Dolor, dinero y músculos: el batacazo bursátil de Mark Wahlberg, la estrella de Hollywood convertida en magnate
Mientras el intérprete continúa nutriendo la cartera de inversiones más ambiciosa de la meca del cine, su cadena de gimnasios, con más de 1.700 centros en todo el mundo, se desploma en la Bolsa de Nueva York
Mark Wahlberg solo responde a extremos: ha sido de los actores mejor pagados de Hollywood, pero también el menos rentable. El más reclamado por los productores y no tanto por los académicos. El que se deja querer por la América de Trump, pero fue donante de la campaña de Barack Obama porque tanto los republicanos como los demócratas compran entradas de cine. El más religioso de Hollywood, hasta el punto de estip...
Mark Wahlberg solo responde a extremos: ha sido de los actores mejor pagados de Hollywood, pero también el menos rentable. El más reclamado por los productores y no tanto por los académicos. El que se deja querer por la América de Trump, pero fue donante de la campaña de Barack Obama porque tanto los republicanos como los demócratas compran entradas de cine. El más religioso de Hollywood, hasta el punto de estipular en sus contratos pausas periódicas para rezar, pero también de los más polémicos y sexuales: se convirtió en icono como modelo de ropa interior en los años noventa, y como rapero con alergia a cubrir sus abdominales. Una estrella global que consiguió el éxito gracias a papeles de lo que allí denominan Regular Joe, tipos corrientes envueltos en situaciones extraordinarias que, a base de convicción, fe y músculos de hierro, consiguen anteponerse a cualquier obstáculo. El éxito de Mark Wahlberg sigue rodeado de curiosas paradojas, pero no así el imperio multimillonario que ha forjado gracias a un rostro que el estadounidense medio abraza como propio y una devoción por el emprendimiento que ya cifra su fortuna en unos 400 millones de euros. Sin embargo, el inversor infalible es ahora noticia por un inesperado revés económico.
“Un colapso”. Con esta rotundidad se califica la crisis financiera en la que se ha visto inmerso uno de los negocios más ambiciosos de Mark Wahlberg. El actor se convirtió en 2019 en uno de los máximos accionistas de F45 Training, una franquicia de gimnasios de origen australiano que apuesta por entrenamientos funcionales de alta intensidad en sesiones de solo 45 minutos. Su llegada como franquiciador e inversor impulsó la expansión internacional de la marca, sumando hoy más de 1700 centros en los cinco continentes. Sin embargo, el crecimiento meteórico se ha visto ahora frenado con violencia por un batacazo bursátil que ha hecho caer el valor de sus acciones más de un 60%, auspiciado por las circunstancias macroeconómicas, la falta de liquidez y la incertidumbre sobre su viabilidad. Según apunta The Financial Times, si hace un año la acción de la compañía se pagaba a 17 dólares, ahora apenas supera los dos. La crisis ya se ha cobrado la cabeza del CEO de F45, Adam Gilchrist, además de anunciarse el despedido de la mitad del personal corporativo y la reducción hasta en dos tercios del número de gimnasios —unos 1000 centros— que esperaban abrir en el corto plazo.
El patinazo es difícil de achacar a un Mark Wahlberg que ha hecho todo lo posible para convertir a sus amigos más reconocidos, además de a él mismo, en los mejores embajadores de F45. No solo ha utilizado su proyección mediática como reclamo en la inauguración de decenas de centros, ganándose incluso las críticas de la opinión pública por utilizar su jet privado para realizar entrenamientos de menos de una hora en diferentes centros, sino que ha llenado sus redes —su Instagram es una teletienda frenética— de fotografías en las que comparte sudor y sofoco con estrellas como David Beckham, J Balvin, Cindy Crawford o Magic Johnson. Mientras el fundador de la compañía, Rob Deustch, ha denunciado en su cuenta de Instagram que “ni en sus sueños más salvajes” hubiera imaginado un derrumbamiento de este calibre, el protagonista de The Fighter todavía no se ha pronunciado al respecto de este sonado revés empresarial.
Casado con la modelo Rhea Durham desde 2009, tras casi una década de noviazgo, el intérprete ofrece a los 51 años una imagen de esposo devoto y padre ejemplar de los cuatro hijos que tiene el matrimonio. Ellos son, corrobora, la razón detrás de sus empeños capitalistas: “Quiero cultivar y construir un negocio que pueda pasar a las futuras generaciones”. Pero su infancia no fue tan privilegiada. Walhberg creció en el barrio obrero de Dorchester, en Boston, en el seno de una familia desestructurada de hasta nueve hermanos. A los 13 años dejó el colegio e hizo de la delincuencia su modo de vida, convirtiéndose en adicto al alcohol y la cocaína. Acumuló decenas de detenciones en su historial hasta que, con 16 años, apaleó a un hombre vietnamita, mientras le profería insultos xenófobos, hasta dejarlo inconsciente. Entonces Wahlberg fue acusado de intento de asesinato y acabó ingresando durante 45 días en un correccional de menores, tiempo más que suficiente para sentir la llamada y alejarse de las malas compañías. Tres años después, alcanzaba el número uno de las listas de discos con su grupo de rap Marky Mark and the Funky Bunch para empezar a recorrer, sin prisa, pero sin pausa, el camino de éxito que transita hoy en día.
Con la seguridad económica que le aporta su trabajo en Hollywood, una industria que le ha convertido en uno de los mejor pagados por su rol recurrente como héroe de acción, Walhberg se ha permitido el lujo de gravitar de forma paulatina hacia el mundo de los negocios. “Es fantástico poder ganarme la vida haciendo películas. Tener la suerte de contar con un trabajo tan genial me permite atreverme luego con estas otras apuestas”, se sinceró en una entrevista. Aunque es habitual que las grandes estrellas de la actualidad concilien su faceta artística con inversiones en diferentes áreas de negocio —se cuentan por decenas los que presumen de su propia marca de bebida alcohólica premium, por ejemplo—, ninguna otra iguala el volumen y la implicación del actor.
Primero fue su propia compañía de producción, apoyando cada uno de los proyectos protagonizados por él, pero también series tan exitosas como Entourage (El séquito) o Boardwalk Empire. Después llegaría su aventura más icónica, Wahlburgers, una cadena de hamburguesas creada junto a sus hermanos Donnie y Paul que ha dado lugar a más de medio centenar de establecimientos, una exclusiva línea de zapatillas y hasta un reality show. Después apostó por una red de concesionarios Chevrolet, la compañía de agua embotellada Aquahydrate, otra de productos y complementos alimenticios para atletas (Performance Inspired), una productora para contenidos de no-ficción y podcasts (Unrealistic Ideas), la firma de moda deportiva Municipal o la marca de sneakers P448. Su enésima aventura data de este mismo año, el tequila Flecha Azul, que competirá en el mercado con los de compañeros de oficio como Dwayne Johnson (Teremana), George Clooney (Casamigos) o Kevin Hart (Gran Coramino).
Tal es la vocación emprendedora de la estrella que el pasado año protagonizó la docuserie Wahl Street, disponible en HBO Max, y que aspiraba a mostrar cómo compagina su faceta empresarial con la cinematográfica y la espartana rutina que conlleva. “Me levanto a las dos y media de la mañana y entro al gimnasio una hora más tarde. Termino sobre las cinco y media y voy a trabajar a las siete y media. Con muchos rezos entre medias”, puntualiza el aprendiz de Gordon Gekko. Sin embargo, el plan se vio interrumpido por el azote de la pandemia y recibió una cura de humildad en forma de rodajes detenidos, establecimientos cerrados y líneas de financiación canceladas. De aquellos polvos a los lodos actuales de los gimnasios F45 que, a tenor del historial del personaje, quizá no tarde en transformar en una percha inmejorable para una hipotética segunda temporada de su serie. “He aprendido más de los fracasos y de las pérdidas que de las victorias”, advirtió él mismo, casi a modo de profecía, en el Wall Street Journal. “Las redes sociales siempre nos están enseñando todos los grandes éxitos, pero yo quiero mostrar el trayecto, los problemas, la curva de aprendizaje y los baches del camino”. Para ese viaje no se necesitan alforjas.
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