Por qué discutieron los chefs Ferran Adrià y José Andrés: el maestro no contrató al discípulo

Un encontronazo entre ambos hizo que el cocinero asturiano se afincara en Estados Unidos y terminara creando al otro lado del Atlántico un emporio gastronómico

Desde el 30 de julio de 2011, día en el que cerró elBulli, el cocinero asturiano José Andrés (Mieres, 53 años) no había vuelto a cala Montjoi, en Girona. Regresó hace poco para mostrar a sus tres hijas, Carlota (26 años), Inés (21 años) y Lucía (18 años), el lugar donde comenzó a trabajar mientras estudiaba en la Escuela de Restauración y Hostel...

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Desde el 30 de julio de 2011, día en el que cerró elBulli, el cocinero asturiano José Andrés (Mieres, 53 años) no había vuelto a cala Montjoi, en Girona. Regresó hace poco para mostrar a sus tres hijas, Carlota (26 años), Inés (21 años) y Lucía (18 años), el lugar donde comenzó a trabajar mientras estudiaba en la Escuela de Restauración y Hostelería de Barcelona. A su regreso, allí le estaba esperando Ferran Adrià. A este recóndito rincón con vistas al Mediterráneo —que acogerá a partir del próximo mes de abril ElBulli 1846— se acercaron de nuevo José Andrés y su familia para grabar uno de los seis capítulos de la serie documental José Andrés y familia en España. Y en el episodio aparece Adrià para recibir a la familia del chef asturiano.

“Aquí empezó la revolución de la gastronomía, ahora es un museo, pero fue un restaurante que tenía más de dos millones de solicitudes de reservas al año”, avanza José Andrés a sus hijas. Aunque eran pequeñas, ellas también estuvieron en elBulli el día que Adrià echó el cierre al mítico restaurante, acompañadas de su madre, Patricia Fernández de la Cruz, e incluso pasaron bandejas con aperitivos a los invitados. “Ferran es el dios de la cocina, mi mentor y uno de mis mejores amigos”, reconoce ante las cámaras el cocinero, un momento antes de fundirse en un abrazo con él.

En otra escena de la serie, estrenada por HBO a finales de 2022 y con la que José Andrés pretende mostrar al público, sobre todo estadounidense, algunos de los tesoros gastronómicos de España, dos de sus hijas le comentan, de la manera más inocente, que si no hubiera discutido con Ferran Adrià no habría conocido a su madre, y ellas no existirían. José Andrés recuerda el momento, pero pasa por alto el motivo de esa disputa, a la que sí se refirió públicamente el día que se sirvió la última cena en elBulli.

En ese día del verano de 2011, Adrià y su socio, Juli Soler (fallecido en 2015), sentaron en una larga mesa colocada bajo los pinos a la entrada del restaurante a algunos de los cocineros bullinianos más reconocidos del planeta. Durante la velada, José Andrés, acompañado por el danés René Redzepi —cuyo restaurante, Noma, encabezaba la lista de los 50 mejores del mundo elaborada por la revista Restaurant— y el estadounidense Grant Achatz —del restaurante Alinea, de Chicago—, explicó que él le debía su carrera a una discusión con el maestro.

El relato de José Andrés fue el siguiente. Había empezado a trabajar como becario en El Bulli en 1988, y estuvo tres años en sus fogones. Después de ese periodo de formación, un día de diciembre de 1990 Adrià y él quedaron en un bar de Barcelona para hablar de trabajo. El reconocido chef quería fichar al aventajado alumno. Este llegó minutos antes al lugar de la cita y comprobó que el cocinero aún no estaba. José Andrés estuvo esperando un rato y salió a la calle a buscar una cabina para llamarle por teléfono —por entonces los móviles eran una verdadera rareza— y, cuando regresó al punto de encuentro acordado, Adrià ya estaba sentado a la mesa. Riguroso con las formas y con la puntualidad, estaba molesto por la informalidad del discípulo. Se lo hizo saber y no le contrató. José Andrés, sin trabajo y sin nada que lo retuviera en España, cogió un avión y se marchó a Estados Unidos. Días más tarde, llamó desde Nueva York a Adrià para decirle que tenía trabajo.

Jose Andrés y Ferran Adrià, en un evento en Los Ángeles, en octubre de 2008.Alexandra Wyman (WireImage)

Así comenzó la aventura americana del cocinero español, que comenzó trabajando en Paradis Barcelona, El Dorado Petit y El Cid, antes de marcharse a Washington, su cuartel general y donde ha creado ThinkFoodGroup, la empresa que gestiona un grupo de restaurantes repartidos, además de por la capital de Estados Unidos, por ciudades como Miami, Nueva York, Las Vegas o Chicago. En el país norteamericano también creo la ONG World Central Kitchen, con la que cubre necesidades alimentarias en situaciones de emergencia, como la guerra en Ucrania. Aunque su imperio gastronómico se expande también en su país natal: en España es socio del proyecto gastronómico Bulbiza Holding, con varios locales en la calle Ibiza de Madrid, del que también son socios los hermanos Riberas: Jon, presidente de la acería Gonvarri, y Francisco, presidente de la empresa de componentes de automoción Gestamp.

A pesar de ese encontronazo que terminó con José Andrés haciendo carrera en el otro lado del Atlántico, ambos son hoy grandes amigos. Juntos han participado en el curso Ciencia y cocina, impartido en la Universidad de Harvard, e incluso algunas de las veces que el cocinero catalán ha ofrecido una conferencia o algún programa formativo en este prestigioso centro universitario de Massachusetts, ha sido José Andrés quien ha ejercido como traductor. También son socios, junto a Albert Adrià, de Mercado Little Spain, un espacio de más de 3.200 metros cuadrados en Manhattan (Nueva York).

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