Ultraviolencia y cámaras de televisión: por qué la película más escandalosa de los noventa podría haber sido escrita hoy
‘Asesinos natos’, la sátira de Oliver Stone que reflejó un momento en el que los medios de comunicación perdieron el norte y elevaron a los altares a los criminales para ganar audiencia, encaja perfectamente en la era de las ‘fake news’ y la saturación de ‘true crimes’ en las plataformas
“Es detestable. Es el producto de un director esquizofrénico” fue la contundente opinión sobre Asesinos natos de Pilar Miró, una de las tres mil personas que durante el Festival de Cine de San Sebastián pudo ver la película en el Velódromo de Anoeta, “la mejor sala de cine del mundo” en palabras del “esquizofrénico” al mando del film, Oliver Stone. El director de Platoon y Nacido el cuatro de julio había escuchado cosas similares en otros festivales. Cannes la había rechazado alegando que era demasiado violenta. Venecia sí hizo un hueco para ella y la recepción fue tan entusiasta que desde la dirección le sugirieron que era un firme candidato a hacerse con el León de Oro. Finalmente tuvo que conformarse con el Premio del Jurado. Según relató el propio Stone, durante las deliberaciones, el escritor Mario Vargas Llosa había gritado que solo le darían el gran premio “sobre su cadáver”. Solo era un avance de lo que se le venía encima: la ira de los medios, las demandas y los asesinatos, una sucesión de incidentes que la harían granjearse el título de película más controvertida de la década.
Asesinos natos, la historia de Mickey y Mallory Knox, una pareja de asesinos en serie que siembran en el terror mientras los medios los convierten en celebridades pop, nació como un guion de Quentin Tarantino, por entonces sólo el director de un mediometraje que había pasado sin pena ni gloria. Incapaz de sacarla adelante, vendió los derechos por tan sólo diez mil dólares a Jane Hamsher y Don Murphy, dos productores tan avispados como inexpertos y el guion acabó en manos de Oliver Stone, que buscaba un proyecto tras la fallida El cielo y la tierra (1993). El responsable de JFK y Salvador se sintió atraído por lo que sobre el papel era “una película de acción de la que Arnold Schwarzenegger estaría orgulloso”. No imaginaba entonces que acabaría siendo reescrita casi por completo para ajustarse al zeitgeist de inicios de los noventa.
“Se trataba de capturar esa temporada horrible, de 1992 a 1994, cuando hubo un sangriento escándalo sensacionalista tras otro”, declaró en referencia a sucesos tan mediáticos como el de los hermanos Menéndez, la patinadora Tonya Harding, Lorena Bobbitt o el caso de O.J.Simpson. Actos violentísimos que llenaban horas de televisión con audiencias millonarias. Asesinos natos pone el foco en la fascinación que despiertan los sucesos truculentos y en la responsabilidad de los medios a la hora de informar sobre ellos. Cuando se le preguntó cuál fue el detonante de esta situación, Stone señaló el momento en que las noticias dejaron de ser un servicio público y se convirtieron en un negocio, otra de las consecuencias de la voraz era Reagan que rompió el pacto tácito sobre la información. Los informativos pasaron a ser espacios lucrativos y eso implicaba despedirse de la ética y, por qué no, también de la verdad. Adiós a los hechos contrastados, hola a la la información convertida en entretenimiento.
Oliver Stone quería a Michael Madsen para el papel principal pero, según el protagonista de Reservoir Dogs, Warner Bros puso veinte millones de dólares sobre la mesa para que el protagonista fuese Woody Harrelson, en aquel momento tremendamente popular por su papel de camarero bonachón sin demasiadas luces de Cheers. El director aceptó entusiasmado: “Me pareció una especie de psicópata. Por eso me gustó. Sus ojos eran azules y vacíos y tenía muchas cualidades del Medio Oeste americano”. Había otro detalle que lo hacía idóneo: su padre, Charles Harrelson, era un asesino a sueldo que en aquel momento estaba en prisión por asesinar a un juez federal.
Más difícil resultó la elección de Mallory. Que fuese una víctima de abusos sexuales llevó a Stone a tantear a la cantante Tori Amos, tal como ella misma relata en su autobiografía All These Years. Aceptó el papel, pero cuando el director le contó que cada vez que Mallory matara a alguien, sonaría su canción Me and a Gun (inspirada en una violación real que había sufrido la cantante) Amos le dio una bofetada y se fue. Durante su audición, Juliette Lewis, consciente de que la principal característica de su personaje era su imprevisibilidad, saltó sobre el escritorio del director, lo agarró por el cuello y le gritó: “Si crees que alguna de estas otras actrices podría matarte físicamente, como yo podría, entonces contrátala”. El papel fue suyo.
Stone tanteó también a Tim Roth y Steve Buscemi que rechazaron participar en la película después de que Quentin Tarantino les amenazase con no volver a contar con ellos en sus películas. Tras el éxito de Reservoir Dogs Tarantino era el nuevo enfant terrible de Hollywood y también era el principal enemigo de su antiguo guion. Sí aceptaron participar un Robert Downey Jr. en horas bajas por sus adicciones y Tommy Lee Jones que, según contó, basó su excesiva interpretación del repulsivo alcaide Warden McClusky en El burgués gentilhombre de Moliere. Más extraña fue la aparición de Rodney Dangerfield, uno de los cómicos más populares de Estados Unidos, como el padre abusador de Mallory. Incapaz de entender por qué su repulsivo personaje se presentaba como el protagonista de una telecomedia, exigió reescribir todas sus líneas.
El rodaje, que empezó el mismo día que la mujer de Stone le pidió el divorcio, algo que el propio director ha asumido que afectó al tono de la película, figura entre los más caóticos de la historia. El brutal motín final fue grabado en una prisión real con presos peligrosos actuando como extras que, según cuenta Tom Sizemore en los comentarios de la edición en DVD, lanzaban continuamente improperios sexuales a Juliette Lewis y Robert Downey Jr. Mientras recorrían las galerías del sótano sentían como les caían encima las aguas fecales que se filtraban por las tuberías y el frío y la humedad provocaron una neumonía a Juliette Lewis. Para mantener la tensión, durante las pausas Stone les atronaba desde los altavoces con música a todo volumen. Según la productora Jane Hamsher, trabajar con Stone “fue un infierno”.
“Es un maníaco”, escribió en Killer Instinct. “Estar con él te hace sentir como si hubieras estado drogado durante días”. Los problemas habían empezado en las localizaciones en Nuevo México donde todo el equipo tomó hongos psicodélicos. “El espíritu salvaje y temerario que había inspirado la película estaba comenzando a contagiarse al elenco y al equipo”. Durante la secuencia en la que el policía interpretado por Tom Sizemore intenta abusar de Juliette Lewis, ella le golpeó tan fuerte que le rompió la nariz. El alarido del actor es real, pero Stone no cortó y el rodaje continuó. Tampoco pararon de rodar cuando el extraordinario director de fotografía, Robert Richardson, que ya había ganado un Oscar por su trabajo en JFK, estuvo a punto de perder un ojo. La confianza en el proyecto casi mesiánica de Stone llegó al punto de convencer a Harrelson y Lewis de que caminasen entre más de 150 serpientes de cascabel reales, asegurándoles que, como la escena se filmaba de noche, la mayoría estarían dormidas. No lo estaban.
Si el rodaje apenas duró 56 días, la edición tardó casi un año. Y el deslumbrante resultado justifica esa inversión. A lo largo de dos horas hay dieciocho cambios de formato. Si una película normal tiene una media de 600 cortes, Asesinos natos cuenta con 3000. La perfección de la banda sonora no le va a la zaga: Trent Reznor, líder de Nine Inch Nails vio la película más de 50 veces para “entrar en ambiente” y aparte de su portentoso trabajo tejió un collage musical que vertebra el film e incluye éxitos de Leonard Cohen, Bob Dylan, L7 o Cowboy Junkies. Asesinos natos era una película experimental disfrazada de producto de consumo.
El mismo desconcierto que sufrió cualquiera que visitase el rodaje lo sintió la MPAA, el organismo encargado de adjudicarle una clasificación por edades, cuando la vio por primera vez. Para librarse de la temida etiqueta NC-17, el beso de la muerte en taquilla, tuvieron que efectuar 150 cambios y cargar con una advertencia escrita: “Por la violencia extrema y la carnicería gráfica, por las imágenes impactantes y por el lenguaje y la sexualidad fuertes”. Incomprensible para Stone, que considera que la película no va sobre la violencia sino sobre las consecuencias de la violencia. También para Tommy Lee Jones, que la compara con el Guernica. Afirmó: “Nadie consideraría violento el Guernica”.
Tras el estreno la crítica se dividió, pero gran parte de la prensa y los políticos vieron un filón en ella. “¿Por qué alguien haría una película en la que los héroes son amantes retorcidos dándose un atracón de asesinatos?”, se preguntaba el senador republicano Bob Dole, ansioso por lanzar un hueso a sus puritanas huestes. A los que criticaban el film nada les resultaba más insidioso que su final “feliz”. También se grabó un final alternativo en el que Mickey y Mallory son asesinados por uno de los presos que los ayudan a escapar, pero Stone eligió dejarles vivir, que su amor “les redimiese”. Los que la acusaban de glorificar la violencia preferían obviar no sólo que es una sátira, sino que algunas de las escenas clave, como la entrevista del personaje de Robert Downey J.R, al asesino está inspirada en Geraldo Rivera entrevistando en prisión a Charles Manson, uno de esos hechos reales que inspiraron el film.
Asesinos natos se limita a reflejar el periódo más sórdido de los medios estadounidenses, el ascenso del periodismo sensacionalista y de la cobertura informativa ininterrumpida y de los talk shows más faltos de escrúpulos.
La onda expansiva del film afectó también al uso del product placement cinematográfico. Los directivos de Coca Cola, que habían cedido alegremente su tierno anuncio de un oso polar creyendo que iba a aparecer en una escena televisiva inocua, se encontraron en el estreno con que acompañaba a las escenas más violentas de la película. Intentaron revertirlo con todos los medios legales disponibles, pero fue imposible. También un error de cálculo lamentable: tal vez teniendo en cuenta el título de la película habría sido lógico solicitar ciertas garantías sobre el posicionamiento de su producto. “Nos preocupa que nuestra campaña publicitaria se esté utilizando de una manera que no era nuestra intención y de la que no éramos conscientes”, escribieron en un comunicado tras el estreno.
La controversia en torno a la película se revitalizó después de que una pareja de adolescentes, Sarah Edmondson, de 19 años, y su novio de 18, Benjamin James Darras, viajasen de Oklahoma a Tennessee después de asesinar al gerente de una algodonera y dejar paralítico al empleado de una tienda. Tras el arresto trascendió que habían tomado LSD y visto Asesinos natos. La prensa no tardó en llamarles “imitadores” de Mickey y Mallory. No fueron los únicos. El visionado de la cinta fue mencionado en más de treinta crímenes. Los copiones más tristemente populares fueron los asesinos de Columbine, que usaron “NBK” (Natural born killers, título original de la película) como nombre en clave para sus planes. Los problemas no se circunscribían a los Estados Unidos: en el Reino Unido, Warner Bros. paralizó su lanzamiento en vídeo después de que coincidiera con la masacre de la escuela de Dunblane. No era la primera película, ni fue la última, acusada de inspirar asesinatos. Seguía las huellas de La naranja mecánica, Taxi Driver o Matrix.
La onda expansiva provocó que la película fuese prohibida en Irlanda y su estreno en Francia se retrasase. La puntilla llegó cuando el autor de novelas policiacas John Grisham, responsable de novelas que se convirtieron en éxitos de Hollywood como La tapadera y El cliente, reveló que era amigo del gerente asesinado y atacó personalmente a Stone. ”Solo hará falta un gran veredicto contra gente como Oliver Stone, y su compañía de producción, y tal vez el guionista, y el propio estudio, y entonces la fiesta habrá terminado”. El juicio mantuvo en vilo a la industria de Hollywood. Después de años de discusiones sobre si la película estaba protegida por la Primera Enmienda, la demanda fue desestimada.
El alucinado film de Oliver Stone es una obra visionaria que trágicamente no ha perdido su relevancia: el sensacionalismo sigue vigente, las fake news han generado una desconfianza inédita en los medios y la proliferación de series, documentales y podcasts dedicado a los true crimes evidencia que el fervor por los Mickey y Mallory Knox de turno en lugar de decaer se ha multiplicado. Asesinos natos está a punto de cumplir 30 años, pero parece haber sido escrita ayer.
Puedes seguir ICON en Facebook, X, Instagram,o suscribirte aquí a la Newsletter.