Jorge Drexler: “Este es el concierto más importante que he dado en España en mi vida”
El cantautor uruguayo actúa este sábado por la noche en el Wizink Center de Madrid con un espectáculo que ha rodado por medio mundo
Entre el público del concierto de Jorge Drexler en Nueva York estaban Elvis Costello, Rubén Blades y ...
Entre el público del concierto de Jorge Drexler en Nueva York estaban Elvis Costello, Rubén Blades y David Byrne. El cantautor uruguayo admite que su puesta en escena se inspira en American Utopia, el espectáculo con el que Byrne, referente del pop mundial de los últimos 40 años, recorrió el mundo hace unos años, así que lo habló con él después del concierto. “Le dije: ‘Espero que notes que American Utopia fue una referencia, pero espero que no lo notes demasiado”, recuerda riendo, “porque hay muchas cosas que coinciden: el minimalismo del escenario, el suelo y el ciclorama blanco…”. ¿No coincide en eso también con la escenografía de Rosalía? “Me lo han dicho. Mi respuesta es: con todo mi amor a la reina máxima, porque es mi heroína y la idolatro: Nosotros estrenamos cuatro meses antes”, y se vuelve a reír un Drexler, elegante y hablador, que recibe a la prensa en las oficinas madrileñas de su discográfica, Sony Music. Aquel era el mismo espectáculo, con los mismos músicos, que presenta esta noche en el Wizink Center de Madrid. “Ahora es una gira que lleva como 50 conciertos con una banda muy fogueada. Es mi ciudad, Madrid. Es el concierto más importante que he hecho en España en mi vida y es la celebración de un disco que me está dando muchas alegrías”.
El disco se llama Tinta y Tiempo y entre las alegrías que le ha dado está que en noviembre arrasó en los Grammy latinos. Se llevó una carretilla de estatuillas, de esas que colecciona desde 2018, hasta el punto de que ni él mismo sabe exactamente cuántas son. “¿Trece? ¿Catorce?”, aventura. “No me acuerdo. Tendría que contarlos”.
Es muy peculiar el recorrido profesional de Jorge Drexler. Crecido en Uruguay, se muda a Madrid en 1995, con 30 años. Aquí se gana la vida dignamente, ya sea con sus propios discos y giras o componiendo para otros durante dos décadas, pero no es hasta que cumple los 50 cuando empieza a convertirse en lo que es hoy, una estrella. Con Bailar en la cueva, (2014), Salvavidas de hielo (2017) y Tinta y tiempo, ha crecido exponencialmente en importancia dentro de la industria. Él no está totalmente de acuerdo con esto: “Ganar Grammys latinos no te hace una estrella”, matiza.
Vale, pongamos otro ejemplo: hace ocho años no hubiera tocado en un sitio tan grande como el Wizink. Un palacio de los deportes con capacidad para 17.000 personas. “No, no lo hubiera hecho. Pero, para qué mentir, tampoco lo vamos a llenar esta vez“, matiza entre risas. “Está bien así. Este tipo de escenario en América hace ya unos años que los lleno. Pero aquí en España, no. Cada país tiene un ritmo propio. No importa. Mira: ‘estrella’ tiene la misma raíz que ‘estrellarse’. Igual que ‘éxito’ tiene en inglés la misma raíz que ‘salida’ y que ‘muerte’. La vida me guarde de ser una estrella o de creerme el éxito”.
Vayamos entonces por otro lado, uno que es más raro aún que el éxito tardío: a una edad, los 58, en la que la mayoría de los músicos empiezan a vivir de la nostalgia, Drexler se ha abierto a los nuevos estilos. A la música urbana, al reguetón, al baile. “En eso sí estoy de acuerdo: esta es una edad en la que uno habitualmente repliega las velas y se ata, y yo estoy completamente desatado. Y cada vez más. Cada vez con más ganas de experimentar. Lo mejor para lo que te pueden servir los premios es para ganar en libertad y no para perderla. Que puede pasar. Empiezas a mirarte el ombligo, a pensar que nadie te puede enseñar nada. Si me han dado todos estos premios de una manera insólita, imprevista y exagerada, puedo usarlo para ir por ahí pidiendo colaborar a la gente más alejada de mí, que, por lo pronto, van a atender la llamada y van a ver qué es lo que pasa. Para lo que me sirven los premios es para conocer otros países y otras músicas. Y para tener la sensación de que todavía puedo a esta edad abrir caminos nuevos para mí”.
Esa libertad ha funcionado espléndidamente, en ambos sentidos. Pongamos el caso de su amistad con C Tangana. Juntos compusieron Nominao, que apareció en El Madrileño, el triunfal disco de Tangana, y Tocarte, incluida en Tinta y Tiempo, mejor canción de 2022 en los Grammys latinos.
La relación entre ambos no se queda ahí. Su hijo mayor, Pablo, —que en 2022 editó un muy interesante primer disco con el seudónimo pablopablo— es parte fundamental del multitudinario grupo que participa en la gira mundial de Tangana, como lo fue de la producción de Tocarte. “Lo hicimos entre Pucho, Pablo, Víctor [Martínez, mano derecha en lo musical de Tangana] y yo. Espera, te voy a poner un vídeo”, dice. Y busca en su móvil un vídeo de la grabación de la canción, en una habitación de su casa. “Mira, estábamos los cuatro. Empezamos a trabajar a las tres de la tarde. Aquí son las once o así y ya estamos muy, muy perjudicados todos. Pero lo hicimos. ¿Ves cómo suena? Está exactamente igual que la versión final”. Ahora es fácil verlo claro, la canción ha tenido todo tipo de reconocimientos, pero no siempre fue así, ni siquiera para él. “Al principio me parecía una unión tan descabellada… Las primeras personas, amigos míos de mi generación, a los que les mostraba Tocarte, me decían: ¿Pero qué es esto? ¿Qué haces?”. Pero al final yo tenía mucha fe”.
Tiene fe y tiene fama que es una buena combinación. Si ahora ganase un Oscar a la mejor canción como le pasó en 2005 con Al otro lado del río, el tema que compuso para Diarios de la motocicleta, nadie le diría que no puede cantarla en la ceremonia porque “carece de la fama necesaria”. Entonces tuvo que interpretarla un voluntarioso Antonio Banderas. ¿Quizás le llegó ese premio demasiado pronto? “Nunca es un buen momento para que te den un premio. Es decir, todos llegan a destiempo. Si los esperas mucho, llegan tarde. Si no los esperas, como me pasó a mí, el primer premio en mi vida que me dieron fue un Oscar. Entonces claro que llegó temprano. Fue todo tan desproporcionado que tenía una sensación de irrealidad. No pegaba el premio con el tipo al que se lo habían dado”, recuerda. Y agradece no haberse dejado llevar por aquel éxito. “En Estados Unidos tener un Oscar es igual que tener un título nobiliario. Se te abren todas las puertas de todo. Ya por eso te haces una carrera, consigues un préstamo, lo que quieras… O hacer un disco de crossover latino e irme a vivir a Los Ángeles y trabajar con el productor que quisiera. Pero opté por quedarme en España y narrar por lo que estaba pasando: separarme teniendo hijos. La cosa más dura que me ha pasado. Pude aguantar la presión del equipo y la presión mediática y hacer lo que yo quería. Y ahí me di cuenta de que seguiría haciendo lo que quisiera mucho tiempo. Y estoy muy contento de eso”.
Es decir, sacrificó tener una mansión en Miami al lado de la de Julio Iglesias. “No tengo nada contra las mansiones y mucho menos contra alguien que admiro como Julio Iglesias, pero tenemos visiones del mundo creo que diferentes. Yo me crie en un país como Uruguay, donde la gente no vivía de la música. Si tenías algo que decir, lo hacías a pesar de que perdías dinero, no para hacerte rico. Y si no tenían nada que decir, ¿Para qué ibas a perder plata en eso? Entonces no lo hacías. Entonces entrabas en la canción con un fundamento que me parece más importante: la ansiedad de contar algo o decir algo. Que eso en la época de las operaciones triunfo no pasa. Y no me refiero solo al programa, sino a que el triunfo es una operación hoy en día. Hoy los jóvenes quieren tener una cifra de seguidores o una cifra de likes de repente, antes de saber muy bien, por qué. En esta época se vuelve todavía más valioso decir no. ‘No, yo hago esto porque tengo algo que decir’. No es un medio para un fin, que es la fama, es un fin en sí mismo. De hecho, la fama es más un efecto colateral que un fin”.
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