¿Inventó esta remota comunidad religiosa del siglo XIX el mobiliario que hoy tenemos en casa?
La apuesta de los Shakers por muebles prácticos, sin adornos y estandarizados, pudo parecer extravagante en el siglo XIX, pero anticipó el diseño funcional del siglo XX
Su nombre oficial era Sociedad Unida de Creyentes en la Segunda Aparición de Cristo, pero todo el mundo los conocía como Shakers (sacudidos) porque sus cultos incluían animados cánticos y bailes en grupo. Nacieron en Inglaterra como una escisión de los cuáqueros, pero se afincaron en Estados Unidos en 1744, y durante décadas mantuvieron una forma de vida basada en la segregación por sexos, el celibato y la vida comunitaria. Y su rastro se habría perdido o habría quedado convertido en carne de folk horror de no ser por un factor inesperado: su mobiliario. Los Shakers eran hábiles ebanistas que aspiraban a la autosuficiencia, así que se dedicaron a construir muebles sencillos, eminentemente prácticos, misteriosamente armónicos y llenos de detalles inteligentes en una época en que hasta una mesa de comedor estaba llena de ornamentos y detalles poco utilitarios. Fueron especialmente populares sus sillas, que adaptaban a distintas situaciones: con el respaldo más bajo para poder agruparlas bajo la mesa, con balancín o con unas pequeñas piezas en las patas que permitían inclinarlas sin arañar el suelo ni hacer ruido. Pero también hicieron mesas y bancos, utensilios domésticos y agrarios y, en definitiva, todo tipo de objetos que acabaron produciendo para venderlos a los profanos.
La historia de los Shakers es una historia de bizarría teológica y design thinking intuitivo. Décadas antes de que naciera el diseño como disciplina, sus objetos ya dejaban patente la idea que el arquitecto Louis Sullivan formuló en 1896: que la forma sigue a la función. De ahí a la Bauhaus, al diseño escandinavo de mediados del siglo XX y al mobiliario funcional de nuestros días hay un paso que en realidad es muy pequeño. Por eso este verano el Vitra Design Museum de Weil am Rhein (Alemania) les dedica una exposición antológica que aspira a poner negro sobre blanco lo que fueron los Shakers y lo que significó su afición a la ebanistería. “Nuestro museo siempre ha tenido un gran interés en explorar corrientes del diseño alejadas del camino convencional, que ilustran contextos culturales, filosóficos e incluso espirituales más amplios”, explica Mateo Kries, director del museo. “Nuestra colección incluye varias piezas Shaker, que fueron parte de la inspiración para realizar esta exposición. La exposición en sí es el resultado de una colaboración transatlántica productiva que, a la luz de los cambios políticos actuales, parece más importante que nunca”.
El equipo de comisarios sostiene que, por ejemplo, estas comunidades fueron pioneras a la hora de defender la igualdad entre hombres y mujeres, que desempeñaban la misma importancia en el culto religioso. O que su creación de objetos destinados a personas concretas les permitió abordar la inclusión y contemplar rasgos físicos o diferentes capacidades que no entraban en los planes del gran diseño. También su apuesta por un mobiliario sensato y práctico, sin adornos y sensatamente estandarizado, tuvo que parecer extravagante y radical en el siglo XIX, pero anticipa el diseño funcional del siglo XX. Estructurada en cuatro partes y con un diseño expositivo de los siempre sugerentes Studio Formafantasma, la exposición The Shakers: A World in the Making reúne objetos procedentes de colecciones estadounidenses y los enfrenta a obras contemporáneas seleccionadas para la ocasión. Los Shakers decayeron, pero sus mejores ideas permanecen.