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Garth Greenwell:“El dolor físico es la experiencia más universal del mundo, pero hay muy poco escrito sobre él”

El escritor estadounidense, tras abordar el sexo en sus primeros libros, se adentra en la enfermedad y en la violencia social de Estados Unidos en ‘Lluvia pequeña’, su nueva novela

En 2020, en plena pandemia, el escritor Garth Greenwell (Louisville, Kentucky, 47 años) sufrió una grave enfermedad que lo tuvo varios días hospitalizado. Al protagonista de su nueva novela, Lluvia pequeña (Random House), que tiene su edad y se parece mucho a él, le sucede lo mismo. Pero, ahora que abundan los libros testimoniales legitimados por la supuesta veracidad de la primera persona, Greenwell avisa: Lluvia pequeña es una novela. Lo que importa no es lo que le sucediera a él, sino lo que cuentan sus páginas. “La condición necesaria para concebir un libro es el desconcierto”, explica. ”Y aunque este libro no es un libro autobiográfico, porque está lleno de imaginación y de cosas inventadas, sufrí y experimenté algo similar a lo que le pasa al narrador, una crisis médica que me dejó totalmente desconcertado”.

El desconcierto, al principio, arrasa también al lector. Las primeras páginas son un descenso a los infiernos. La enfermedad vascular que sufre el protagonista es terrorífica. Greenwell narra con detalle cada prueba, cada síntoma, cada instante de pánico. Pero, en el momento menos pensado, en medio de una prueba médica, el texto, claustrofóbico y denso, empieza a volar. A inundarse de luz. Y la magia no se debe a consejos vitales de saldo, sino a una técnica literaria que revela trabajo, precisión, talento y amor al arte como forma de entender la vida. Entender la vida, en el fondo, es lo que le interesa a Greenwell. “El arte existe porque hay cuestiones o situaciones tan complicadas que sobrepasan nuestras herramientas mentales. No podemos resolverlas con lógica ni con debate”, apunta. “Frente a esas situaciones, yo necesito los recursos formales del arte, la presión de la sintaxis, de las escenas, de la creación. Necesito todo eso para pensar en esas cuestiones demasiado grandes como para pensar en ellas. Por ejemplo, nuestra mortalidad, nuestra finitud, enfrentarse no solo a la posibilidad sino a la probabilidad de morir mucho antes de lo que uno espera”.

Lluvia pequeña es un libro catártico, pero no por razones obvias. Ha ganado el premio PEN/Faulkner 2025 a la mejor obra de ficción y ha sido aplaudido por la crítica como la consagración de un autor que ya contaba con un nutrido número de lectores. Aparentemente, marca un cambio de registro. En 2016 publicó Lo que te pertenece, la historia de la relación entre un estadounidense y un trabajador sexual en Bulgaria. En 2020, Pureza. Si The New York Times afirmaba que nadie escribe sobre sexo mejor que Greenwell, aquí cambia de tercio para abordar el dolor físico. “A diferencia del dolor psicológico, espiritual o romántico, que tiene una literatura increíblemente abundante, hay muy poco escrito sobre el dolor físico”, afirma Greenwell, que cita Estar enfermo, el ensayo de Virginia Woolf, como excepción. “Es la experiencia humana más universal del mundo. La gente dice que es imposible escribir del dolor, igual que dicen que es imposible escribir sobre sexo. Para mí es simplemente un reto, algo que me interesa como escritor, igual que me fascina hablar del cuerpo en crisis”, explica. ”El deseo y el sexo son una forma de crisis. La enfermedad y el dolor, también. Además, me interesan mucho las relaciones asimétricas. Mi primer libro hablaba de una relación entre un tipo y un trabajador sexual, que es obviamente muy asimétrica. Cuando estuve en el hospital, me fascinaron las relaciones radicalmente asimétricas que surgen entre el paciente, que está viviendo algo totalmente excepcional y crucial, y los médicos y enfermeros que lo mantienen con vida, para quienes solo es un paciente, trabajo”.

“Estoy convencido de que mi país está al borde del precipicio. Estados Unidos siempre ha sido un país violento, pero el nivel de violencia social que hay ahora es lo que me aterra”

Esas relaciones, el día a día de un hombre que apenas puede levantarse para ir al baño durante su estancia en una UCI, arrojan también una mirada sobre el día a día del hospital. Más allá de los muros de su habitación hay una pandemia y llegan las primeras noticias de las protestas del movimiento Black Lives Matter. Integrados en un sistema sanitario pendiendo de un hilo hay médicos amables y enfermeros distantes, algunos de los cuales ejemplifican el Midwestern nice, la amabilidad del Medio Oeste, una peculiar idiosincrasia que favorece las charlas banales e intrascendentes como forma intuitiva de evitar conflictos. El narrador, un poeta que acaba de comprarse una casa junto a su novio, un poeta español que trabaja en la universidad de Iowa, intuye que muchos de ellos votan a Trump o tienen ideas contrarias a las suyas. El hospital no es un microcosmos, pero sus muros son porosos. Y nada depende de él. “Nunca escribiría una novela con intención política, aunque sí creo que el arte sirve para hablar de temas políticos”, concede. “Este libro es como una muñeca rusa: un cuerpo quebrado en una casa quebrada, en un país quebrado, en un planeta quebrado. Y me interesa cómo responder a ello. El narrador acaba de comprarse una casa que es un desastre, pero también ha entrado a formar parte de una comunidad de vecinos. Está en un estado muy conservador, así que sabe que muchos de sus vecinos votan a Trump, pero siguen siendo sus vecinos. Estoy convencido de que mi país está al borde del precipicio. Estados Unidos siempre ha sido un país violento, pero el nivel de violencia social que hay ahora es lo que me aterra”.

La acción de Lluvia pequeña se desarrolla durante el punto más álgido de la pandemia del Covid-19, pero no es una novela pandémica. Aparentemente, tras el fin de la crisis sanitaria la industria de la ficción ha dado carpetazo a las vivencias de los últimos años, como si fuesen veneno para la taquilla. Y eso, para Greenwell, quiere decir algo. “Me fascina esta resistencia a pensar en esta cosa gigante que transformó nuestro mundo, y cuyas consecuencias estamos empezando a ver”, afirma. “La gente no quiere hablar de ello. Y me fascina. ¿Qué eso tan insoportable que nos enseñó la pandemia? Creo que tiene que ver con el valor de una vida, que es la gran pregunta del libro. En Estados Unidos y en Occidente en general hemos organizado la sociedad en torno al rechazo a reconocer la muerte. El gran escritor estadounidense James Baldwin dice que la única certeza que tenemos es esa: una muerte”. Además, el estado de alarma en que vivió buena parte del planeta entre 2020 y 2022 es un marco perfecto para un relato como este. “Todos mis libros parten de una situación fuera de lo normal, excéntrica, que revela verdades universales para el ser humano. En este libro, esas verdades tienen que ver con nuestra total vulnerabilidad, con el hecho de que en cualquier momento puede pasarnos cualquier cosa, y da igual lo que deseemos. Estamos indefensos frente a la contingencia, y dependemos totalmente de los demás. Y en mi país esas ideas son aterradoras”.

La escritura de Greenwell es cautivadora pero no inmediata. Tampoco sus temas son fáciles ni, aparentemente, atractivos desde un punto de vista comercial. “Mi primera novela va de un tío que se va a Bulgaria, tiene una relación con un trabajador sexual y pilla la sífilis. Nadie diría que es una gran idea que se vaya a vender como churros”, bromea. A lo que se niega es a creer que sus libros sean para una minoría. “El dolor es la experiencia humana más universal posible”, apunta. También lo gay.“Como escribo sobre mi experiencia como gay, a veces me preguntan si no me da miedo encerrarme en un gueto o alejarme de los lectores mayoritarios. Y me parece un error de base ligado al arte. Soy un escritor gay. Trabajo desde una tradición gay. Y las tradiciones queer en la escritura no son marginales, sino que están en el centro, con Baldwin, Woolf, Thomas Mann, incluso Shakespeare. Son autores que están en el centro de la tradición, no en los márgenes. Escribo sobre cosas que suceden, que existen, y por eso son para todo el mundo. Por mi devoción a lo particular. En eso consiste el arte. Cézanne pinta una manzana concreta, con toda su particularidad. Y de ese modo nos enseña algo verdadero sobre la realidad en su totalidad”.

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