Al enemigo, ni ensaladilla: ¿qué comida es de izquierdas y cuál de derechas según las guerras culturales?
Las guerras modernas no distinguen el frente de la retaguardia. Si el campo de batalla va desde Ucrania hasta Twitter, la cocina no podía quedar al margen: hasta la comida es susceptible de ser ideologizada
Cuenta Jesús Contreras que la primera vez que viajó a Perú, “hace muchísimos años”, matiza, le sirvieron azúcar moreno con el café. “El catedrático al que acompañaba me miró y me dijo: ‘Esto es propio de sociedades tercermundistas”. Con esta anécdota, este profesor de antropología de los alimentos quiere explicar que de lo que habla en realidad la ideologización de la comida es de la ...
Cuenta Jesús Contreras que la primera vez que viajó a Perú, “hace muchísimos años”, matiza, le sirvieron azúcar moreno con el café. “El catedrático al que acompañaba me miró y me dijo: ‘Esto es propio de sociedades tercermundistas”. Con esta anécdota, este profesor de antropología de los alimentos quiere explicar que de lo que habla en realidad la ideologización de la comida es de la sociedad en la que vivimos. En la década de los ochenta, cuando España ansiaba por encima de todo ser moderna se apreciaba el azúcar blanco: un producto depurado, procesado, elaborado. “Pero hoy no sabemos lo que comemos”, dice, “por eso se valora tanto lo natural, lo recién recogido y apenas manipulado. Los alimentos en principio no tienen ideología, esto es una obviedad, pero se pueden convertir en símbolo”, concluye.
Según eso, sería más adecuado decir comemos lo que somos que somos lo que comemos. Por poner un ejemplo: en 2022 alguien muy de derechas comerá más chuletones que nunca, porque así defiende a la industria ganadera. Si se le argumenta que es una de las industrias que más gases de efecto invernadero emiten, responderá que eso es un invento de los progres globalistas que quieren impulsar la Agenda 2030, mientras pide un café con azúcar y un churro. De la misma manera, la panela y el pan de masa madre con aguacate serían alimentos propios de melifluos urbanitas.
Siguiendo con esta línea de argumentación se debería suponer que los 326.000 votos recibidos en las elecciones generales al Congreso en 2019 por el PACMA-Partido Animalista corresponden a veganos. “Pero no todos los veganos son animalistas”, matiza el profesor Contreras. “Muchos de estos movimientos son transversales. Ideologizar una dieta es una forma de desprestigiarla”.
Se ideologiza la ensaladilla rusa cuando es rebautizada como ensaladilla Kiev, como una declaración de intenciones tras la invasión de Ucrania por Rusia. Si en un restaurante la llaman con ese nombre no hace falta que pongan en la puerta una bandera ucraniana para saber de que lado está el chef. No es la primera vez que le pasa a este plato inventado en el siglo XIX por un chef belga. Durante el franquismo también se le cambió el nombre por ensaladilla nacional o ensaladilla imperial. Y tampoco es el único plato que ha sufrido estos vaivenes. En 2003, Francia se negó a entrar en la coalición que invadiría Irak. Las tres cafeterías del Capitolio estadounidense decidieron rebautizar las patatas fritas, allí conocidas como french fries (patatas fritas a la francesa), por el más patriótico freedom fries (patatas fritas de la libertad). “Es una pequeña, pero simbólica, demostración de lo disgustados que estamos con esos franceses que dicen ser nuestros aliados”, decía un congresista republicano. La Embajada de Francia en Estados Unidos se limitó a comentar, por si las moscas, que las llamadas french fries eran, en realidad, un invento belga.
También puede ser un arma de doble filo. En las guerras mundiales a los soldados alemanes se les llamaba krauts, es decir, repollos, de forma despectiva, pero en la década de los setenta, los grupos de rock germanos abrazaron con orgullo la en principio peyorativa etiqueta krautrock como forma de reivindicar que lo que ellos hacían era lago propio, distinto del rock anglosajón.
“La simbolización de los alimentos se produce en un momento dado y con un contexto”, dice Contreras. Y no todo caso es negativo, defiende. “El alimento más simbolizado a nivel mundial es la sal. Es un conservante que evita la putrefacción y en Japón, Guatemala, África y partes de Europa representa la pureza, la amistad, la espiritualidad y la lucha contra el mal”.
Es un caso en el que las virtudes de un nutriente lo llenan de contenido simbólico. Pero que un alimento tenga virtudes nutricionales o defectos tiene poca importancia a la hora de ideologizado. ¿Recuerda que el ahora defenestrado Pablo Casado defendía el azúcar de remolacha? “Ha sido atacada la remolacha. Los años tan difíciles que han vivido, como para que ahora vengan a decir que el azúcar es veneno”, decía el exlíder del Partido Popular en plena campaña electoral en Castilla y León. Porque ya saben: Primero vinieron a por la remolacha, pero no protesté porque yo no era remolacha...
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