El caso de Santander: cómo las ciudades medianas planifican un futuro con menos habitantes
Las provincias de vacían y su población envejece. El proyecto Santander, Hábitat Futuro, piensa en cómo mejorar una ciudad que no crecerá en número de habitantes ni debe convertirse en reclamo turístico ni inmobiliario, solo conseguir que los que viven en ella vivan mejor
No solo la España rural se vacía. Las ciudades de provincias, también. El envejecimiento de la población y la migración de los más jóvenes a las grandes capitales en busca de oportunidades laborales o a municipios de la periferia están llevando a nuestras ciudades intermedias al límite. Santander es un ejemplo paradigmático de esta tragedia demográfica. Con una de cada cuatro personas censadas mayor de 65 años, el Instituto Nacional de Estadística la sitúa en el décimo puesto de l...
No solo la España rural se vacía. Las ciudades de provincias, también. El envejecimiento de la población y la migración de los más jóvenes a las grandes capitales en busca de oportunidades laborales o a municipios de la periferia están llevando a nuestras ciudades intermedias al límite. Santander es un ejemplo paradigmático de esta tragedia demográfica. Con una de cada cuatro personas censadas mayor de 65 años, el Instituto Nacional de Estadística la sitúa en el décimo puesto de las ciudades más envejecidas de nuestro país y la séptima en cuanto a pérdida de población en los últimos 30 años (de 191.079 vecinos en 1991 a 171.951 en 2021). El símbolo de la belle époque del Cantábrico se muere.
Ante este escenario, el ayuntamiento de la capital cántabra convocó un concurso internacional para buscar soluciones de transformación atendiendo a sus particularidades sociales, económicas y geográficas. El proyecto ganador fue Santander, Hábitat Futuro, realizado en colaboración por dos oficinas de planificación urbana: Landlab y Paisaje Transversal. La propuesta combina la realidad cotidiana de la ciudad y los grandes retos globales con la mirada puesta en el año 2055.
El urbanismo exige paciencia, y aunque el horizonte temporal planteado pueda parecer lejano, en la vida de una ciudad, treinta años es un suspiro. Así lo defiende Antonio Bezanilla, director general de Urbanismo de Santander, que sostiene que la propuesta “no es solo un modelo urbanístico, también es un plan de acción y gobernanza, una visión razonable, ajena a ideologías y partidos políticos, de cómo queremos que evolucione nuestra ciudad”.
El urbanismo del pasado no vale para proyectar el futuro
Desde los ensanches del siglo XIX y hasta el estallido de la crisis inmobiliaria de 2007, los problemas de las ciudades siempre se han atajado con planes de crecimiento. Sin embargo, “los demógrafos tienen muy claro que la población de nuestras ciudades intermedias no va a crecer en los próximos años, por lo que el modelo de desarrollo basado en el consumo de suelo y en la promoción inmobiliaria ya no tiene sentido”, explica Iñaki Romero, socio fundador de Paisaje Transversal y gestor de Santander, Hábitat Futuro. “No debemos seguir ampliando las ciudades para nuevos habitantes que no van a llegar; tenemos que ocuparnos de las que ya existen para que la gente que vive en ellas viva mejor”. Este es el principio básico del urbanismo regenerativo, “un concepto creado exprofeso para este proyecto, aunque extrapolable a otras ciudades”.
Otro aspecto esencial de la propuesta es la participación ciudadana. “Los que mejor conocen la realidad de un barrio son sus vecinos. Por eso, antes de plantear ninguna iniciativa, organizamos un primer proceso de consulta pública”, comenta Bezanilla. “Esa recogida de datos fue fundamental para establecer las condiciones de partida, por lo que el proyecto ganador debía responder a las necesidades reales de los ciudadanos”.
De hecho, esta primera propuesta ni siquiera pretende ser la definitiva. Al contrario, el proyecto, que se concreta en un documento de 382 páginas disponible para su libre descarga en la web, se encuentra actualmente inmerso en un proceso abierto de contraste público articulado a través de mesas vecinales, una exposición en el Colegio de Arquitectos de Cantabria (abierta hasta el 18 de enero) y un debate con todos los miembros del jurado del concurso que se celebrará en Santander el 12 de enero organizado por el Foro SER Cantabria.
15 minutos: una ciudad de ciudades
Santander, Hábitat Futuro apuesta por la llamada “ciudad de los 15 minutos” (Carlos Moreno, impulsor teórico de la idea en París, fue uno de los miembros del jurado internacional que dio como ganadora la propuesta), un concepto urbano que se fundamenta en que todos deberíamos disponer de acceso a la mayoría de nuestras necesidades esenciales rutinarias (centros educativos y de salud, zonas comerciales, espacios públicos y ocio) en un radio de un cuarto de hora. “Comprar en los comercios locales o pasear y cruzarte con tus vecinos generan una ciudad más agradable y segura”, explica Bezanilla. “La calle es el escenario de la vida urbana”, dice en alusión a Jane Jacobs, quien defendió la ciudad de proximidad frente al frenesí desarrollista del Nueva York de mediados del siglo XX.
El proyecto integra un Plan de Barrios que divide Santander en 32 células de 15 minutos. “Pero si no podemos hacer ese recorrido andando de manera cómoda, acabaremos cogiendo el coche”, explica Romero. Para evitarlo, propone “calmar el tráfico y diseñar calles con aceras amplias y espacios arbolados, en las cuales cualquiera se sienta cómodo y seguro”. Son lo que el proyecto denomina ejes cívicos, “el corazón del futuro de la ciudad amable”.
En efecto, urbanistas de todo el mundo coinciden en que la ciudad del futuro pasa por reducir el uso del coche privado en favor del transporte público y la bicicleta, y por devolverle espacio al peatón. Pero la movilidad no solo afecta a cómo nos desplazamos, también tiene un gran impacto sobre nuestra salud. Por ello, la ley de cambio climático obliga a todos los municipios de España de más de 50.000 habitantes a implantar una Zona de Bajas Emisiones antes del 1 de enero de 2023 (aunque la Federación Española de Municipios y Provincias estudia pedir una prórroga). Pontevedra es el gran modelo de desarrollo peatonal, con tráfico rodado muy limitado. No se ven coches. No se oyen. No se respiran.
Más allá de los problemas de contaminación, que pueden mitigarse con la popularización de los vehículos eléctricos, otro daño colateral de los coches es su desproporcionado consumo de espacio: permanecen aparcados el 95% de su vida útil y ocupan el 70% del espacio público. Además, uno de cada tres coches en movimiento dentro del centro de nuestras ciudades está buscando aparcamiento. “Se llama tráfico de agitación, y es tan inútil como nocivo”, explica Romero. “Creo que en el futuro no podremos mover nuestro coche si no sabemos previamente dónde lo vamos a aparcar”. “No podemos eliminar los más de 85.000 coches que entran cada día en Santander”, matiza Bezanilla, “pero sí podemos ofrecerles grandes aparcamientos disuasorios a las afueras de la ciudad y una buena infraestructura de transporte público que los conecte con el centro”.
Medioambiente, arte y futuro
Siguiendo con el concepto de urbanismo regenerativo, la propuesta recoge seis grandes proyectos que quieren recuperar los valores ecológicos y paisajísticos originales de Santander, así como rescatar algunos espacios naturales infrautilizados o deteriorados. Así, se contempla el uso agrícola y ganadero de la campiña litoral del entorno inmediato de la ciudad, una zona donde hasta hace poco se estaba proponiendo seguir construyendo edificios de viviendas e incluso hubo un plan redactado para hacer dos campos de golf y un club social. Este ultraje al Dios del mercado inmobiliario supone un cambio de paradigma radical, “excepto para los vecinos de estos barrios”, matiza Bezanilla, “que siempre han defendido mantener la esencia rural de su territorio”.
“Históricamente, la gente de Cantabria trabajaba en una fábrica y tenía su huerto y sus vacas”, amplía Romero. “Es de sentido común que, si la población no crece, y por tanto no tiene sentido seguir construyendo como locos, aprovechemos nuestros espacios naturales como se ha hecho toda la vida. Cultivar la tierra siempre ha sido un gran valor estratégico para vivir en este territorio”. Sostenibilidad y soberanía alimentaria se dan la mano ante un posible panorama en el que “mucho antes de lo que creemos el precio del petróleo nos va a impedir seguir importando comida desde la otra punta del planeta”.
Además de estas cuestiones urbanísticas y geográficas, Santander, Hábitat Futuro también reivindica el arte y la cultura como valores estratégicos. La capital cántabra lleva años apostando por este sector, equipándose con proyectos de arquitectos internacionales de prestigio, como el Centro Botín de Renzo Piano, y con otros en camino, como el Archivo Lafuente, una colección asociada al Centro de Arte Reina Sofía que se alojará en el antiguo edificio del Banco de España, un capricho clasicista construido en 1924; o el Espacio Pereda, una obra de rehabilitación sobre la sede histórica del Banco Santander a cargo de David Chipperfield.
“Lo que no puede ser es que mientras se están construyendo estos museos para seducir a los turistas, los centros cívicos y culturales de barrio ofrezcan tan poco”, lamenta Romero. “Para atraer a generaciones jóvenes con otras visiones de futuro, necesitamos descentralizar la cultura e incentivar la creación de industrias creativas en los barrios. Nuestro modelo quiere que Santander sea una ciudad mejor: para los que viven aquí, y para los que nos visitan”.
Entonces, ¿tienen futuro las pequeñas y medianas ciudades españolas? “No estoy seguro. El dinero se acumula en las grandes ciudades, que siguen creciendo, mientras el resto no paran de perder población. A medio plazo, puede que el aumento del precio del petróleo revierta esta situación. En España, el cambio podría llegar en las ciudades medianas costeras, que tienen muchos atractivos y un buen clima”, aventura Romero. “Un buen plan urbanístico puede contribuir a la regeneración de una ciudad y a elevar la calidad de vida de sus habitantes”, explica Bezanilla, “pero si la actividad económica y la creación de empleo no acompañan, será un lugar donde solamente vivirán bien los que ya tengan trabajo y los jubilados”.
No obstante, conviene recordar que, en ocasiones, de las situaciones límite surgen las mejores respuestas. El problema de hacinamiento que Nueva York sufría a principios del siglo XIX motivó que la opinión pública se manifestara a favor de un gran parque público como Central Park, la gran riada de Valencia de 1957 obligó a desviar el cauce del río Turia para acabar convirtiéndose en un jardín lineal de valor incalculable y la crisis del petróleo de 1973 fue clave en el cambio de mentalidad que transformó Ámsterdam en un paraíso ciclista. A grandes males, grandes remedios. Solo hace falta imaginación y ganas de cambiar las cosas.