Adrienne Rich, la mujer que convirtió sus versos en vanguardia del feminismo

La autora consideraba el National Book Award de EE UU, que ganó hace 50 años, una patraña patriarcal, pero lo utilizó para denunciar un sistema que perpetuaba la desigualdad

La escritora americana y activista del feminismo Adrienne Rich, en una imagen tomada en 1991.Nancy R. Schiff (Hulton Archive/Getty Images)

La vida de la poeta y ensayista feminista Adrienne Rich (1929-2012) empezó siendo heteronormativa, como la de la mayor parte de mujeres de su época. Se casó a los 24 años con Alfred Haskell Conrad, profesor de Economía en Harvard, con el objetivo de escapar de su familia y dar un primer paso hacia su independencia, según Rich reconoció después. No obstante, a medida que su pensamiento evolucionaba, su vida se fue transformando, en l...

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La vida de la poeta y ensayista feminista Adrienne Rich (1929-2012) empezó siendo heteronormativa, como la de la mayor parte de mujeres de su época. Se casó a los 24 años con Alfred Haskell Conrad, profesor de Economía en Harvard, con el objetivo de escapar de su familia y dar un primer paso hacia su independencia, según Rich reconoció después. No obstante, a medida que su pensamiento evolucionaba, su vida se fue transformando, en lo que supone un dificilísimo ejercicio de coherencia que le costó años ajustar. Como dice uno de sus poemas: “Cuando mis tiempos dieron signos / de volverse / políticamente correctos (…) / empecé a hacerme preguntas” (de Tiempo norteamericano). En Nacemos de mujer, revisita el tema de la maternidad, identificando el rol de la madre estipulado por los hombres, como el origen de la desigualdad entre hombres y mujeres. La pensadora se hizo una ligadura de trompas después de su tercer hijo y se dijo que aconsejó a Sylvia Plath no ser madre, según comenta por correo electrónico su biógrafa, Hilary Holladay (The Power of Adrienne Rich, Nan A. Talese, 2020). Poco después de que Rich se separase de su marido, éste se suicidó.

No fue hasta 1976, a los 47 años, cuando la pensadora hizo pública su relación con la entonces escritora emergente Michelle Cliff, 17 años menor que ella, con quien convivió hasta morir. Las dos eran activistas comprometidas y se conocieron frecuentando los mismos círculos. Ese año Rich publicó Veintiún poemas de amor, un poemario que la convirtió en un icono del lesbianismo. Para Rich, la heterosexualidad ha sido una imposición social para las mujeres. En su ensayo Heterosexualidad obligatoria y existencia lesbiana critica el sistema basado en valores ligados a la supremacía masculina.

Según Holladay, “su elocuencia y claridad ayudaron a convertirla en el rostro del feminismo literario a finales del siglo XX. Siempre insistió en que las mujeres tienen derecho a tomar sus propias decisiones”.

El arte como catalizador de la libertad y la identidad propia

Rich consideraba la poesía un derecho humano y la utilizó como herramienta política. Para la escritora norteamericana, la creatividad y el arte brindan la oportunidad de descubrir un lenguaje propio con el que identificarse y escapar de los estándares externos, frecuentemente opresivos. El rupturismo de sus ideas fue profundamente liberador para las mujeres, que vieron legitimada la complejidad de sus deseos y pensamientos. Muchas, no solo dejaron de sentirse culpables o inferiores, sino que se empoderaron. Rich consiguió que la sociedad evolucionara a partir de un cambio de narrativa sobre cómo las mujeres contaban su propia historia, instándolas a liberarse de la manipulación y el sometimiento para tomar las riendas de sus vidas. Su obra ejemplifica su propia evolución vital hasta la toma de conciencia y sigue siendo esencial en algunas de las universidades más prestigiosas del mundo.

Nancy K. Miller, escritora feminista y profesora distinguida de Literatura Comparada en CUNY (La Universidad de la Ciudad de Nueva York), señala por correo que, en el curso sobre escritoras e intelectuales de los siglos XX y XXI que imparte, “Rich sigue siendo una figura importante y emocionante”. Y Caroline Light, profesora y directora de estudios de pregrado en la Universidad de Harvard, asegura también por correo que, durante los 15 años que ha impartido Sueños de un lenguaje común —el único curso obligatorio del programa de estudios Mujeres, Género y Sexualidad (y cuyo título está inspirado en un poema de Rich)—, ha empezado la clase con el poema Cartografías del silencio. En él la poeta insta a no confundir el “silencio” con “ausencia”. Según Light, “los silencios que presenciamos revelan profundas desigualdades y estructuras de poder”.

La denuncia de la hipocresía del poder

La carrera de Rich fue brillante, repleta de premios y reconocimientos. Al graduarse en Radcliffe College, la contraparte femenina de Harvard (que solo permitía el acceso a hombres), obtuvo una beca Guggenheim para estudiar en Oxford. Con su primer poemario ganó el Premio Poetas Jóvenes de Yale, W. H. Auden firmó el prefacio y su influencia fue imparable desde entonces, obteniendo grandes reconocimientos incluso a título póstumo (fue finalista del Pulitzer en 2017).

Rich abogaba por un arte que ayudara a cambiar el statu quo y apelara tanto a la belleza como a la justicia. Por eso utilizó su poder para rechazar dos de los premios más prestigiosos del ámbito intelectual, dando visibilidad a injusticias sociales que se seguían obviando.

La poeta rechazó galardones nacionales por principios y por autonomía. “No quería ser coaccionada”, explica su biógrafa Hilary Holladay

Hace 50 años, en 1974, se le concedió el National Book Award en la categoría de poesía por Diving Into the Wreck (Sumergirse en el naufragio), en el que indaga en la historia de las mujeres: “Las palabras son mapas. / Vine a evaluar el daño que se hizo / y los tesoros que quedan”. Se considera su obra maestra y, según su biógrafa, “es uno de los libros más empoderadores y bellamente escritos de la literatura estadounidense moderna”. Para Rich, este premio era una patraña patriarcal que solo valoraba a las mujeres dentro de las normas de un sistema creado por hombres, perpetuando así la desigualdad de género, pero sabía que le daría visibilidad para reivindicar la lucha feminista y decidió utilizarlo como plataforma. Pactó con otras dos poetas nominadas, Audre Lorde y Alice Walker, que si alguna de ellas ganaba recogerían el premio conjuntamente, en nombre de todas las mujeres. Al ganar el premio, Rich leyó un texto firmado por las tres en el que renunciaba al premio económico. “Ninguna de nosotras podría dejar sin cuestionar los términos en los que a los poetas se les concede o se les niega honor y sustento en este mundo, especialmente cuando se trata de mujeres. Dedicamos esta ocasión a la lucha por la autodeterminación de todas las mujeres, de todos los colores, identidades y clases”, afirmó.

En 1997, rechazó otro de los premios más prestigiosos: la Medalla Nacional de las Artes, otorgada por el entonces presidente de EE UU, Bill Clinton. Rich lo hizo en protesta contra un sistema de gobierno que consideraba hipócrita y que había intensificado las desigualdades en detrimento de los colectivos marginados. “Un presidente no puede rendir honores significativamente a determinados artistas simbólicamente elegidos mientras la gente, en su mayor parte, está tan deshonrada […] Mi preocupación por mi país es inseparable de mis preocupaciones como artista”, señaló la poeta en la diatriba en la que rechazaba el premio. Está recogida en su ensayo Por qué rechacé la Medalla Nacional de las Artes, convertido ahora en un emblema de disidencia política. “Sé que el arte no significa nada si simplemente decora la mesa para la cena del poder que lo mantiene rehén”, puntualizó. Según Holladay, Rich es un ejemplo a seguir porque no rechazó premios nacionales solo por principios, “sino también por autonomía”. “No quería ser coaccionada”, explica la biógrafa de la autora.

Adrienne Rich murió a los 82 años, dejando un extenso legado de más de 30 publicaciones (mayormente poesía, pero también ensayos) y siendo considerada una de las escritoras feministas más influyentes de la historia. Su pensamiento sigue vigente, junto a los problemas que denunciaba hace medio siglo: para ser libre es necesario pensar imaginando. La realidad que vivimos está coartada por las reglas del sistema patriarcal y no es la única posible.

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