Juanes: “Mis hijos me han visto llorar y pienso que es lo más normal, no hay que tener vergüenza”
Mientras se prepara para una nueva gira internacional y el lanzamiento de su próximo disco, el cantante reflexiona con EL PAÍS sobre el duelo tras la reciente pérdida de dos seres queridos y la evolución de una industria musical que cada vez valora más la salud mental
La fotógrafa tiene todo dispuesto para retratar a Juanes (Medellín, 53 años) en el restaurante del madrileño Hotel Fénix, pero el cantante tarda unos minutos de más porque, según su equipo, tiene que cambiarse de camisa para diferenciarse del shooting anterior. Cuando por fin se presenta —“¡Es verdad, que en España son dos besos!”, interioriza recién aterrizado—, su nueva camisa no es negra, no. Es verde oscura, con un tigre surfeando en una manga y la vistosa cara de otro en la espalda, atravesada por una cremallera —de la marca japonesa BAPE—. Es una mezcla entre una prenda de camuflaje y algo destinado a llamar la atención. Y es un buen reflejo de quien la viste, porque aunque durante la entrevista Juan Esteban Aristizábal —su nombre de nacimiento— se coloca en una discreta esquina de la sala y habla con un sosegado tono bajo, su presencia no pasa desapercibida para algunos comensales que no se resisten a acercarse a saludar. “Hola, ¿cómo estás? ¿Cómo te va? ¿Todo bien?”, espeta Juanes a un hombre que se queda cortado ante la familiaridad con la que el músico le devuelve el apretón de manos.
Después de varias décadas de exitosa carrera musical, el colombiano —residente en Miami― está más que acostumbrado a lidiar con la fama, pero no deja de resultarle extraño que personas de todas las edades le pongan cara en cualquier parte del mundo. “Cuando la gente es respetuosa y cariñosa me parece superlindo. Es extraño porque estoy en otro país, lejos de mi casa, y lo siento como un agradecimiento”, asegura. Sus ojos denotan el cansancio por el jet lag, pero también está más que acostumbrado a este trajín y lo sortea como un profesional. El jueves le tocaba un intenso día de promoción en Madrid y el viernes ya estaba en otro vuelo de camino a La Palma, donde ofreció un concierto este sábado 20 de diciembre. Volverá a la capital española el próximo 1 de marzo, con un concierto en el Movistar Arena que supone el pistoletazo de salida de su nueva gira internacional. “Vamos a estar prácticamente todo el año [2026] por toda Europa, Latinoamérica y Estados Unidos”, anticipa. “Me encanta girar, es lo que me mantiene vivo”.
Desde sus inicios como cantante de heavy metal en la banda Ekhymosis hasta su último sencillo, una cumbia en colaboración con Bomba Estéreo, Juanes ha probado con todo lo que le ha apetecido en la música, sin importarle descolocar a unos fans acostumbrados a los temas de pop rock latino que le dieron la fama a principios de los dos mil. “Si a mí me gusta lo que estoy haciendo y me siento cómodo, yo voy p’alante. No voy a dejar de hacer algo porque alguien me lo diga. Comprometer mi arte o mi forma de ver las cosas no tiene mucho sentido”, considera. En 2026 sacará nuevo disco, dice que previsiblemente en el primer semestre —“por marzo, abril, no sé”—, y que estará lleno de esas “diferentes personalidades” que, según él, son las que le definen: “Hay varias cumbias y también hay rock; hay una canción mucho más íntima, con la guitarra, muy minimalista. Fue un proceso largo, pero que finalmente terminó muy bonito”.
En el próximo álbum también hay una canción dedicada a su madre, Alicia, fallecida el pasado septiembre, de quien Juanes se despidió ante sus 5,4 millones de seguidores en una inusualmente íntima publicación de Instagram. Tres meses después, el colombiano confiesa que todavía le cuesta asimilar el sentimiento de orfandad —su padre, Javier, murió hace tiempo a causa de un cáncer—. “Mi mamá era muy adulta, tenía ya 95 años, pero aunque te preparas un poco para eso, nunca es fácil”, reconoce emocionado. “Ya no tengo ni mi papá ni mi mamá, es una sensación muy loca. Como si estuvieras de bebé caminando de la mano de tus papás y de repente te sueltan para que aprendas a caminar”, comenta alzando los brazos para escenificar la imagen. “Es una etapa nueva muy rara. Un cambio energético muy poderoso, pero creo que su ausencia también me ha dado algo de fuerza, es muy loco eso”, considera el cantante.
La otra gran pérdida de su vida fue la de su hermana Luz Cecilia. Sufrió una hemorragia interna durante el parto de su hija que la mantuvo 27 años en coma, hasta que finalmente falleció, a la edad de 50 años, en 2019. “Fue dolorosísima, porque la muerte de mi hermana no fue una muerte de un día para otro, sino que fue una cosa superprolongada, durísima. Nosotros éramos una familia muy feliz hasta que pasó eso”, recuerda. Cuenta que volvió a su casa familiar tras la muerte de su madre y al abrir la puerta corrediza del armario donde guardaba la ropa su hermana, encontró viejos recortes de periódico sobre él, un recuerdo que le saca una sonrisa. “Creo que fue duro, pero cuando falleció todos descansamos un poco también. Nos ha dado fuerza a nosotros, como hermanos [él es el menor de seis], para seguir adelante, y la música ha sido como una luz inmensa para mí”, comparte.
Este agosto, Juanes contó en un podcast que nunca había visto llorar a sus padres hasta aquel trágico suceso con su hermana. Él es padre de tres hijos —Luna, de 22 años; Paloma, de 20; y Dante, de 16—, fruto de su matrimonio de 21 años con la actriz y modelo Karen Martínez —a la que conoció durante la grabación del videoclip Podemos hacernos daño—, y asegura que no le importa mostrarse vulnerable delante de ellos. “Me han visto llorar y pienso que es lo más normal, no hay que tener vergüenza o angustia. De hecho, es más sanador. A veces quisiera llorar más, pero no me salen las lágrimas”, admite. Dice que lloró, por ejemplo, cuando sus dos hijas mayores se fueron a la universidad; que, aunque su trabajo le obliga a pasar mucho tiempo fuera de casa, le costó acostumbrarse al nido vacío —también menciona que su alma “lloraba de alegría” cuando escuchó Lux, de Rosalía, de quien dice que ya quedó prendado cuando la descubrió en un concierto al que le llevó Bebe en 2016—. “Así que bueno, voy llevando la vida a la vez y cuando siento que la tristeza se apodera de mí, dejo que me abrace y me ponga bien dark, porque al rato sé que volveré a salir otra vez, es parte de la vida”, reflexiona.
En 2010, durante la gira de su álbum P.A.R.C.E., experimentó una profunda crisis creativa y personal, se sentía desconectado de su música y público, lo que lo llevó a un parón temporal. Recientemente, artistas como Rozalén o Lola Índigo han seguido estos pasos, y el colombiano celebra que, a diferencia de la respuesta alarmante que recibió él hace más de una década, dar este paso es ahora algo habitual. “Siento que en ese momento no era normal. Decías eso y era como: ‘Oh, se acabó su carrera’ o ‘¿Por qué estás deprimido si tú lo tienes todo en la vida?’. Afortunadamente, creo que todos esos temas son mucho más comunes ahora y darse un espacio es lo más sano que le puedes dar a tu vida. Yo venía trabajando 10 años sin parar y me estaba enloqueciendo. Hice un stop para reconstruirme y hoy tengo más control de mi vida: trabajo muchísimo, pero voy mucho a mi casa”, sostiene.
Tiene cuatro Grammy internacionales, 27 Grammy latinos, acumula más de 20 millones de discos vendidos y miles de conciertos a sus espaldas. Pero como vaticinaba su álbum de 2019, Más futuro que pasado, todavía tiene fuelle para mucho más. “Veo a Juan Luis Guerra, a Rubén Blades, a Miguel Bosé... Veo a Metallica, que es mi banda de toda la vida [dice haciendo el gesto de los cuernos]. Tienen más de 60 años y ahí están como unos locos. Entonces, no sé, es como: ¿por qué hay que parar? Si tengo la oportunidad y tengo el público, quiero seguir”, advierte. Está claro que el público lo tiene, incluidos los Obama, que se declararon sus fans, o el fallecido papa Francisco, que citó una de sus letras en una homilía en Colombia en 2017. De momento, tampoco reniega de ninguna canción de su pasado y está dispuesto a cantar sus éxitos más repetidos, como A dios le pido o La camisa negra, mientras sigan satisfaciendo a sus seguidores, pero también aprovecha para recomendar obras más desconocidas de su repertorio: “Gris, del disco Vida cotidiana [2023], es rara y oscura, pero me encanta”.
Hubo un tiempo en el que pensar en músicos colombianos era pensar en Carlos Vives, Shakira y Juanes. Ellos han abierto el camino a una nueva generación de estrellas que no para de aumentar, entre las que destacan Karol G, Maluma, Sebastián Yatra o Camilo. “Me encanta porque por muchos años hubo una estigmatización con Colombia y siento que la música, el arte, la literatura, el deporte... han hecho que se vea otro ámbito del país, y las nuevas generaciones han salido con un poder increíble”, celebra. Reconoce que sus hijos también han heredado la pasión por el arte y la música, pero no los imagina acompañándole en el escenario, como hizo recientemente Shakira en Buenos Aires con Milan y Sasha. “Me encantaría, pero no, son tímidos”, comenta riendo: “No les quiero presionar, quiero que sean felices, la verdad”.
Él lo es, en gran parte, gracias a ellos y a su mujer, según dice. Ha vivido momentos increíbles a lo largo de su carrera, pero garantiza que la única experiencia que no cambiaría por nada del mundo es la paternidad. “Es lo más grande que me ha pasado”, sostiene. Su vida ahora, tal y como está, tiene todo lo que necesita: “Cuando me preguntan si quiero estar 20 años atrás, yo digo: ‘No, gracias. Quiero estar aquí, en este momento”.