La solución del 2% para frenar la crisis climática

El pensador israelí Yuval Noah Harari, autor del ‘best seller’ ‘Sapiens’, ha calculado cuánto costaría hacer frente al gran desafío que tiene ante sí la humanidad: un 2% adicional del PIB mundial. Solo hace falta organización y decisión

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A medida que la crisis climática se agrava, hay demasiada gente que está pasando de negar la evidencia a la desesperanza. Hace unos años era habitual oír a personas que negaban el cambio climático, restaban gravedad a la amenaza o alegaban que era demasiado pronto para preocuparse por ella. Ahora son muchos los que dicen que es demasiado tarde. Se avecina el apocalipsis y no podemos hacer nad...

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A medida que la crisis climática se agrava, hay demasiada gente que está pasando de negar la evidencia a la desesperanza. Hace unos años era habitual oír a personas que negaban el cambio climático, restaban gravedad a la amenaza o alegaban que era demasiado pronto para preocuparse por ella. Ahora son muchos los que dicen que es demasiado tarde. Se avecina el apocalipsis y no podemos hacer nada para evitarlo.

La desesperanza es tan peligrosa como la negación. Y es igual de engañosa. La humanidad dispone de recursos inmensos y, si los utiliza de forma sensata, aún puede evitar el cataclismo medioambiental. ¿Cuánto costaría exactamente detener el apocalipsis? Si la humanidad quiere prevenir un cambio climático catastrófico, ¿cuánto dinero tendríamos que pagar?

Como es natural, nadie lo sabe a ciencia cierta. Mi equipo y yo hemos dedicado semanas a estudiar distintos informes y documentos académicos, inmersos en una nube de números. Los modelos en los que se basan los cálculos son de una complejidad abrumadora, pero el resultado es alentador. Según la Agencia Internacional de la Energía, para lograr una economía con cero emisiones netas de carbono bastaría con invertir un 2% del PIB mundial anual más de lo que ya gastamos en nuestro sistema energético. En una encuesta llevada a cabo recientemente por Reuters entre economistas especializados en el clima, la mayoría coincidió en que alcanzar la neutralidad en carbono no costaría más que entre el 2% y el 3% del PIB mundial anual. Otras estimaciones calculan un coste ligeramente inferior o ligeramente superior para descarbonizar la economía, pero todos los cálculos indican porcentajes muy bajos del PIB mundial anual.

Estas cifras están en consonancia con las valoraciones del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, que en su histórico informe de 2018 afirmaba que, para limitar el calentamiento a 1,5 grados centígrados, las inversiones anuales en energía limpia debían aumentar hasta aproximadamente el 3% del PIB mundial. Dado que la humanidad ya invierte alrededor del 1% del PIB mundial anual en energías limpias, no necesitamos más que un 2% adicional.

Los cálculos anteriores se centran en el coste de transformar los sectores de la energía y el transporte, que son, con mucho, los de más peso. Sin embargo, también hay otras fuentes de emisiones, como el uso del suelo, la silvicultura y la agricultura. Ya saben, los famosos pedos de vaca. La buena noticia es que muchas de estas emisiones pueden reducirse de forma barata solo con cambios de comportamiento: por ejemplo, disminuyendo el consumo de carne y productos lácteos e introduciendo más vegetales en nuestra dieta. Comer más verduras no cuesta nada y puede contribuir a que vivamos más (nosotros y los bosques tropicales).

Podemos discutir hasta el hartazgo sobre las cifras y ajustar los modelos en uno u otro sentido. Pero no debemos quedarnos en las matemáticas, sino tener una visión de conjunto. Lo fundamental es que el precio de prevenir el apocalipsis asciende a un mínimo porcentaje del PIB mundial anual. No el 50% ni el 15%. Es inferior al 5%, quizá incluso nada más que un 2% más del PIB mundial invertido en las partidas adecuadas.

Y destaco la palabra invertir. No estamos hablando de quemar montones de billetes como gran sacrificio a los espíritus de la tierra. Estamos hablando de invertir en nuevas tecnologías e infraestructuras; por ejemplo, baterías avanzadas para almacenar la energía solar y redes eléctricas actualizadas para distribuirla. Estas inversiones crearán numerosos puestos de trabajo y nuevas oportunidades económicas y es probable que sean económicamente rentables a largo plazo, en parte por la reducción de los gastos sanitarios y por evitar que millones de personas caigan enfermas debido a la contaminación atmosférica. Podemos proteger a las poblaciones más vulnerables de las catástrofes relacionadas con el clima, dejar un mejor futuro a las generaciones venideras y, de paso, crear una economía más próspera.

Cloud Forest scenic in Amazonas region of Ecuador.Mark Newman (Getty Images)

Esta magnífica noticia ha quedado en cierto modo marginada en el acalorado debate sobre el cambio climático. Debemos destacarla, no solo para dar esperanza a la gente, sino sobre todo porque puede traducirse en un plan concreto de actuación política. En los últimos años hemos aprendido a definir nuestro objetivo con un valor numérico: 1,5 grados. Y podemos definir los medios para alcanzarlo con otro número: 2%. Aumentar la inversión en tecnologías e infraestructuras ecológicas en dos puntos porcentuales por encima de los niveles de 2020.

Por supuesto, a diferencia de la cifra de 1,5 grados, que es un umbral sólido, con base científica, la cifra del 2% no representa más que un cálculo aproximado. Debe entenderse como una cifra posible, útil para enmarcar el tipo de proyecto político que necesita la humanidad. Nos dice que evitar un cambio climático catastrófico es un proyecto totalmente factible, aunque es evidente que costaría mucho dinero. Si, en la actualidad, el PIB mundial asciende a unos 85 billones de dólares (unos 75 billones de euros), el 2% suma alrededor de 1,7 billones de dólares (1,5 billones de euros). Eso significa que, para salvar el medio ambiente, no es necesario arruinar por completo la economía ni renunciar a los logros de la civilización moderna. Solo tenemos que fijar como es debido nuestras prioridades.

No pensemos que firmar un cheque por el 2% del PIB mundial anual es la panacea, ni mucho menos. Eso no resolverá todos nuestros problemas medioambientales, como el plástico que invade los océanos o la pérdida continua de biodiversidad. Incluso para evitar un cambio climático catastrófico, tendremos que asegurarnos de que los fondos se inviertan en las partidas adecuadas y de que las inversiones no causen nuevos daños medioambientales ni sociales. Si destruimos una serie de ecosistemas al extraer metales raros necesarios para la industria de las energías renovables, podría decirse que perdemos tanto como ganamos. Además, tendremos que cambiar algunos comportamientos y modos de pensar, desde lo que comemos hasta nuestra forma de viajar. No será fácil. Pero precisamente para eso tenemos a los políticos: su trabajo consiste en abordar las cosas difíciles.

De hecho, los políticos tienen una gran habilidad para transferir el 2% de los recursos de un lado a otro. Lo hacen todo el tiempo. A la hora de la verdad, la diferencia entre las políticas de los partidos de derechas y los de izquierdas suele ser solo de unos cuantos puntos porcentuales del PIB. Cuando surge una crisis verdaderamente importante, los políticos se apresuran a asignar muchos más recursos para combatirla. Por ejemplo, en 1945, Estados Unidos dedicó casi el 36% del PIB a ganar la Segunda Guerra Mundial.

Durante la crisis financiera de 2008-2009, el Gobierno de Estados Unidos gastó alrededor del 3,5% del PIB en el rescate de las instituciones financieras consideradas “demasiado grandes para quebrar”. ¿Quizá la humanidad debería tratar también la selva amazónica como un ente “demasiado grande para quebrar”? Teniendo en cuenta el precio actual de las tierras de bosques tropicales en Sudamérica y el tamaño de la selva amazónica, comprarla en su totalidad para proteger los bosques locales, la biodiversidad y a las comunidades humanas frente a intereses empresariales destructivos costaría aproximadamente 800.000 millones de dólares, es decir, una cantidad inferior al 1% del PIB mundial.

Solo en los primeros nueve meses de 2020, los gobiernos de todo el mundo anunciaron medidas de estímu­lo por valor de casi el 14% del PIB mundial para hacer frente a la pandemia de covid-19. Con suficiente presión ciudadana, los políticos pueden hacer lo mismo para hacer frente a la crisis medioambiental, igual que los bancos de inversión y los fondos de pensiones. Estos últimos tienen un capital de unos 56 billones de dólares. ¿De qué sirve tener una pensión si no hay futuro?

En la actualidad, ni las empresas ni los gobiernos están dispuestos a realizar la inversión adicional del 2% necesaria para evitar un cambio climático catastrófico. ¿Dónde invierten el dinero?

En 2020, los gobiernos invirtieron 2 billones de dólares en sus ejércitos, lo que representa el 2,4% del PIB mundial. Otro 2,4% del PIB mundial se gasta cada dos años en alimentos que se desperdician. Los gobiernos también dedican alrededor de 500.000 millones de dólares anuales, increíblemente, en subvenciones directas a los combustibles fósiles. Es decir, cada 3,5 años, los gobiernos regalan una cantidad equivalente al 2% del PIB mundial anual al sector de los combustibles fósiles. Y eso no es todo. Si se tienen en cuenta los perjuicios sociales y medioambientales que causa la industria de los combustibles fósiles (y dado que no se le pide que pague por ellos), el valor de estas subvenciones asciende en realidad a nada menos que el 7% del PIB mundial anual.

Yuval Noah Hararien en una imagen de 2016.Jonathan Nicholson (NurPhoto/Getty Images)

Pasemos ahora a la evasión fiscal. La UE calcula que el dinero oculto por los ricos en los paraísos fiscales representa alrededor del 10% del PIB mundial. Cada año, las empresas ocultan otros 1,4 billones de dólares de beneficios en paraísos fiscales, lo que equivale al 1,6% del PIB mundial. Es probable que para evitar el apocalipsis tengamos que crear varios impuestos nuevos. Pero ¿por qué no empezamos por cobrar los antiguos?

El dinero existe. Por supuesto, una cosa es hablar de recaudar impuestos, recortar presupuestos militares, acabar con el desperdicio de alimentos y recortar subvenciones, y otra cosa es hacerlo, sobre todo cuando hay que enfrentarse a algunos de los grupos de presión más poderosos del mundo. Pero no hace falta ningún milagro. Solo organización y decisión.

Así que no debemos sucumbir al derrotismo. Siempre que alguien diga: “¡Es demasiado tarde! ¡Se avecina el apocalipsis!”, debemos responder: “No, podemos impedirlo con solo el 2%”. Y, cuando se reúna la COP27 en noviembre de 2022 en Egipto, debemos decir a los líderes reunidos que no se limiten a hacer vagas promesas sobre esos 1,5 grados. Queremos que saquen el bolígrafo y firmen un cheque por el 2% del PIB mundial anual.

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