Cómo detectar los bulos sobre la comida
Las noticias falsas sobre alimentación vuelan como el viento por las redes, y más vale saber reconocerlos para no caer en su trampa ni ayudar a su propagación. Con estas claves evitarás convertirte en un magufo alimentario.
Como el amor, los bulos llegan así de esta manera, que uno no se da ni cuenta y, como le pasa al Caballo Viejo de Simón Díaz, cuando les sueltan la rienda son caballo desbocao. Algunos bulos son nuevos, como que el gazpacho frena el crecimiento de las células del cáncer de colon; otros recurrentes, como la inocuidad del pescado crudo durante el embarazo; y otros los tenemos tan interiorizados que han llegado a modificar nuestra dieta y hábitos, como la creencia de que tomar la fruta por la noche engorda.
Rocío Pérez, coordinadora de Maldita Ciencia, nos cuenta que en este portal los bulos alimentarios que tienen que desmentir están empatados en el top con los relacionados con el cáncer. Y si nos paramos a pensarlo, que esto sea así no es aleatorio. Como dice Pérez, “son dos temas complejos con muchas causas, muchas consecuencias y efectos toda la vida. Eso facilita la confusión cuando la gente necesita mensajes sencillos y directos”.
Confusión al emitir el mensaje o recibirlo, intención de hacer daño a alguien, intereses económicos, necesidad de visitas o ganas de protagonismo… Es difícil determinar por qué y dónde nace un bulo. Lo que sí está en nuestras manos es que ese bulo muera, y un primer paso es saber detectarlo. Hemos consultado a expertos en cazar bulos y nos han dado estas claves para encontrarlos:
Si te llega por WhatsApp, mal asunto
Para Gemma del Caño, farmacéutica experta en seguridad alimentaria, que una noticia te llegue por WhatsApp es uno de los indicadores primordiales para detectar que estamos ante un bulo. “En los bulos compartidos por este canal hay muy poca información, no la vinculan a ninguna noticia y normalmente está tergiversada”. Aunque por WhatsApp los bulos campan a sus anchas, otras plataformas como Facebook o Twitter son también terreno llano para que corran rápido.
Si es muy bueno para ser verdad, es que no es verdad
De repente, haces chas y aparece a tu lado un alimento natural y milagroso que ha venido del pasado para salvarte. Y, lo mejor de todo, lo tomaban nuestros ancestros (que están muertos todos, por cierto). Nadie sabe por qué, aunque ese alimento funcionaba fenomenal para curar enfermedades de todo tipo, la ciencia se lo ha estado perdiendo. Te suena todo esto, ¿verdad? Nadie duda de que a veces estos alimentos sean saludables y tengan buenas propiedades, pero el bulo está en que por sí solos no hacen nada y mucho menos curan enfermedades como el cáncer, hepatitis, diabetes o ébola.
Los reclamos saludables
Al hilo del anterior punto, el biólogo y divulgador científico, Álvaro Bayón, advierte que los bulos se basan muchas veces en reclamos saludables (health claims en inglés). Aunque estos lemas saludables están muy regulados por la Agencia Europea de Salud Alimentaria (EFSA), la industria alimentaria los aprovecha y moldea en su favor. Según Bayón, las empresas que utilizan estas prácticas suelen trampear el reglamento añadiendo en una adecuada proporción un componente que en efecto tiene unas determinadas propiedades, pero las compañías atribuyen esas propiedades a su producto o a un rasgo exclusivo de su producto. “Las L.casei de Danone son el ejemplo perfecto de este tipo de bulos. Las propiedades que anuncian vienen asociadas a los compuestos del yogur, pero ellos siguen anunciando que su cepa es única aunque se haya demostrado por activa y por pasiva que esas bacterias no tienen absolutamente ningún beneficio sobre el cuerpo humano”, asegura el biólogo.
Promesas de hoy para mañana y sin esfuerzo
Otra vez el milagro. Si la información que recibes es sobre alimentos que ofrecen soluciones no solo mágicas, sino también inminentes y sin esfuerzo, contrástala y léela entera. “El bulo más clásico es el de que el alcohol equivale a una hora de gimnasio”, dice el dietista y colaborador de Salud Sin Bulos, Pablo Ojeda. “Lo que se hace para elaborar este tipo de bulos es coger datos de estudios observacionales. Surgen porque la gente necesita esperanza y los charlatanes se aprovechan de la vulnerabilidad del consumidor y de las personas con enfermedades graves”.
¿El dato está magnificado? Casi seguro es un bulo
Los bulos alimentarios son ricos en verdades a medias o mal interpretadas. “Ha pasado recientemente con la información sobre los niveles de mercurio que ingerimos los españoles”, dice Ojeda. Los titulares eran alarmantes y los primeros párrafos de las noticias alentaban el pánico usando las expresiones “tenemos la tasa más alta de consumo de este peligroso metal”, “se debe al consumo de pescados”, etc. sin embargo, como nos dice el dietista, lo único cierto de esta información es que los españoles estamos por encima de la media europea en consumo de mercurio, pero nuestros niveles están dentro de la seguridad alimentaria. Dentro de la propia noticia se especificaba que la mayoría de la población estudiada se encuentra dentro de los valores establecidos por la OMS y que no tiene efectos directos para la salud. Y no, no hay que dejar de comer pescado. Cualquiera que lleve una dieta equilibrada no tiene de qué preocuparse, pero el miedo ya estaba ahí.
Las malas compañías
Dime con quién andas y te diré si eres bulo. Las compañías quieren vender lo suyo y es entendible que intenten contar a los cuatro vientos las bondades de su producto. Si además pueden conseguir que sea la ciencia quien te lo diga, capaces son de apoquinar lo que haga falta. Por eso, cuando nos llegue la información del tipo que es buenísimo tomar cereales en el desayuno; que un paquete de galletas tiene la misma cantidad de azúcar que tres piezas de fruta o que la cerveza te hace más listo y delgado, sospecha. Pablo Ojeda nos recuerda que siempre hay que mirar los conflictos de interés de esa información. Por eso hay que comprobar quién hace ese estudio, o qué asociación lo ha financiado.
Fuente y URL
Cuando aparece información imprecisa, sin citar fuentes y en el artículo no hace referencia al estudio ni incluye el link, tiene todas las papeletas para ser un bulo. “Y si lo enlaza, habría que leerlo y confirmarlo”, dice Del Caño, “porque no todas las informaciones corresponden al artículo al que te llevan”. También conviene fijarse en la URL de la noticia que te enlazan. “A veces se manipulan para que a simple vista parezca que proceden de periódicos o sitios web reconocidos”, nos advierten desde la OCU.
Descubrimientos súbitos e impactantes
“Si algo promete salvarte o matarte de forma fulminante, no te fíes”, dice Rocío Pérez. Ocurre, por ejemplo, con bulos tan surrealistas como que la cebolla cortada el día anterior se vuelve altamente venenosa. “Vamos a ver, que llevamos comiendo cebollas miles de años, ¿ahora de pronto resulta que comerla del día anterior me va a matar? ¿Dónde se ha demostrado eso, que yo lo vea?”.
Natural, eco, bio y otras etiquetas similares
¿Halago a lo tradicional, alusión a lo ecológico, bio, de la abuela, etc.? Muy probablemente nos van a vender, otra vez, unas propiedades que ese alimento no tiene. “Algo no es bueno o malo solo por ser natural o artificial. Será bueno o malo por las propiedades que tenga. Hay cosas que son artificiales y son perfectamente buenas y en algunos casos necesarias, como la insulina que consumen los diabéticos, o muchos aditivos E que están perfectamente autorizados. Y otros que son naturales, como la cicuta, te pueden matar”, dice Bayón.
¿Huele a quimiofobia?
Cuando algo apela al miedo a la química nos debería indicar que muy posiblemente haya bulo a la vista. Del Caño dice que a veces estos bulos los lanza gente muy preparada que cada cierto tiempo carga contra diferentes aditivos de alguna marca de supermercado. “Y estos bulos asustan mucho porque siempre suenan a algo muy grave”, dice la farmacéutica.
“Si podemos saber algo con certeza es que los aditivos alimentarios utilizados en España son seguros. Es una de las cosas que mejor comprobadas está, porque la EFSA es súper rigurosa con esto”, dice Bayón. “No hay un producto que salga al mercado que no esté súper testado”, remarca Pablo Ojeda.
¿Hace referencia a alguna moda alimentaria o a un alimento de temporada?
Hay bulos que perduran con los años y otros que vienen y van según la moda. ¿Ejemplos? Los relacionados con el gluten o la lactosa son frecuentes ahora que hay una sensibilidad especial debida a las intolerancias alimentarias. Otros bulos llevan años y años yendo y viniendo por temporadas, como ocurre con los de los beneficios del alcohol; los relacionados con el agua -beberla fría, caliente o del mar- o los bulos sobre partidas de frutas que importamos de otros países contaminadas con (ponga aquí la enfermedad que prefiera o alguna droga dura). “Este tipo de bulos ha calado tanto durante los años que es muy difícil combatirlos”, dice Gemma del Caño, “la gente sigue diciendo, por ejemplo, que la carne tiene antibióticos sin pensar en qué haríamos los alérgicos a los antibióticos si eso fuera verdad”.
Fórmulas como “lo que no verás en los medios”, “lo que no quieren que sepas”, “lo que nadie te va a contar”
Del Caño dice que esta fórmula detectabulos no suele fallar. Y -esto lo decimos nosotros- si además el texto va acompañado de muchas exclamaciones, emojis y va bien regadito de faltas de ortografía, nuestra recomendación es que ni te canses en leerlo, salvo que quieras echarte unas buenas risas.
Los vídeos de YouTube
Casi todos los vídeos que dan información sobre la industria alimentaria son bulos. “También ocurre que a veces se hace un vídeo simplemente para demostrar recursos que se usan en el cine, por hacer una broma, o con otro fin y acaba convirtiéndose en un bulo”, señala Del Caño.
Estos bulos son bastante rápidos en propagarse puesto que tendemos a dar por bueno lo que nuestros ojos ven. Además, tienen un componente de espectacularidad que no tienen los textos. Normalmente en los vídeos sobre bulos alimentarios se dan tres de los puntos que ya hemos mencionado antes: no hay fuente, hay un tufillo importante a quimiofobia y suele llegar vía WhatsApp, Facebook, Twitter. “Lo de creerse todo lo que tus ojos ven es un error. También vemos los trucos de magia y nadie se cree que a una persona le puedan salir monedas de la oreja, así que con los vídeos pasa lo mismo: no ves de dónde salen esos alimentos, no sabes qué composición química llevan y, por supuesto, los vídeos están editados e iluminados con una intención”, dice Bayón, que ha desmontado varias veces en Twitter bulos alimentarios en este formato.
¿Qué hago si me llega un bulo?
El bulo se hace bulo precisamente porque se le ha dado vida. Si has recibido una información sospechosa, lo primero que tienes que hacer es pararla y no compartirla. En segundo lugar, tanto si la has contrastado y estás seguro de que es un bulo, como si no la has contrastado y quieres ponerla en conocimiento de los expertos, aquí te dejamos varias ideas de a quién te puedes dirigir:
· Si es muy grave lo puedes denunciar contactando con la OCU.
· Igual que las redes sociales sirven para viralizar bulos, sirven para enmendarlos. Denunciarlos o ponerlos en conocimiento de nutricionistas, asociaciones especializadas o personas influyentes dentro del sector puede ser muy efectivo. Puedes enviárselo a:
#SaludSinBulos o #AlimentacionSinBulos
Maldita Ciencia
Círculo escéptico
Alternativa Racional a las Pseudociencias Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico. ARP-SAPC