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Los bares de toda la vida siguen existiendo en Barcelona

Estos templos gastronómicos y sociales ya no se ven en el centro, pero sí en el resto de la ciudad

Lamentaban la semana pasada taberneros, investigadores y antropólogos en el congreso de antropología gastronómica, en Barcelona, la pérdida de identidad —cuando no de vida— de tantos bares-bares. Bares de toda la vida, de esos que en el centro de Barcelona no es que cueste encontrar, es que ya no se encuentran. El bar donde tomarse una cerveza, un café, una tapa. Sin más aspiración que la noble y necesaria de acoger, de reunir, de despachar al usuario, es decir, al ciudadano. Así, pues, aun a riesgo de contravenir el sabio consejo del antropólogo Manuel Delgado (a saber: “Si das con un bar auténtico, no se lo digas a nadie, tu sola presencia ya lo está estropeando”), recomendaremos ahora alguno de estos templos sociales que son los bares de toda la vida. Ninguno está en el centro-centro de Barcelona. La gentrificación y el negocio al servicio del turismo han hecho que queden muy pocos. Por supuesto, alrededor de esa almendra turistificada quedan muchos. Cientos de ellos. Lo que sigue son tan solo unos pocos ejemplos en diferentes zonas de la ciudad.

Monterrey

Uno de los históricos que resisten en el casco viejo de Sarrià (Major de Sarrià, 68, frente a la Foix). Aquí se queda para charlar; se para para tomar un café rápido; se pica algo que puede convertirse perfectamente en una comida (o cena); se toman las primeras cervezas del fin de semana. Gente del barrio de todo tipo (sí, en Sarrià hay una población plural) convive e interactúa en un local cómodo, funcional y sin más pretensión que la de que se esté a gusto.

Bodega Pujol

Originariamente despacho de vinos y licores, este bar es un lugar con solera en Cornellà, en la rambla de Anselm Clavé, esquina con la calle de Eduard Gibert i Riera. Entre conservas, embutidos, patés… botellas de toda clase de bebidas por todos lados, barriles y botas de vino, en el Pujol suelen ocurrir cosas. No hablamos de una escenografía impostada ni vintage, sino de una atmósfera cargada de aromas de toda la vida en la que charlar, discutir, escuchar música en directo... Es decir, pasárselo bien.

La indòmita

No todos los bares de toda la vida son de toda la vida. En Horta (Peris i Mencheta, 6), La indómita lleva poco más de un año abierto y es, básicamente, un bar de vinos en el que conviene dejarse aconsejar por la experta en la materia, que recomendará el vino que maride mejor con cualquiera de los platillos de la corta pero selecta carta: desde un carpaccio de peus de porc hasta un milhojas de sardina con mantequilla ahumada. Un espacio pequeño, con decoración “agrorreivindicativa” donde charlar, disfrutar y, de vez en cuando, flipar con actuaciones en vivo.

Bodega Montferry

Desde su reubicación (siempre en el barrio de Sants, ahora en el pasaje de Serra i Arola, 13) este bar indispensable ha ganado metros cuadrados manteniendo su espíritu auténtico. Desayunos pausados, birras, bocatas (de fricandó, de cap i pota, de berenjena confitada, de oreja... ¡exquisitos!), tapas y buen rollo para disfrutar de uno de esos ratos en los que la buena cocina marida a la perfección con el ambiente desenfadado del local.

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