La Super Bowl, ese evento épico con decenas de estrellas, miles de fuegos artificiales y 1.420 millones de alitas de pollo
Esta es la historia de cómo una competición llamada a conquistar solo a los forofos del fútbol americano consiguió suscitar la atención de todo el mundo recurriendo a una fórmula infalible en cualquier cultura: cientos de cosas de colores moviéndose en un escenario
Pues sí, esta noche a las 00.30 horas hora peninsular empieza la Super Bowl. Como alguien (no daremos nombres, pero sí el link), definió en esta misma web: “Ese evento indispensable que usted este año tampoco verá”. La disputan dos equipos de esos que solo un avezado concursante de Pasapalabra podría adivinar. “Con la T, equipo del sur de Florida en el que actualmente milita el mítico quarterback Tom Brady”: Tampa Bay Buccaneers. “Empieza por K, equipo al que las apuestas dan como favorit...
Pues sí, esta noche a las 00.30 horas hora peninsular empieza la Super Bowl. Como alguien (no daremos nombres, pero sí el link), definió en esta misma web: “Ese evento indispensable que usted este año tampoco verá”. La disputan dos equipos de esos que solo un avezado concursante de Pasapalabra podría adivinar. “Con la T, equipo del sur de Florida en el que actualmente milita el mítico quarterback Tom Brady”: Tampa Bay Buccaneers. “Empieza por K, equipo al que las apuestas dan como favorito para ganar la Super Bowl”: Kansas City Chiefs.
¿Cómo ha conseguido la liga profesional de fútbol americano que durante una noche el resto del mundo preste atención a un deporte que habitualmente ignora? Muy fácil, por las cifras. Aunque en 2021, por causa de la pandemia, el evento está de capa caída, sigue siendo el momento del año que más estadounidenses congrega frente al televisor. Más de 100 millones de espectadores. Ese número dispara el resto, desde el precio de los anuncios publicitarios, que en esta ocasión se han desplomado, hasta el número de alitas de pollo que se consumen. 1.420 millones, unas cuatro por cada hombre, mujer y niño que vive en ese país. Un nuevo récord que supera al anterior en un 2%, según el National Chicken Council.
Pero la pieza clave –al menos para los que, al preguntar antes el equipo con la letra K, han respondido Kamchatka o Kilómetro- es el espectáculo del descanso. Catorce minutos sin relación alguna con el encuentro, pero con todo el despliegue del espectáculo estadounidense en los que se ganan y se pierden carreras. Ser elegido como el artista que realizará ese show en el que, por supuesto, todo es de dimensiones faraónicas es lo bastante importante como para ponerlo en letras grandes en el currículum entre los números uno y los Grammy. Precisamente esa parece la espinita que se quiere sacar el protagonista de este año, The Weeknd. El nuevo disco del canadiense fue ninguneado en los últimos Grammy y esta es la manera de recordar que con premios o sin ellos es una estrella incontestable.
Excepto el protagonista, todo lo demás es secreto. Lo más divertido del espectáculo es adivinar quiénes serán los invitados y el repertorio. Una oleada de rumores que en esta edición incluían que Rosalía iba a actuar.
La actuación es más que un despliegue de poderío. Es también una narración de la atmósfera en Estados Unidos. Por ejemplo, este año todo parece más relajado después de cuatro tensos años de trumpismo, cuya guerra cultural también enturbió la gran cita de su deporte rey. Vamos a repasar brevemente los grandes hitos del Halftime Show de la Super Bowl.
1967-1990. La edad de la inocencia
La primera actuación de la Super Bowl, en 1967, fue la de las bandas de las universidades de Arizona y Michigan. Esa es toda la información que hemos podido recabar, de lo que se deduce que fue tan memorable como parece. Al año siguiente se tiraron hacia un espectáculo conceptual, posiblemente dadaista, titulado Old Man Winter Takes A Vacation In Miami, (algo así como “el invierno se toma un descanso en Miami”), interpretado por siete bandas de institutos de Florida. Aunque parece que desde ahí solo se puede ir hacia arriba, la cosa no remontó demasiado durante dos décadas. El primer nombre propio encargado del espectáculo fue Carol Channing, la actriz, conocida por haber protagonizado la versió original de Hello Dolly! en Broadway, interpretó When The Saints Go Marching In, mientras se reproducía la batalla de Nueva Orleans de 1815.
En realidad, hasta entrados los ochenta, todo eran homenajes: al bicentenario de EE UU, a Duke Ellington, al carnaval de Nueva Orleans... Espectáculos familiares al estilo Disney pensados para quitarse de encima ese incómodo momento en el que no hay partido. En los ochenta, la cosa empieza a ponerse más colorista, y también más ridícula. El número de 1987, Be Bop Bamboozled, protagonizado por un imitador de Elvis llamado Elvis Presto y que incluía efectos en 3D, es casi unánimemente recordado como el peor de la historia.
1991-1993. Michael Jackson (y 3.500 niños) salvan la situación
Las audiencias de la Super Bowl estaban cayendo. Michael no fue la primera gran estrella a la que acudieron los productores del espectáculo: en 1991 actuaron New Kids On The Block y Whitney Houston entonó lo que aún muchos consideran hoy que es la mejor versión del himno nacional estadounidense que se ha escuchado; al año siguiente, lo hizo Gloria Estefan. Pero en 1993, después de que un programa de humor de una cadena rival les robase audiencia durante el descanso del partido, decidieron apostar por el astro más grande que existía.
Michael Jackson, que aún disfrutaba de las mieles del éxito de Dangerous y estaba inmerso en su gira homónima, sentó las bases de lo que hoy siguen siendo las grandes actuaciones de la Super Bowl. Por ejemplo, la espectacularidad. Apareció en lo alto de una de las pantallas gigantes del estadio (era un doble) y luego en otra (era otro doble), para emerger, finalmente, de las profundidades del escenario situado en el centro del campo. Y entonces se quedó parado durante 72 segundos exactamente, sin cantar, como una estatua de cera adorada por miles de espectadores en el estadio y por 134 millones en todo el mundo.
También estableció que debe haber un poquito de controversia: empezó cantando Jam y después, durante Billie Jean, se llevó varias veces las manos a la entrepierna. Pese a que era uno de sus movimientos más característicos, los responsables del espectáculo le pidieron que no lo hiciese. Él lo hizo. La cadena recibió miles de cartas de espectadores ofendidos, claro, pero nada remotamente parecido a lo que suscitaría su hermana Janet once años después. Otro ingrediente: un discurso social. Ocurrió con la letra de Black Or White, uno de sus éxitos más recientes y una llamada a la igualdad entre razas que puede parecer obvia por el título, pero que visto lo que seguiría ocurriendo 23 años después (y el caso Kaepernick) mucha gente no escuchó. Todo remata con el momento que, visto hoy, inspira sensaciones más encontradas: 3.500 niños se suben al escenario y cantan con él Heal The World, uno de los grandes éxitos de Michael y nombre de la fundación que recibió 100.000 dólares de la NFL a cambio de la actuación (Michael había pedido un millón). La canción fue la misma que cerró, en 2009, su multitudinario funeral. Era una de sus favoritas. Solo unos meses después de aquella Super Bowl, en agosto de 1993, las primeras acusaciones de abuso sexual a menores (vendrían más en 2003 y más en 2019) haría que –aunque fuese declarado no culpable en 2005– nunca volviésemos a mirar a Michael Jackson de la misma manera ni asistir a esta actuación sin arquear una ceja.
1994-2004. El pezón que pudo reinar
Al éxito de Michael le siguieron, durante la década de los noventa, varias leyendas (Tony Bennett, Patti Labelle, Diana Ross, Stevie Wonder) y, ya en la década de los 2000, una apuesta clara por virar hacia el pop de gran consumo juvenil. Enrique Iglesias fue en el año 2000 el primer español en cantar en la Super Bowl. A su lado, Christina Aguilera, Toni Braxton y un Phil Collins un tanto despistado que sirvió de puente. Al año siguiente, en 2001, de nuevo la estrategia: Aerosmith para los veteranos y las superestrellas de MTV Britney Spears y NSYNC para los jóvenes (y Backstreet Boys cantando el himno nacional, ojo a eso). U2, sin nadie más (que nadie haga sombra a Bono), lideraron el medio tiempo de 2002. Al año siguiente se subieron al escenario Shania Twain, No Doubt y Sting, en lo que parecía una mezcla ideal para el nuevo mundo: una chica country, unos jovencitos de Los Ángeles y un emisario de Reino Unido. Y entonces llegó 2004.
Tuvo que llegar otra Jackson para que se volviese a hablar de la Super Bowl en todo el mundo. Porque de la edición XXXVIII que enfrentó a los Carolina Panthers contra los New England Patriots nadie recuerda a la retahíla de artistas pop que alegraban a un país todavía traumatizado por el 11-S (Jessica Simpson abriendo la actuación y los raperos Puff Daddy y Nelly cantando sus éxitos de entonces), sino a Justin Timberlake arrancando, al final de la actuación, parte del vestido de Janet Jackson y dejando a la vista su pecho derecho, con el pezón convenientemente tapado por una joya pegada a la piel. ¿Fue a propósito? ¿Fue un error de vestuario, término que se hizo popular (e infame) durante meses? Los dos implicados afirmaron que fue un accidente. Pero ahí terminaron las similitudes entre ellos: mientras la carrera de Timberlake solo fue hacia arriba, Janet sufrió un boicot por parte de todos los grandes grupos de comunicación (también los que se suponían progresistas y feministas) que, a efectos prácticos, arruinó su carrera y del que aún no se ha recuperado. Todo por un pecho (sin pezón) que el público pudo ver menos de medio segundo.
En los últimos años han surgido voces que piden justicia para ella. En 2017, cuando Timberlake volvió a ser la estrella del medio tiempo, el hashtag #JusticeForJanet se hizo viral y se pidió que la invitase al escenario para enmendar una injusticia que tenia tintes machistas, racistas y, si nos ponemos, edadistas (¿se apagó la carrera de Janet, además de por todo eso, porque tenía casi 40 años?). Pero no ocurrió. Probablemente, la Super Bowl le sigue teniendo miedo por la controversia que le salpicó. Por eso, a partir de aquel 2004 decidieron jugar sobre seguro durante unos cuantos años.
2005-2010. Más vale viejo conocido que pezón por enseñar. La era de los dinosaurios
Después del escándalo, la organización decidió tirar de clásicos, que esos siempre responden y no dan disgustos. Por el espectáculo pasaron sucesivamente, Paul McCartney, The Rolling Stones, Prince –en la que se considera una de las mejores actuaciones de la historia y que rehabilitó su figura, tras años en segunda fila–, Tom Petty, Bruce Springsteen y The Who. Los británicos siempre han sido grandes en EE UU, pero entonces vivían un renacimiento gracias a la serie CSI, que había elegido Who are you como canción de sintonía.
2011-2018. La edad del espectáculo
Alguien consideró que seis años de viejas glorias era más que suficiente para purgar el pecado de Janet Jackson. Así que en 2011 se volvió a llamar a las grandes estrellas del momento. Abrieron la veda Black Eyed Peas, entonces ominipresentes con I Have A Feeling. Ellos iniciaron el momento Viva Las Vegas, con sus trajes de cuero con lucecitas, bajando desde el cielo en unos columpios que parecían suspendidos de la nada, focos como para iluminar una ciudad mediana y un batallón de bailarines. A partir de entonces ese se convirtió en el estándar a batir. Al año siguiente, Madonna realizó un número gimnástico que casi le cuesta la salud de tanto correr y dar volteretas acompañada de Cee Lo Green, LMFAO, Nicki Minaj y una M.I.A. que hizo una peineta no planificada por la que la federación de fútbol le reclamó 16 millones en compensación. Lo levantó Beyoncé al año siguiente, y luego Katy Perry en 2015 apareciendo sobre un gigantesco tigre robótico que se movía por el campo y volando suspendida con una estrella como la del portal de Belén. Era una especie de “supera eso” que pudo con Coldplay, una de las actuaciones peor valoradas de la historia. Lady Gaga en 2018 convirtió el espectáculo en la apoteosis de los fuegos artificiales.
2018-2020. La Super Bowl en los años de Trump: reivindicación y purpurina
La Super Bowl también puede ser un acto político. En 2019 algunos artistas como Rihanna y Cardi B se negaron a participarcomo un gesto de solidaridad hacia Colin Kaepernick, de los San Francisco 49ers, a raíz de que en 2016 el jugador se arrodillara y se negara a cantar el himno estadounidense como símbolo de protesta por la brutalidad policial y las injusticias hacia la comunidad afroamericana en EE UU. El futbolista no ha sido contratado en ningun partido de la NFL.
Los que no renunciaron al espectáculo de medio tiempo fueron Maroon 5, Travis Scott y Big Boi. Sin embargo, esos 14 minutos del halftime show fueron duramente criticados en las redes sociales. Algunos medios de comunicación lo consideraron como el peor concierto de la historia de la Super Bowl (como se ve, es un galardón muy competido), ya que no estuvo a la altura en cuanto a interpretación, dinamismo y escenografía.
El energético espectáculo de Shakira y Jennifer Lopez en la Super Bowl de 2020 generó mayor impacto en los más de 100 millones de estadounidenses que televisaron el juego que la propia victoria de los Kansas City Chiefs sobre los San Francisco 49ers. Era la primera vez que dos latinas protagonzaban los 14 minutos del medio tiempo de la Super Bowl en un año marcado por las duras políticas migratorias de Donald Trump hacia los hispanos, que, irónicamente, representan el 18% (60 millones) de la población total (328 millones) en Estados Unidos.
Con sus bailes afrocolombianos y su danza del vientre, Shakira se llevó la primera parte del espectáculo del medio tiempo, a la vez que interpretaba parte de su repertorio en español. Luego apareció Jennifer Lopez que al cantar Let’s Get Loud lucía una capa con la bandera de Puerto Rico por un lado y la de EE UU por el otro. Su propia hija, Emme Muñiz, junto con otras niñas, apareció cantando en unas jaulas luminosas que hacían alusión a las polémicas imágenes de los niños migrantes en celdas en la frontera con México. En la actuación aparecieron también Bad Bunny y J Balvin. Estaba claro que era un momento de empoderamiento latino femenino en la Super Bowl, un evento masculino y patriótico.
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