La “casita” de Lola Flores se abre a todos los jerezanos: joyas, batas y el vestido de novia de La Faraona inauguran su museo
La familia de la artista, autoridades y curiosos abren, por fin, el centro cultural dedicado a la folclórica en Jerez de la Frontera después de 28 años de espera, que cuenta con más de 200 piezas que irán en aumento
En algún momento entre el documento de inscripción en el Registro Civil de María Dolores Ruiz, en 1923, y la impresionante bata de cola de terciopelo y organza negra que lució en la película Sevillanas, de Carlos Saura, en 1992, nació el mito Lola Flores (Jerez de la Frontera, 1923 - Madrid, 1995). El recorrido que va de esa hoja mecanografiada al f...
En algún momento entre el documento de inscripción en el Registro Civil de María Dolores Ruiz, en 1923, y la impresionante bata de cola de terciopelo y organza negra que lució en la película Sevillanas, de Carlos Saura, en 1992, nació el mito Lola Flores (Jerez de la Frontera, 1923 - Madrid, 1995). El recorrido que va de esa hoja mecanografiada al fetichismo de poder ver tras una vitrina bocetos de trajes, muebles, premios, vestidos y joyas es el relato de cómo la joven jerezana Lolita Imperio de Jerez —su primer nombre artístico— se encumbró a la cima artística del flamenco con el sobrenombre de La Faraona. Y todo ha cabido en un espacio de apenas 300 metros cuadrados, la antigua Nave del Aceite de Jerez de la Frontera (Cádiz), que desde este viernes 31 de marzo es ya el Centro Cultural Lola Flores o su “casita”, como ya la ha renombrado su hija Lolita.
Los gallardetes burdeos ya están amarrados a los balcones, los operarios dan los últimos golpes metálicos a la arquitectura de palcos de la Carrera Oficial. Es justo lo que se espera de un Viernes de Dolores en Jerez, donde la Semana Santa se vive con intensidad, pero hoy había recogía en la ciudad. No era de una imagen religiosa volviendo a su templo, sino de la devoción laica por Lola, que ha tardado 28 años en encontrar un lugar en la localidad que la vio nacer. “Lola Flores es eterna y aquí está en su casa, viva, en Jerez”, ha exclamado Lolita a las decenas de medios y curiosos congregados, poco antes de entrar en el museo. En el día que hubiese sido la celebración de un santo que a la artista bien le gustaba celebrar, la alcaldesa Mamen Sánchez ha dejado claro que la folclórica al fin volvía a Jerez “para quedarse para siempre”.
En ese frasco de las esencias en el que se ha convertido un antiguo edificio con tejado de dos aguas ubicado en la plaza de Belén hay sorpresas en cada rincón. “Pendientes de gran roseta de diamantes isabelinos de talla brillante y montados en platino”, reza en una cartela justo al lado de dos vistosas joyas. Así dicen poco, si no fuese porque justo después el texto explica que son justo los zarcillos de la actuación del Florida Park, en 1977. Esos de los que perdió uno —aunque luego lo encontró—, paró la actuación y soltó: “Bueno, ustedes me lo vais a devolver porque mi trabajito me costó”. El hallazgo, en este caso para el visitante, se produce al final del recorrido de la segunda planta del centro, concebido por el arquitecto Juan Pablo Rodríguez Frade como una experiencia que va de menos a más.
La joven Lola de La Zarzamora, la de los primeros vestidos de volantes que sobrecogen al verlos en color; la Lola de España de los anuncios de Titanlux; La Faraona que se crecía aún más como nadie ante el micrófono de una entrevista está presente en un centro que cuenta con unas 200 piezas expuestas. Un pequeño diorama reproduce en holograma esos primeros pasos y un escenario cercano muestra cuatro de sus primeros vestidos y reproduce en una gran pantalla algunas de sus intervenciones estelares. El vídeo tiene tiempo para repasar desde el “te puedes fumar un porrito, pero con método” a sus declaraciones sobre su lío con Hacienda —”si cada español diese una peseta…”— o aquel “tengo más fuerza que Chernobyl”.
La planta superior del centro atesora más felices hallazgos, como el traje de boda de la artista, diseñado por Asunción Bastida, de 1957. Esa pieza, catalogada por la historiadora de la moda Laura Cerrato, ha sido también todo un reto. “Es toda de encaje y estaba de mírame y no me toques. Ha habido que restaurarlo, hidratarlo, ha sido un gran trabajo”, explica Mariola Orellana, representante de la artista y encargada de toda la búsqueda y localización de las piezas. El vestido comparte estancia con decenas de premios y con unos bocetos de sus trajes, realizados por la propia Flores de su puño y letra, en los que se aprecia cómo ella daba instrucciones de colores, tejidos y acabados. Y así se descubre que fue ella la que ideó el famoso frac con el que cantó Cómo me la maravillaría yo en un 1974 en el que ya le estaba dando vueltas a actualizar su puesta en escena.
Es difícil que pueda haber una experiencia más cercana a asomar la cabeza al joyero de una folclórica que la de echar un vistazo a la vitrina de las joyas. Algunas son reproducciones, dado su valor —como los archiconocidos pendientes—; otras, no. Si lo son o no queda a veces en duda (solo en algunas lo indica) del espectador por seguridad, como argumentan desde el Ayuntamiento. Pero ahí está la gargantilla de perlas y brillantes que le adquirió Flores a la condesa de Garvey compartiendo protagonismo con un collar de semillas de coral, turquesas y ojo de tigre montado en plata con el que se inmortalizó la artista en 1990 en un retrato ya icónico. Enfrente, otro guiño para mitómanos: la bata de cola blanca que usó para el rodaje de su serie El coraje de vivir. Y eso que tanta pieza es solo una parte de lo que la familia pretende que se exponga, ya que Orellana asegura que está prevista la rotación temporal de lo expuesto.
La inauguración del espacio ha sido un ir y venir de caras conocidas. Además de sus hijas Lolita y Rosario, el acto ha contado con el respaldo de la hermana de la artista, Carmen Flores, visiblemente emocionada, y de nietos como Alba Flores. “No estamos todos”, ha excusado Lolita, “pero todos estamos con el corazón de los que no pueden estar”, ha asegurado la artista. Tanto es así que Elena Furiase, hija de la propia Lolita y una de las ausentes, ha sido la encargada de poner voz a la audioguía que interpreta todo el museo. Entre las personalidades también ha destacado la presencia del músico Antonio Carmona —marido además de Orellana—, la cantante María del Monte o flamencos como Tomasito.
El centro de Lola Flores es el primero en una plaza que está llamada a convertirse en punto neurálgico para el flamenco de Jerez. Al museo —que tiene un precio de 10 euros y horario de 10.00 a 14.00, y de 17.00 a 20.00 de martes a sábados, salvo los domingos, solo de mañana— se sumará en octubre un tablao dedicado a la figura de Flores y que tendrá el nombre de Ole ole, en referencia a cómo la llamaban sus nietos. Además, en las inmediaciones de ambos espacios se ubicará el Museo del Flamenco comprometido por la Junta de Andalucía. Mientras ese despliegue llega, Lola Flores ya está en su casita de Jerez, para quien quiera ir a verla. No se asusten si dentro de poco, al entrar, huele a ella. El Ayuntamiento ya está negociando con los diseñadores Victorio y Lucchino para perfumarla con el ambientador del desaparecido perfume que ella solía usar.