De las denuncias entre los Beatles al teléfono para afectadas por Take That: rupturas de grupos que fueron un trauma

Zayn Malik abandonó One Direction y cosechó reacciones perturbadoras. BTS se han ido a la mili, dejando en vilo su carrera (y a sus fans). La separación de un grupo puede ser peor que un disgusto sentimental

Fans alemanas de Take That durante la actuación de despedida del grupo en el programa de la cadena ZDF 'Wetten, dass...?', el 30 de marzo de 1996, en Düsseldorf.Hartmut Reeh (picture alliance / Getty Images)

En un capítulo de la serie de animación para adultos Metalocalipsis (2006), protagonizada por la banda de death metal Dethklok, un noticiario informaba de un suicidio masivo de seguidores después de que el grupo, por enésima vez, pospusiese la salida de su nuevo álbum. En otro episodio, se relataba el periplo al círculo polar ártico de cientos de aficionados para asistir a un concierto de una sola canción, previa firma de una exención de responsabilidades sobre su posible muerte durante el espectáculo. Par...

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En un capítulo de la serie de animación para adultos Metalocalipsis (2006), protagonizada por la banda de death metal Dethklok, un noticiario informaba de un suicidio masivo de seguidores después de que el grupo, por enésima vez, pospusiese la salida de su nuevo álbum. En otro episodio, se relataba el periplo al círculo polar ártico de cientos de aficionados para asistir a un concierto de una sola canción, previa firma de una exención de responsabilidades sobre su posible muerte durante el espectáculo. Parodia del mundo del metal y de los fenómenos fan más extremos, la realidad ha demostrado, sin embargo, que el auténtico heavy se localiza en dosis mayores entre comunidades de adolescentes apasionadas por la boy band de turno que entre adoradores de ningún conjunto supuestamente satánico o dedicado a la nostalgia vikinga. Al menos, cuando se trata de reacciones extremas al grupo colgando definitivamente las guitarras, el micrófono o el teclado con el botón del playback.

Bien es cierto que en el metal se tiende más a la longevidad, como demuestran las dilatadas carreras de dinosaurios como Iron Maiden o Judas Priest; aparte de que un fan septuagenario probablemente asista con más empatía que cólera a que su ídolo se aparte de los escenarios por los achaques de la edad. La canción cambia en el caso de efímeros grupos definidos por su jovialidad: chicos y chicas en la flor de la vida, devorados por un éxito adolescente enorme, para quienes cantar bien y ser guapos se convierte en una maldición de la que escapar, aunque suponga dejar por el camino, henchidas en vacío existencial, a millones de personas que les habían jurado amor y lealtad eterna demasiado rápido. “Lo que sucede tiene mucho que ver con el miedo a perder la juventud, porque algo caduca, se pierde para siempre”, cree, consultada por ICON, la psicoanalista argentina Morella Mor, que aplica sus investigaciones al mundo de la música. “Las bandas ponen palabras a nuestro desamor, a las injusticias que experimentamos, a veces dan voz a sentimientos que de adolescentes no podemos decir. Pueden ser una prótesis simbólica muy fuerte”.

“Hay un montón de grupos de amigos que se construyen porque se socializa en torno a un grupo de música. Toda una vida puede formarse a través de ese vínculo”, añade. Para Mor, la persona aficionada, en su duelo por la disolución de una banda o, en casos extremos, por el fallecimiento repentino de un ídolo, “debe preguntarse qué pasó o qué faltó en su vida para que decidiera colocar a un famoso en un lugar tan extremadamente importante y propio de un ser querido, como si fuese una hermana, un padre o un amigo íntimo”. Y también agradecer el que ese grupo con el que se ha tenido una conexión tan profunda haya llegado siquiera a existir: “El que un grupo de personas quiera ir al mismo puerto, que deseos individuales converjan en un mismo punto y se sostengan en el tiempo, es un milagro, una alquimia que requiere muchísima voluntad”. Ahora, intente explicarle eso a todas estas fans desconsoladas.

Take That

De izquierda a derecha. de pie: Robbie Williams, Mark Owen, Howard Donald y Jason Orange. Agachado, Gary Barlow.

La respuesta española a Esperando a Godot llegó de la mano de Telecinco en 1996, dentro del programa Esta noche cruzamos el Mississippi. Take That, la banda comercialmente más grande del momento, había anunciado su disolución en febrero. “Desafortunadamente los rumores son ciertos. How deep is your love será nuestro último sencillo juntos y Greatest Hits nuestro último álbum”, dijo solemnemente Gary Barlow en rueda de prensa. Un año antes, Robbie Williams había tomado la decisión de abandonar el grupo por la mala relación con sus compañeros, además de sus adicciones. En una pieza clave de nuestra cultura contemporánea televisiva, varias fans aguardan en el aeropuerto de Madrid la llegada del grupo para una última actuación. Entre informaciones confusas sobre la puerta por la que saldrán, datos erróneos y carreras terminal arriba terminal abajo, pasan las horas y no hay rastro de la banda.

“Cuando me enteré de que se separaban dije que me iba a suicidar, porque lo estaba pasando muy mal. Hemos sido capaces de cualquier cosa y daríamos todo por ellos”, empieza contando a la reportera una de las adolescentes allí agolpadas. “Un día en clase cogí la tapa del boli, me empecé a rascar hasta que me salió sangre y me hice el símbolo de ellos”, declara otra. Una de las madres presentes invita a dejar de preocuparse por el asunto explicando que “a su edad también estaba loca por los Beatles”, llamada a la calma que ella misma rompe poco después al definirlos como “unos pedazo de cabrones” por no aparecer. La incomprensión de la periodista hacia los gritos de las adolescentes se da de bruces con la elocuencia de otra portavoz, que le explica: “Están buenísimos, ¿es que no lo ves?”. Preguntadas por la disolución de Take That, una indignada seguidora lamenta que se diga que la presión de las fans ha hecho mella en el grupo con la píldora de filosofía jurídica “¿No tenemos derecho a quererlos?”, mientras otra expeditivamente describe la tragedia como “una putada como una casa”.

En Reino Unido, la asociación benéfica Samaritans llegó a poner un teléfono a disposición de las aficionadas de Take That heridas por su separación. Quienes, pasada su juventud, mantuvieron la fe en un regreso fueron recompensadas: una década después, el grupo se reformó e incluso Robbie Williams regresó puntualmente para una gira y un disco. El nuevo álbum con el quinteto al completo, Progress (2011), batió el récord de ejemplares vendidos en un solo día.

Spice Girls

Mel B, Mel C, Emma Bunton, Geri Halliwell y Victoria Adams, de izquierda a derecha, en un fotograma de 'Spiceworld: La película' (1997).

El pasado mayo se cumplieron 25 años de la salida de Geri Halliwell de Spice Girls y, con ella, del principio del fin de una banda que se encontraba en la cima del éxito. A finales de 1997, habían estrenado Spiceworld: La película, el otro taquillazo de las Navidades de Titanic, donde hacían cameos todas las celebridades del momento y por poco no se sumó el entonces primer ministro laborista Tony Blair (las declaraciones de Halliwell describiendo a Margaret Thatcher como “la primera Spice Girl”, extremo negado años después por Mel C, quizás pesasen). Levantaban pasiones en todo el globo: el presidente sudafricano Nelson Mandela, héroe de la lucha contra el apartheid que pasó 27 años en la cárcel, describió la visita de Spice Girls al país como “uno de los más grandes momentos” de su vida.

Según la encuestadora The Voting Booth, el abandono de Halliwell fue la noticia más importante del año para la mayoría de británicos. El grupo continuó de gira e incluso obtuvo otro número uno, pero el fenómeno se desinfló. En su artículo Cuando las Spice Girls rompieron, comprendí que la amistad se terminaba, el periodista Christopher Luu explicaba por qué, para sus seguidores, el grupo había dejado de tener sentido: “El sentimiento de pérdida tenía que ver con el marketing de la banda. Los fans se identificaban con cada miembro del sagrado altar. Que Spice Girls quisieran seguir haciendo lo mismo se percibió como una traición”. Aunque no se disolvieron oficialmente, las Spice Girls iniciaron una larga pausa y, desde entonces, solo se han reunido al completo para una gira entre 2007 y 2008 y una actuación en los Juegos Olímpicos de Londres de 2012. Después, la que se ha hecho de rogar no ha sido Halliwell, sino Victoria Beckham. Luu, que comparaba la separación de los grupos de amigos por los estudios con la ruptura de Spice Girls y las desavenencias entre seres queridos con “titulares de Teen People” de la época, dijo también de aquellas reuniones: “Nos enseñaron que una amistad podía sobrevivir a una o dos rupturas”.

Oasis

No son los hermanos Izquierdo: son Noel y Liam Gallagher, cantante y guitarrista de Oasis, fotografiados en 1996.PA (PA / Cordon Press)

Poca gente se tomó en serio la disolución de Oasis en medio del festival Rock en Seine, en Francia, en verano de 2009. Tampoco la persona que dio la noticia, Kele Okereke, líder de Bloc Party. “Oasis no va a tocar hoy. Qué pena, ¿no? Nuestra siguiente canción está dedicada a quienes de verdad querían ver a esos gemelos endogámicos”, dijo exultante el músico desde el escenario, en referencia a los Gallagher, mientras su guitarrista tocaba a modo de burla los acordes de Wonderwall. Okereke se la tenía guardada: uno no es nadie en la música si no ha salido en Los Simpson o no ha sido insultado por Liam o Noel de Oasis, y Bloc Party había recibido esa distinción años antes, cuando el primero dijo de ellos “No me importan una mierda, no me gustan, parecen una banda universitaria”. Entre el público, el asunto se acogió con más resignación que tristeza: que Oasis cancelase un concierto no era nuevo (acababan de hacer lo mismo cinco días atrás por una supuesta laringitis del cantante, aunque Noel, su hermano, revelara después que lo que tenía era resaca), ni el que la tormentosa dupla britpop se pelease, como aparentemente sucedió esa noche.

14 años después, todo indica que sí iba en serio. Hasta a Liam Gallagher le llevó su tiempo hacerse a la idea: “Empiezo a creer que no le gusto a Noel”, transmitió meditabundo a ICON en 2019. Con los fans repartiéndose la custodia de las carreras en solitario de cada hermano (y las migajas de Oasis que ofrecen en sus conciertos, más abundantes en los de Liam que en los de Noel) y en eternas diatribas sobre cuál es el Gallagher malo y quién la víctima, los rumores de reunión han sido tan constantes como sus desmentidos. “No me importan los fans de Oasis”, dijo Noel Gallagher a EL PAÍS antes de su actuación en la cuarta edición de Mad Cool, en una entrevista en la que aseguraba que ya solo “los taxistas” le preguntaban por el regreso del grupo. Liam sí ha alimentado la bola pidiendo en varias ocasiones de forma pública la vuelta de Oasis, pero sin cosechar más éxito que varios cientos de miles de retuits y la decepción de unos seguidores que reciben cada supuesto acercamiento con el mismo choteo con que recibieron su ruptura. Ni el cuarto de siglo de sus dos discos más emblemáticos, Definitely Maybe (1994) y (What’s the Story) Morning Glory? (1995), ni el triplete del Manchester City –el equipo de fútbol del que los Gallagher son hinchas–, han conseguido de momento materializar la aseguradamente lucrativa vuelta.

The Beatles

George Harrison, Ringo Starr, Paul McCartney y John Lennon en 1967, justo antes de que las cosas se empezaran a poner tensas.

Los Beatles lo inventaron todo, también “el concepto de romper un grupo”, como dijo Rolling Stone en un reportaje que explicaba que “la fealdad” alrededor del fin de la banda de Liverpool “sentó el tono que tendría en adelante cada separación”. El trauma por la disolución de los Beatles en 1970, hace ya 53 años, fue tan grande que sus razones siguen discutiéndose en la actualidad. Con los miembros cada vez más distanciados y orientados a su sensibilidad artística individual, como la serie documental The Beatles: Get Back (2021) ilustró, el reparto de culpas es tan complejo de realizar como fue para sus fans de todo el planeta asumir que el grupo no seguiría adelante. “Ringo, John, George y Paul están vivos, sanos y en paz. El mundo continúa girando, y nosotros y ustedes con él. Cuando la rotación se detenga, será el momento de preocuparse. No antes”, escribió el publicista Derek Taylor, de Apple, esperando infructuosamente apagar los llantos.

No faltó de nada en la caída de aquel imperio: hubo denuncias, declaraciones desagradables, diferentes versiones de la historia e incluso propuestas excéntricas (George Harrison, que abandonó los Beatles durante las sesiones de Let it be para después volver, casi es reemplazado por Eric Clapton). La muerte del mánager Brian Epstein en 1967 había cambiado el equilibrio de poder en el grupo, con Paul McCartney asumiendo poco a poco el liderazgo e intentando controlar algo que se había vuelto incontrolable. Último beatle vivo junto a Ringo Starr, el artista todavía tiene que salir a mitigar el odio existente hacia Yoko Ono, la pareja de John Lennon, y negar que tuviera responsabilidad en la ruptura de la banda, creencia que forjó el tropo misógino por excelencia a la hora de interpretar los desenlaces fatales de distintos grupos de música (véase lo que algunos seguidores de Nirvana piensan de Courtney Love y la caída en desgracia de Kurt Cobain). Por no hablar de quienes consideran que la explicación es que Paul McCartney lleva muerto desde 1966.

One Direction

Los miembros de One Direction (es decir, Liam Payne, Zayn Malik, Louis Tomlinson, Harry Styles y Niall Horan) en los premios BRIT de 2014.David M. Benett (Getty Images)

Uno de los fenómenos más preocupantes del fandom moderno tuvo lugar en 2015 con la salida de Zayn Malik de One Direction, que inspiró el hashtag #CutForZayn (‘me corto por Zayn’) animando a seguidoras a autolesionarse en repulsa por el abandono del artista. Algunas imágenes perturbadoras y mensajes de tendencias suicidas aparecieron en diferentes redes sociales, si bien en la difusión de la tendencia tuvo gran peso el foro 4Chan y su subcultura incel, donde ya se había originado años atrás el hashtag #CutForBieber tras la filtración de unas imágenes de Justin Bieber bajo los efectos de la marihuana. El peligro real que encerraba lo que para algunos era una broma (en la cabeza de algunos, inducir a un suicidio parece serlo) hizo que diferentes medios de comunicación y especialistas siguieran los acontecimientos con atención.

Más allá de lo escabroso, el fin de One Direction, que llegó algunos meses después de la salida de Malik, se desarrolló como cabía esperar. Hubo paralelismos con el fin de Take That, y también, por supuesto, con el de los Beatles (a la entonces prometida del miembro saliente, Perrie Edwards, se la comparó con Yoko Ono), así como declaraciones cruzadas, mientras las seguidoras realizaban en Twitter sus particulares viajes de la negación a la ira y, finalmente, a la aceptación de que “pausa” era un evidente eufemismo de “ruptura”. También hubo, con la salida de Malik, quien acometió su duelo organizando vigilias con velas.

BTS

Gobierno en la sombra: V, Jungkook, Jimin, RM, Jin, J-Hope y Suga, los componentes de BTS, en la Casa Blanca en mayo de 2022. Evan Vucci (AP)

Lo de BTS no es, en principio, una pausa como la de One Direction, sino una razón de fuerza mayor. En 2022, el grupo anunció que detenía su actividad. Aunque alegaron cansancio y el deseo de explorar sus trayectorias en solitario, así como de fomentar su crecimiento personal, la razón última pareció estribar en que los miembros deben cumplir el servicio militar obligatorio en Corea del Sur. Se prevé que BTS se reúna en 2025, cuando todos lo hayan completado (de momento, de los siete, J-Hope y Jin ya están en ello e inminentemente se les va a unir Suga). Que nadie dijera una palabra más alta que otra ayudó a evitar que se desatase la mayor oleada antimilitarista y llamada a la insumisión de la historia, visto el poderío de Army, el nombre del conjunto de fans. De su capacidad organizativa pueden dar buena fe, entre otros, Donald Trump, que vio saboteada la reserva virtual de asientos para sus mítines de campaña en 2020, o Pablo Motos, que el pasado enero sufrió un aluvión de críticas al comparar el aspecto de J-Hope con el del excolaborador de El hormiguero Flipy.

Comunidad marcada por la positividad y los buenos sentimientos, los seguidores y seguidoras de BTS recibieron bien la noticia y, lejos de expresar su rechazo, llenaron sus redes de palabras de agradecimiento, ánimo y promesas de que esperarían el tiempo necesario. Como prevenir nunca está de más, en cualquier caso, el ministro de Defensa de Corea del Sur anunció que no impediría a BTS actuar mientras hacían la mili en caso de que así lo desearan.

Extremoduro

Robe Iniesta e Iñaki 'Uoho' Antón en Barcelona en 2014, en la que acabaría siendo la última gira de Extremoduro. Xavi Torrent (Redferns via Getty Images)

Alejados, a priori, de los códigos de las boy bands, el fin de Extremoduro acabó siendo bastante más tortuoso de lo previsto para sus seguidores a raíz de la pandemia del coronavirus. En 2019, seis años después del último disco y con su líder, Robe Iniesta, volcado en su carrera en solitario, el grupo anunció su separación y una gira de despedida por todo el territorio nacional. Extremoduro batió el récord de entradas despachadas en solo 24 horas por un artista en España, con 200.000. Pero la gira nunca sucedió: con el estallido de la crisis sanitaria, las fechas fueron aplazándose de tanto en cuando hasta quedar en un incierto limbo que preocupó a su numeroso público, especialmente por la falta de noticias. Por sorpresa y para echar más leña al fuego, Robe, harto de esperar, publicó un nuevo disco en solitario y anunció que salía de gira por su cuenta.

A partir de ahí, la incomodidad fue en aumento. Un comunicado del vocalista en la página oficial de Extremoduro, publicado sin conocimiento de sus compañeros, abría la puerta a que la gira del grupo no se celebrase nunca por no tener sentido y expresaba su deseo de que la promotora Live Nation devolviese el dinero de las entradas. El guitarrista Iñaki Uoho Antón respondió con otro comunicado en su perfil de Facebook, desmarcándose de las palabras de Iniesta e insistiendo en su intención de sacar la gira adelante. Finalmente, en agosto de 2021, la promotora anunció la cancelación definitiva de la gira “como consecuencia de la negativa de Robe Iniesta”, en un comunicado donde dejaban constancia de “su asombro ante la persistente obsesión” del cantante “en sembrar la duda acerca de la devolución de entradas”, acusándole de “escurrirse sin devolver las cantidades anticipadas en su poder”. Con seguidores y miembros enfadados, y Robe y Live Nation envueltos en un litigio (por el que la promotora reclama, según el líder de Extremoduro, tres millones de euros), todos, arriba y abajo del escenario, parecen haber perdido las ganas de que la gira en cuestión tenga lugar. “Si te entusiasmara tocar con un grupo, no te despedirías”, dijo Iniesta en una entrevista el pasado año, para más señas.

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