Rafuel, el ‘foodie’ que conquista a los ‘instagrammers’

“Los grandes cocineros tienen mucho que aprender”, dice Rafael Antonín, con más de medio millón de seguidores en Instagram, que publica su primer libro de recetas

Rafael Antonín, @Rafuel55, uno de los cocineros más influyentes en las redes de España con más de 500.000 seguidores en Instagram, en la cocina de su casa de Barcelona.Consuelo Bautista

Rafael Antonín (Barcelona, 65 años) es un rara avis en el mundo de Instagram y de la gastronomía. Ha conseguido sumar más de 552.000 seguidores en esa red social con sus recetas de 30 segundos; está considerado uno de los 10 influencers gastronómicos más destacados de España, pero no es cocinero profesional, no tiene restaurante y su edad está lejos de la que, normalmente, se relaciona con las nuevas tecnologías. El 7 de abril publica su primer libro de cocina...

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Rafael Antonín (Barcelona, 65 años) es un rara avis en el mundo de Instagram y de la gastronomía. Ha conseguido sumar más de 552.000 seguidores en esa red social con sus recetas de 30 segundos; está considerado uno de los 10 influencers gastronómicos más destacados de España, pero no es cocinero profesional, no tiene restaurante y su edad está lejos de la que, normalmente, se relaciona con las nuevas tecnologías. El 7 de abril publica su primer libro de cocina, Mis mejores recetas (Planeta), con una selección de sus populares platos.

Rafuel55, como se le conoce en Instagram, debe su nombre al apodo que le pusieron en Cepsa en los años noventa, por ser quién más fuel vendía en toda España. “Cuando en 2012 una de mis dos hijas quiso abrirme un perfil en Instagram estaban todos los nombres pillados. Este no y le añadí el año en que nací”, explica este hombre simpático y bonachón en mitad de la cocina de su casa, donde crea y graba sus recetas; una estancia amplia y llena de los utensilios comunes en cualquier cocina y que utiliza en las recetas que presenta a ritmo trepidante que han captado a tantos seguidores.

Nada es fruto de la casualidad. Su trabajo está calculado y lo realiza de forma meticulosa: “Me levanto a las 4:30 incluso los domingos. A esa hora, desde 2012, cuelgo un post diario, cuando América se va a dormir, y cuando Europa se levanta ya está posicionado”, asegura quien se ha vuelto un experto de las nuevas tecnologías.

“Cocino desde que era pequeño. Éramos nueve hermanos y ayudaba a mi madre. Pero he estudiado en la escuela de hostelería Hofmann de Barcelona un curso de un año de cocina integral, otro de pastelería de la misma duración y un tercero de cuatro meses de arroces, además de unos 50 monográficos. Todo por afición y para poder comer bien yo y los que están a mi lado”. También ha estudiado fotografía. Por eso sus breves vídeos son de gran calidad. “Suelo grabar 15 minutos. Luego escojo las escenas fundamentales y básicas, porque no se puede estar pelando patatas tres minutos. No hay paciencia para ver eso”, comenta.

Para él “los fogones son técnica, que se puede aprender, pero también paladar, algo que falla. Soy un cocinero casero que hace recetas normales con herramientas normales con cosas que hay en la nevera. No explico cómo hacer esferificaciones, pero sí un buen huevo frito; cosas sencillas que no se habían explicado antes”.

Reconoce que le gusta visitar los templos gastronómicos reconocidos con estrellas Michelin: “Los cocineros con estrella son los que cambian las recetas y las decantan. No los critico porque hay mucho trabajo e ideas detrás, pero ir a estos sitios no es ir a comer, es vivir una experiencia”. Y añade: “Estos cocineros tienen que aprender mucho, porque no hay ninguno que sepa comer. Son dioses y nadie les dice nada. Tanta parafernalia y luego en dos gestos se lo cargan todo. Me indigna pagar 250 euros y que te sienten en un taburete. Ya basta de que nos tomen el pelo. Hay que mejorar muchas cosas; quizá no tanto en la cocina como en la calidad del servicio. Espero que la pandemia sirva para eso, porque tardaremos mucho en volver a tener los visitantes de antes y hay que trabajar para los de aquí y sentar a la gente a comer como reyes”.

Asegura no aspirar a abrir un restaurante: “Ya he hecho todo lo que tenía que hacer para sacar a mi familia adelante. Con mi edad podría están jugando a la petanca o al golf, pero lo que me divierte es cocinar, grabar, editar y escribir recetas y, de vez en cuando, dar alguna charla. Lo que hago me llena”.

La receta de la que más orgulloso se siente no es su famosa tortilla de cruasán. “Tuvo éxito porque no estaba vista, pero ya estaba inventada. Yo prefiero la tortilla de trufa o un caldoso de gambas que tuvo mucho más éxito. Lo importante siempre es usar buenos productos. Si son buenos habrá que cocinar menos”.

Rafuel tiene todo pensado y escoge el plato que hace según la temporada, “no haré unos macarrones un día de mucho calor y sí un gazpacho”; el día de la semana, “los lunes siempre hago cosas ligeras porque la gente quiere hacer bondad del fin de semana”, ni del mes: “Siempre hay más dinero para gastar en comida a comienzos del mes”. También ha aprendido a saber cuáles son los platos que más gustan: “Las ostras me encantan, pero no las verás en mi canal, porque al 50% de las personas les dan asco. Pero si un plato lleva queso, gambas, aguacates, jamón ibérico o huevos fritos tienes éxito seguro. Porque es muy triste hacer un trabajo y que la gente pase de largo. La nota la ponen los seguidores con sus likes y comentarios”.

Porque Rafuel controla los datos que generan sus posts: “Detrás de cada uno hay muchas estadísticas que hay que saber leerlas. A los 10 minutos de poner un vídeo sé si funcionará”. Coincidiendo con el comienzo de esta entrevista, publicó una receta de Rape al curri. A los cuatro minutos tenía 1.500 likes. Un día después más de 90.000. “Instagram me ha cambiado la vida, ni para bien ni para mal, diferente”, remacha.

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