Las despedidas inmortalizadas de Nacha Pop y Piratas (toma 10)
Grabadas en Jácara y La Riviera, quedaron inmortalizadas en dos discos imprescindibles
“Y digo adiós, adiós, adiós / Tomo la maleta y pido un taxi para la estación”, canturreaba Javier Gurruchaba justo al final del celebérrimo doble elepé en directo (1986) de Joaquín Sabina y Viceversa. Nosotros también despedimos esta serie de diez entregas sobre algunos de los mejores álbumes grabados en vivo en esta santa ciudad. Y lo hacemos con un par de trabajos que, a su vez, sirvieron para echar el telón a la trayectoria de sus ilustres firmantes.
80/88, de Nacha Pop
(Polygram, 1988)
Iba a ser “un paréntesis”, pero terminó convirtiéndose en un pr...
“Y digo adiós, adiós, adiós / Tomo la maleta y pido un taxi para la estación”, canturreaba Javier Gurruchaba justo al final del celebérrimo doble elepé en directo (1986) de Joaquín Sabina y Viceversa. Nosotros también despedimos esta serie de diez entregas sobre algunos de los mejores álbumes grabados en vivo en esta santa ciudad. Y lo hacemos con un par de trabajos que, a su vez, sirvieron para echar el telón a la trayectoria de sus ilustres firmantes.
80/88, de Nacha Pop
(Polygram, 1988)
Iba a ser “un paréntesis”, pero terminó convirtiéndose en un prolongado adiós. Después de seis álbumes casi siempre excelentes, los primos Antonio Vega y Nacho García Vega habían llegado a la conclusión de separar sus caminos. El primero sopesaba grabar en solitario; el segundo tenía en mente una nueva banda, Rico. Tenía toda su lógica grabar aquellos conciertos de despedida, el 19 y 20 de octubre en la Sala Jácara (calle de Príncipe de Vergara). Existía camaradería todavía en Nacha Pop, con las incorporaciones para la ocasión del guitarrista José Antonio Romero, el saxo de Arturo Soriano y Sergio Castillo como batería. Y en su discográfica, conscientes de que se estaba fraguando un documento histórico, echaron el resto: produciría el exquisito Carlos Narea, mientras Nigel Walker se hacía cargo de la mesa de sonido. Nadie contó, sin embargo, con que la primera noche se colara entre el público un espectador con una trompetilla. “Nos arruinó la grabación casi en su integridad”, desvela García Vega. “Nosotros, en el fragor del concierto, ni nos enteramos, pero al repasar la grabación se notaba a cada rato…”.
La noche del jueves 20 todo marchó sobre ruedas. Todo salvo Lucha de gigantes, la única pieza totémica del repertorio que, pese a sonar en los dos conciertos, no aparece en el disco. “La gente se puso a dar palmas, pero a destiempo”, recuerda el colíder del grupo. “Es un compás ternario que el público empezó a seguir como si fuera un cuatro por cuatro. El resultado era tan embarullado que, con todo el dolor, decidimos dejarlo fuera…”.
Con la mano distinguida de Narea, que ordenó minuciosamente el repertorio para que funcionara bien como un doble cedé, 80/88 se erigió enseguida en el título más vendido de toda la trayectoria de Nacha Pop. No solo contaban los méritos musicales, muy evidentes, sino el factor emocional: aquel 1988 no simbolizaba solo el final de la banda, sino de toda una época. “Pero no había ambiente de despedida, y mucho menos aún de tristeza”, recalca García Vega, que recuerda con mucho cariño los días posteriores en Londres, durante la mezcla del álbum. Eso, y los grandes ratos en el Hotel Príncipe de Vergara, donde la banda disponía de un par de suites a modo de cuartel general. “Lo único malo es que cuando llegábamos, siempre con un hambre feroz, ya no funcionaba la cocina”.
La última noche, el bajista Carlos Brooking decidió hacerse pasar por camarero y le tomó la comanda íntegra, aguantándose la risa, al teclista Manolo Villalta: primer plato, segundo y postre. Nacho se sincera: “Creo que fue el momento más divertido que vivimos todos juntos”.
Fin (de la segunda parte), de Piratas
(Warner, 2004)
Sensaciones extrañas, agridulces, en los camerinos de La Riviera aquel 24 de octubre de 2003, a pesar de que casi 2.500 personas se agolpaban, expectantes, en la sala de las palmeritas y casi 30 cámaras de todas las ópticas y tamaños estaban preparadas para capturar hasta el último detalle de lo que fuera a suceder. “No estábamos ninguno en nuestro mejor momento. Andábamos bastante abajo, con problemas entre nosotros y hacia fuera”, resume sin ambages Iván Ferreiro, el cantante y compositor principal en el inolvidable quinteto vigués. La separación ya flotaba en el ambiente: de hecho, se comunicó oficialmente tres días más tarde, aunque la banda todavía tenía comprometidas varias actuaciones hasta diciembre. Con los ánimos por los suelos, las conversaciones más fluidas entre bambalinas no surgieron entre los integrantes del grupo, sino con los invitados que comparecerían esa noche: Bunbury (Teching), Eva Amaral y Juan Aguirre (Años 80) y El Drogas, colaborador en la paradigmática –y más, en esas circunstancias– Te echaré de menos.
El cantante de Barricada fue, de hecho, el gran dinamizador de la jornada. “Debió de notar que nosotros estábamos más para allá que para acá”, se sonríe Ferreiro, “así que tomó las riendas y se encargó de que la velada resultara, pese a todo, fantástica. Es todo un personaje”. La grabación resultó excelente: pulcra, vibrante, impecable. Con el pálpito del público muy presente. Iván recuerda haber permanecido con los ojos cerrados durante buena parte del concierto, para disfrutar más intensamente de ese karaoke colectivo en que se convierten Promesas que no valen nada, Mi coco, My way o El equilibrio es imposible.
Iván Ferreiro es un enamorado de los discos en directo. De hecho, cuando le contactamos suena de fondo Rock n roll animal (1974), con Lou Reed en éxtasis desde Nueva York. Pero Fin (de la segunda parte) apenas ha visitado su lector de compactos. Es un disco que aún hoy le duele. Y más todavía el DVD, que ha visto solo una ocasión. “Fue con el grupo ya separado y me dio pena. A lo mejor, un día que me pille bien de moral, le hago una visita…”.