El mar languidece: faltan manos jóvenes para faenar
En la actualidad, el 42% de los pescadores supera los 50 años de edad y la flota española sigue descendiendo
El relevo generacional en el sector pesquero está en entredicho. Pocos quieren lanzarse al mar para buscar sustento. El oficio de pescador, en cualquier escalafón de su jerarquía, desde marinero raso hasta patrón de buque pesquero, pervive en el imaginario popular como una tarea dura y mal pagada. Y aunque se hayan mejorado las embarcaciones y se preste mayor atención a la seguridad y la comodidad de la tripulación, las cifras no mienten: hoy el 42% de los pescadores superan los 50 años de edad, según el Informe 03/2023 sobre La pesca, la acuicultura y la industria transformadora en España. Retos para su sostenibilidad elaborado por el Consejo Económico y Social de España (CES).
A su vez, la flota española sigue descendiendo. Según los últimos datos que recaba el Informe Anual de la Flota Pesquera, elaborado por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, la flota española estuvo compuesta en 2021 por 8.908 barcos vigentes (31 menos que en 2020), de los cuales estuvieron activos 7.650 buques.
Juan Canoura es un joven pescador de 22 años. Está estudiando Náutica en A Coruña con la idea de convertirse en patrón de buque pesquero y ya ha estado embarcado como marinero para conocer el oficio en todas sus facetas. “Y estuve orgulloso de ser marinero: es el listón más bajo, pero es un trabajo honrado, como cualquier otro. Tengo pensado dedicarme a la pesca al 100%. Con la carrera de Náutica, tienes abiertas todas las salidas”. Canoura es hijo y nieto de pescadores y armadores en Celeiro, que operan bajo el Grupo Tresmares, y comenta que aunque empezó los estudios junto a otros cincuenta alumnos, acabarán la promoción unos veinte. “No es que la carrera sea muy difícil; hay personas que se apuntaron sin haberse subido nunca a un barco de ningún tipo. Seguro que pasa lo mismo en las otras nueve facultades de náutica españolas”.
Canoura opina que la lejanía con los amigos y la familia puede ser uno de los tragos más amargos del oficio, pero que las duras condiciones de la pesca ya son cosa del pasado. “Los barcos de hoy ya no son de madera, sino resistentes y fuertes, y están pensados también para la comodidad de la tripulación, con tecnología punta. Los buques españoles son excelentes en comparación con otras flotas. Aconsejo que la gente pruebe y luego opine. Yo siempre tuve muchas ganas de ir al mar y fue una cosa que me encantó. Espero poder jubilarme siendo pescador”.
De la misma manera, Iván Berbegall, pescador de 24 años de Gandía y recientemente galardonado como uno de los 100 Jóvenes Talentos por el Basque Culinary Center, razona que una de los motivos por los que su generación no se incorpora al sector es por la falta de ocasiones de poder probar el oficio. “Para embarcarse hace falta una formación básica que consiste en dos cursos, seguridad marítima y marinero-pescador, que toma unos 5 meses. Sin ellas, es imposible poner los pies en un barco que salga a faenas, y también es imposible saber si te puede gustar este oficio, porque es duro, y muchos prefieren no arriesgar”.
Berbegall afirma ser el pescador más joven de su puerto y los de alrededor. “No hay jóvenes y no hay gente en la pesca. Los trabajadores africanos son los que están aguantando el sector”. En su caso, la tradición pesquera le viene de familia, ya que tanto su padre como su abuelo han sido pescadores de artes menores: pulpo, sepia, dorada, sargo, pajeles, bonito y atún, según la época del año. “De pequeño siempre quise salir con mi padre y me llamaba el mar”, dice. “La sorpresa de lo que pescarás ese día y ver subir las redes llenas de peces es muy motivante para mí”. El mal tiempo, sea calor o frío excesivos, pescar poco y el cansancio acumulado de levantarse muy temprano (en esta temporada se despierta a las 3 de la mañana y vuelve a puerto a las 14 h) son de las peores cosas para Berbegall, que también ha estudiado el curso de patrón de litoral para poder llevar los mandos de un barco.
“La demanda de personal en la pesca es mayor que la oferta”, confirma José Ángel Pérez Sieira, patrón mayor y presidente de la Federación Galega de Cofradías. “La falta de relevo generacional se explica por la necesidad de formación amplia previa y porque en el mar se dan situaciones que no se dan en tierra. La profesión requiere cariño al medio marino y también respeto, porque es un medio hostil”. Tal y como dice Pérez Siera, para poder poner los pies en un barco, deben adquirirse competencias en los centros homologados, donde se aprenderá la teoría y práctica necesaria para un determinado puesto dentro de la embarcación.
“También es indispensable acumular días de mar, es decir, experiencia previa, porque antes de poder gobernar una embarcación hay que conocer y vivir el mar”, señala. Lo mejor, en su opinión, es dirigirse a la cofradía más cercana para hablar con los patrones y patronas mayores con el fin de conocer bien el oficio. “El personal de las oficinas les informará de los distintos sectores de producción, la posibilidades de empleo, los trámites y los cursos a los que puede acceder, las subvenciones para que los jóvenes puedan adquirir un buque, entre otras cosas”.
Como puntos positivos, Pérez Sieira destaca que en el sector siempre se encuentra trabajo, que la solidaridad entre compañeros “es algo inmenso” y que “la experiencia de trabajar en el mar es, de gustarle a uno, es algo increíble”. Por contra, no esconde que la falta de contacto con la familia es una de las peores cosas del oficio, aunque “que hoy queda algo subsanada gracias a las nuevas tecnologías que permiten contactar de forma inmediata”.
En España se aprobó el Real Decreto 618/2020, de 30 de junio, por el que se establecen mejoras en las condiciones de trabajo en el sector pesquero. “Con la aprobación de este real decreto nuestro país eleva el nivel de protección de los pescadores que trabajan en los buques pesqueros españoles, adoptando los estándares laborales más elevados existentes actualmente para los trabajadores de nuestra flota”. El texto detalla aspectos de las condiciones de vida y de trabajo a bordo de un buque que ahora quedan reguladas para proteger a la tripulación, como las cantidades mínimas de alimentación y agua a bordo, cómo deben mantenerse los espacios de alojamiento y cocina, cuál debe ser la ventilación, calefacción, refrigeración e iluminación, cómo deben mitigarse los ruidos y vibraciones excesivos, cuáles deben ser los materiales de construcción, la ubicación, el tamaño, el mobiliario y equipamiento de dormitorios y comedores, entre muchos otros aspectos que pretenden aumentar la calidad de vida de los pescadores.
Máximo Díaz, secretario de la cofradía de pescadores de Celeiro, ve en la falta de transmisión generacional una de las razones por las que el sector adolece de una escasez de personal. “Antes, el oficio pasaba de padres a hijos, pero ha terminado perdiéndose en favor de otro tipo de carreras. Hoy falta de todo: desde titulados de puente y máquinas, de mandos, patrones y mecánicos y motoristas. En las flotas de altura, como la de Gran-Sol, y en los grandes palangreros que faenan por el Pacífico y el Índico, la mayor parte de la mano de obra es extranjera, sobre todo, indonesios, filipinos y peruanos. Este fenómeno empieza a notarse, cada vez más, en las pesquerías de bajura artesanal, donde tradicionalmente iban al mar trabajadores locales”.
Impulsor de la FP dual para patrón de litoral de pesca y navegación, que ha llenado sus plazas, Díaz explica que soluciones como esta pretenden facilitar la entrada al mercado laboral de los estudiantes, ya que tras dos años de estudio habrán conseguido los días de mar necesarios para embarcarse. “El sector tiene algo de culpa —reconoce—. Hay que dignificar más la profesión y sus virtudes: se han mejorado los salarios —un contramaestre, el encargado de dirigir tanto las maniobras del buque como las tareas de los marineros, recibe un sueldo de 2.500 euros limpios—, las condiciones laborales y se ha reducido la peligrosidad respecto a décadas pasadas, y todavía se pueden dar más mejoras”.
Muchas de estas mejoras se dictaminaron en el C188-Convenio sobre el trabajo en la pesca, que entró en vigor en España el 29 de febrero de 2023 y ya ha sido ratificado por 21 países. Algunos de los avances son la obligación a fijar el importe del salario, la remuneración mensual o en un período regular, el registro de la jornada, la obligatoriedad de un certificado médico de aptitud que acredite el buen desempeño del trabajo, el alta en la Seguridad Social para los pescadores en las mismas condiciones que el resto de trabajadores españoles y la protección a los pescadores en caso de enfermedad, lesiones o muerte.
No obstante, tal y como indica el citado Informe 03/2023 del CES, sigue siendo tradicional que los trabajadores de las pequeñas embarcaciones sean remunerados con el método de pago “a la parte”, es decir, calculando su salario en función de los ingresos netos de gastos operativos y de los costes de explotación, sobre los que se aplica una fórmula de distribución acordada entre empleador y empleado. “Este tipo de retribución tiene como consecuencia que los riesgos y beneficios sean en cierta medida soportados de forma conjunta por el propietario del buque y los pescadores”, matiza el CES, que sitúa el salario medio oficial en 1.359 euros, y el más alto, antes en 3.252 euros a 2.838 euros.
Àgueda Victoria, pescadora, divulgadora del mar y librera de Detroit (Alcoi), ha estado embarcada en campañas donde ha cobrado menos de 40 euros a la semana, trabajando todos los días más de 12 horas. “Y a veces he cobrado mejor, aunque nunca se compensan del todo tantas horas de trabajo. Es lo que tiene el sistema del pago ‘a parte’”. La realidad salarial del pescador es muy variada y conviven distintos escenarios según la zona y el producto a pescar. “He trabajado en una barca donde cada marinero gana unos 1.000 euros por semana. Pero también hay barcas artesanales con dos tripulantes en Castellón, por ejemplo, que apenas sacan para vivir, una realidad que coexiste con la de la temporada buena de langosta en destinos turísticos, donde se superan los 3.000 euros al mes por cabeza y sin largas y pesadas jornadas”. Victoria explica que hace unos años, el mar era una buena fuente de ingresos si se estaba dispuesto a trabajar mucho. “Ahora, además de estarlo, tienes que tenir suerte, y a veces ni así. Yo dejé de ser solamente marinera precisamente por el dinero, porque me era imposible vivir de esto salvando algún mes bueno, y era impensable vivir a ningún sitio de costa por lo caros que son los alquileres. La vocación nunca puede ser suficiente si detrás no hay buenas condiciones, y las buenas condiciones son las que atraerán vocaciones al mar”.
En cuanto al relevo generacional, después de haber trabajado tanto en el Mediterráneo como en el mar del Norte y en Noruega, este mes se ha encontrado por primera vez con una tripulación nacional más joven que ella, que cumplirá 37 años en unos meses, muy por debajo de la media de edad de los barcos. “No es lo habitual ni lo más frecuente, porque nunca había estado en una barca donde la mayoría no estuviera a punto de jubilarse”, comenta, y recuerda que “sin los senegaleses y los marroquíes, esto no funcionaría porque ellos son la mano de obra en los puestos más bajos”.