Pepe Rodríguez, el chef más familiar con alma de rockero

Fan absoluto de Mick Jagger, el juez de MasterChef, con una estrella Michelin, compagina la televisión con su restaurante en Illescas, ahora cerrado por la pandemia

El chef Pepe Rodríguez, en Madrid 2018.Samuel de Roman (Getty Images)

Como la mayoría de los chicos a esa edad, siendo un chaval Pepe Rodríguez quería dedicarse al fútbol; según iba cumpliendo años soñaba con tener una banda de rock al estilo Mick Jagger pero al final acabó trabajando entre fogones sin ni siquiera saber freír un huevo. Su afición por el líder de los Rolling Stones sigue intacta —tanto es así que en la foto de su perfil de WhatsApp tiene un montaje en el que la cara del chef aparece en el lugar de Charlie Watts, el batería de la banda británica, abrazado al resto de com...

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Como la mayoría de los chicos a esa edad, siendo un chaval Pepe Rodríguez quería dedicarse al fútbol; según iba cumpliendo años soñaba con tener una banda de rock al estilo Mick Jagger pero al final acabó trabajando entre fogones sin ni siquiera saber freír un huevo. Su afición por el líder de los Rolling Stones sigue intacta —tanto es así que en la foto de su perfil de WhatsApp tiene un montaje en el que la cara del chef aparece en el lugar de Charlie Watts, el batería de la banda británica, abrazado al resto de componentes, el propio Jagger, Keith Richards y Ronnie Wood— pero desde hace 30 años supo hacer de una obligación, la cocina, su verdadera pasión. Rodríguez sigue trabajando en el mismo restaurante, El Bohío, en Illescas (Toledo), en el que antaño limpiaba platos y atendía en la barra para ayudar a sus padres y que desde su mandato tiene una estrella Michelín.

Pese a pertenecer a la tercera generación de una familia hostelera, acabar dedicándose a ello fue para él casual. Cuando su hermano y él tomaron las riendas del restaurante, se iban turnando y cada día uno se metía en la cocina. Hasta que decidieron hacerlo de manera fija y fue él quien asumió el cargo. Comenzó a gustarle y pasó varios veranos formándose con los mejores cocineros, entre los que no faltaron los maestros y ahora amigos Martin Berasategui o Ferran Adriá.

Pero parece que no ha sido lo único que llegó por casualidad a su vida. Convertido en uno de los chefs más reputados del país y Premio Nacional de Gastronomía en 2010, Pepe Rodríguez ha conseguido ganarse el cariño del público gracias a su papel como jurado en el programa MasterChef, un proyecto que en el que se embarcó hace siete años por dinero. Según ha reconocido en varias ocasiones la propuesta del concurso televisivo llegó en un momento en el que El Bohío estaba sufriendo las consecuencias de la crisis y su innata naturalidad le impide maquillar los motivos que le llevaron a probar en el mundo de la televisión. Sin embargo, tampoco esconde lo maravillado que está con el que es considerado uno de los programa estrella de TVE que ya lleva ocho ediciones de gente amateur, siete de niños (MasterChef Junior), y que próximamente estrenará la quinta de MasterChef Celebrity, con rostros conocidos enfrentándose frente a los fogones. En los tres formatos, el chef se ha dejado ver tal y como es. Junto a los otros dos miembros del jurado, Samantha Vallejo-Nágera y Jordi Cruz, Pepe Rodríguez asume el papel quizá más conciliador y su personalidad sirve para destensar las situaciones creadas entre las exigencias de Samantha y las borderías —a veces demasiado forzadas— de Jordi. Los espectadores le han visto bromear, sacar carácter para corregir a los concursantes, enseñarles técnicas clave y también emocionarse, como en uno de los últimos programas emitidos tras la pandemia del coronavirus, donde el manchego apenas pudo contener las lágrimas al ver el reencuentro de los concursantes con sus familiares, quienes permanecieron alejados durante el confinamiento debido a que les pilló en plena grabación del programa.

El jurado de MasterChef.Europa Press

Él también ha sufrido las consecuencias de la pandemia y el pasado 26 de mayo acudió junto a un centenar de cocineros a una manifestación frente al Congreso de los Diputados reclamando medidas específicas para su sector, uno de los más afectados por la crisis del coronavirus. El Bohío permanece cerrado desde la declaración del estado de alarma y hasta el próximo mes de julio no tiene intención de retomar su actividad, aunque todavía está ultimando las condiciones de su apertura. Tras este parón obligado por la situación, el chef ha regresado a su rutina y continúa con las largas jornadas de grabaciones de MasterChef, que alterna con su trabajo en el restaurante y otros contratos que le han ido surgiendo con marcas a raíz del programa, además de otros negocios y empresas relacionadas con el mundo de la cocina.

Otra de sus facetas más desconocidas es la solidaria. Este toledano con ascendencia cubana —de ahí el nombre del restaurante— y cuyo taurino padre, fotógrafo, solía acompañar a Hemingway en sus escapadas a España, se define a sí mismo como “un canalla” pero todos los que le conocen y han trabajado con él coinciden en su inmensa bondad. Prueba de ese espíritu es que desde los 20 años colabora ayudando a drogodependientes. “Con 22 presidía Amidemar, una asociación de ayuda al toxicómano en Illescas. Salía de la cocina y me iba a echar un cable a chavales que lo estaban pasando mal. Fue una época dura, sin información”, contó el chef en una entrevista con Icon de EL PAÍS. Ahora no tiene la misma dedicación que antes, pero su lucha sigue en la misma dirección y es raro el día que no aparece gente por El Bohío pidiendo para comer o para lo que necesiten. “Siempre son bien atendidos porque no quiero que se vayan de vacío. No sé si llego a todos, pero hay que tender una mano al que tiene menos”, añadió en el citado medio.

Trabajador insaciable y como si de una auténtica estrella de la música se tratase, Pepe Rodríguez se pasa la vida en la carretera, recorriéndose prácticamente a diario los 35 kilómetros de ida y otros tantos de vuelta que separan Illescas de Madrid y viceversa para llegar a todo y a todos. Al final del día queda su familia. Casado con Mariví Fernández, su gran apoyo, y padre de tres hijos —María, de 17 años, Jesús, de 15, y Manuela, de 11—, el chef no duda en presumir de haber formado una familia numerosa con la que vive en la localidad toledana y con la que aprovecha para escaparse de vacaciones siempre que el trabajo lo permite, porque ellos son los que completan su verdadera banda de rock.

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