir que se gobierne y mantiene un continuo acoso personal. Sánchez considera esa actitud una deslealtad institucional. Pero también es cierto que el presidente hace mucho tiempo que no ofrece explicaciones sobre su política y sobre sus acciones (el intervalo de cinco días de reflexión que se tomó el pasado mes de abril no desembocó en un proyecto claro ni en la apertura de un debate político). “El presidente no puede hacer todo el trabajo él solo, pero no deja espacio a ningún ministro ni a dirigentes del partido para que ejerzan algún tipo de liderazgo ideológico. Le faltan “muletas” y no las acepta y eso empobrece el liderazgo político del PSOE”, explica un diputado que apoyó desde muy pronto a Sánchez.

La opinión de que nadie tiene encomendado, ni en el gobierno ni en el partido, un trabajo esencialmente político está bastante extendida entre los cargos intermedios del PSOE. “Sería más fácil hacer frente a las maniobras del PP y a los auténticos problemas internos que nos vamos encontrando, como el caso Ábalos, que es muy preocupante, si existieran voces con peso político capaces de llegar a la opinión pública. Pero no existen”, explica ese mismo diputado. Para él, el congreso federal no planteará especiales dificultades a Sánchez, aunque es posible que algunas delegaciones “se hagan notar”, sobre todo teniendo en cuenta que los congresos territoriales se llevarán a cabo inmediatamente después. La mayor expectativa la levanta Andalucía, donde existe un claro malestar y donde Susana Díaz no ha perdido todas las posiciones. Sánchez no dispone esta vez de la experiencia política de Carmen Calvo, ahora presidenta del Consejo de Estado, ni de suficientes caras conocidas y prestigiosas dispuestas a hacer el trabajo interno necesario. En cualquier caso, las únicas dificultades pueden llegar a través de los “papeles” que se preparan para los debates del congreso federal, pero nunca por enfrenamientos personales.

Dado el hermetismo habitual del presidente del Gobierno, nadie sabe bien hasta qué punto está dispuesto a hacer cambios en el gobierno y en la ejecutiva del partido. Pero son bastantes las voces que estiman que Pedro Sánchez no ha hecho una auténtica crisis de Gobierno desde hace demasiado tiempo. A raíz de la clara derrota en las elecciones municipales y autonómicas y de las inmediatas elecciones generales, se limitó a recomponer su mayoría parlamentaria y a introducir algunos cambios mínimos, pero el gabinete sigue siendo prácticamente el mismo de antes de esas derrotas, al menos en su columna vertebral. “No tiene a nadie que haga gestión política”, admite otro dirigente local, que se proclama “sanchista”. Critica lo que califica de incapacidad de Sánchez para dar autonomía a un verdadero equipo, pero también lamenta muy especialmente la actitud del expresidente Felipe González. “Nadie le pide que elogie al presidente si no le agrada, pero su papel como gran dirigente socialista sería un mensaje político: hay que luchar contra la crispación en política. Él, que tanto la sufrió, sabe perfectamente la capacidad destructiva de la democracia que tiene esa táctica”.


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